Carlos Benito
Miércoles, 16 de noviembre 2016, 19:44
El Villa de Bilbao es uno de esos lujos a los que nos hemos ido acostumbrando con el paso de los años, hasta el punto de no darles ya la importancia que merecen. Hablamos de un concurso de rock (entiéndase el concepto en sentido ... amplio) que no solo es el más veterano de España, gracias a esas veintiocho ediciones que nos permiten enlazar sin lagunas con el casi remoto 1989, sino que además trata la música popular con un respeto que cada vez se encuentra con menos frecuencia en las instituciones: los participantes pueden tocar en condiciones profesionales y los premios son premios de verdad, de los que se miden en euros, y no reconocimientos tan huecos como baratos.
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Desde aquel 1989, cuando se impusieron los locales Yo Soy Julio César en la sección de pop-rock y los madrileños Tokio en la dedicada al metal, el palmarés del Villa ha ido acumulando nombres y más nombres hasta convertirse en un censo multitudinario, sobre todo desde que, en 2001, se añadió esa tercera categoría de nuevas tendencias para los proyectos que no encajaban en las otras dos. La semana pasada se celebraron las finales de este año y se incorporaron tres nuevas entradas a este listado de villanos ganadores.
I Me Mine (Toulouse, Francia)
Los tres finalistas de la sección de pop-rock mostraban cierta querencia psicodélica, aunque con enfoques muy diversos: desde la ortodoxia con toques brit-pop de los zaragozanos My Expansive Awareness hasta el curioso shoegaze retro de los barceloneses The Zephyr Bones, pasando por la propuesta que acabó imponiéndose. I Me Mine, que toman su nombre de la última canción que grabaron los Beatles, parecen a veces el proyecto de un Syd Barrett reencarnado en tiempos de la nueva ola, con un sonido que en algunos pasajes puede recordar a The Soft Boys. En el repertorio del trío francés no faltan las armonías vocales ni lo que ellos llaman «delirios» con sonidos de sitar, pero también saben ensanchar la herencia sesentera a través de pregrabados y de inesperadas irrupciones de ritmos de baile: a ellos mismos les gusta describirse como «una mezcla improbable entre la psicodelia eufórica de la escena pop de los 60 y los ritmos hardcore de The Prodigy». Son un grupo bienhumorado, teatral, resultón e incluso un poco efectista: los medios especializados darían la lata con ellos si fuesen ingleses o estadounidenses.
Insaniam (Albacete)
En la sección metal parecía todo decidido desde antes de la final, porque los albaceteños Insaniam ya habían causado una gran impresión en su primer concierto. Y no era para menos, porque de su propuesta se podría decir casi todo lo que apuntábamos sobre los franceses, excepto ese punto del buen humor, tan ajeno a ellos: también Insaniam son teatrales, resultones y un poco efectistas, unos rasgos casi exigibles cuando hablamos de una banda de black metal. Neuros, Dementh, Theryan, Anxxiet y Psycho, que por tales apelativos responden estos engendros manchegos, lucen unas máscaras pintureras que podrían evocar a Slipknot, pero practican un black metal contaminado de death y thrash, contundente y orate. La locura es, precisamente, su gran obsesión temática: su biografía oficial los presenta como cinco pacientes internados en un centro psiquiátrico de alta seguridad y sometidos a un experimento abominable, del que surgen esos «viajes perturbadores a través de la mente humana» que son sus canciones. Con influencias de bandas como Immortal, Watain, Dissection o Behemoth, editaron hace un año su primer álbum, el intenso 'Neurotic Mental Storm'.
RRUCCULLA (Bizkaia)
La categoría de electrónica y otras tendencias es tradicionalmente la más minoritaria del concurso, tanto por su capacidad de convocatoria como por el número de artistas que se presentan, y también recibe un premio de menor cuantía (2.200 euros para el ganador, frente a los 5.000 de las otras dos). También es verdad que, como en este apartado abundan las iniciativas unipersonales, hay que repartir menos. Esta vez se ha alzado con el triunfo RRUCCULLA (todo con mayúsculas y con consonantes dobles, según especifica su perfil de Facebook), que es la faceta electrónica y experimental de la baracaldesa Izaskun González, cuya carrera musical se ha desarrollado principalmente como batería en bandas de diferentes estilos. De hecho, además de los ordenadores y los controladores, Izaskun también tocó la batería en su actuación de la final, que suponía el debut en directo de este proyecto. En Bandcamp se pueden escuchar varios álbumes de RRUCCULLA, dedicados a exploraciones electrónicas que no incurren en ese error tan habitual de olvidarse del oyente: su última referencia, titulada 'A fate not to be avoided', narra con sonidos la historia de «un alien obeso» en busca de su identidad.
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