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Miguel Pérez
Miércoles, 22 de junio 2016, 20:01
Los clichés funcionan más de lo que se cree. Tú piensas en Rajoy y te planteas: ¿Es de los Stones o de los Beatles? Y, efectivamente, te salen los Beatles. En los 70s, los cuatro de Liverpool conseguían la magia de convertirte en el yerno ... perfecto que sabía de qué iba aquello sin necesidad de ser malote: ideal para una joven promesa de la política regional. Por eso resulta absolutamente creíble que el presidente del Gobierno (en funciones) y del PP (aún no en funciones) se haya confesado en más de una ocasión fan de los Beatles, parezca disfrutar además de un conocimiento básico del pop-rock británico postsetentero y pueda citar algún que otro éxito de The Police; lo menos que puede pedirse a alguien a quien la movida viguesa le pilló todavía en la veintena y en Santiago de Compostela, el meollo de las noches locas y la vanguardia musical hasta que la trágica explosión de una bomba en la sala Clangor detuvo el tiempo y echó un manto de silencio sobre la ciudad en 1990.
Rajoy, en realidad, tiene vocación europeísta, pese a que su partido nunca se lo ha puesto fácil: le compone un merengue, con Aznar sacaron a Norma Duval (Rajoy prefiere a Nino Bravo) y, por si fuera insuficiente, hasta la competencia le robaba los temas. Ahí está aquella campaña para las catalanas de 2003 en que Pasqual Maragall entonó el 'All you need is love' a duo con Javier Gurruchaga. En lo que sí hay unanimidad es que al candidato popular no le va el rock americano y ni siquiera hace la socorrida mención a Bruce, siempre Bruce, cuando se le pregunta por la música del otro lado del Atlántico.
En cambio, ahí sí funciona el pacto PSOE-Ciudadanos. Tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera se manifiestan devotos de Springsteen. Pero hasta ese punto dura la coalición. A partir del 'Boss', las diferencias programáticas abundan. Quizá de su amplio conocimiento del rock y el pop español de largo recorrido extrajo el líder de Ciudadanos su rechazo a la fragmentación del Estado. En su lista de favoritos figuran desde Loquillo a Nacha Pop pasando por Manolo García, Alejandro Sanz o Miguel Poveda. Amante del riesgo, pone El Arrebato cuando va a una tertulia en televisión.
Menos centrista, el secretario general socialista se revela en sus gustos musicales como se le ve al natural. Con la camisa blanca impoluta y remangada lo justo. Cultivado, pero informal. Pese a que su hermano pequeño, David, es un prestigioso director de orquesta internacional los más avispados pudieron descubrirle en algún plano del debate a cuatro en televisión: era un joven bien plantado que se parecía mucho al candidato Sánchez, él se decanta por la música independiente. Lo del 'indie' debe ser condición para triunfar en el PSOE: Pedro Sánchez y Patxi López, presidente de la Cámara baja ahora en excedencia, son fans absolutos. También Eduardo Madina, pero esa es la excepción de la regla del éxito interno. Entre las máximas preferencias del candidato a La Moncloa se encuentran Izal, Vetusta Morla, Mumford and Sons, Arcade Fire y Supersubmarina. O sea, si gana el domingo, queda claro que las reuniones entre el presidente del Gobierno y su homólogo del Congreso van a ser una fiesta loca.
De lo expuesto, cabe deducir que las nuevas generaciones del PSOE viven bajo el 'síndrome del hotel Palace'. O más bien, asomados aún a la ventana desde la que saludaron Felipe González y Alfonso Guerra tras el triunfo electoral socialista de 1982. Porque el exvicepresidente del Gobierno, ahí donde le ven, no sólo es un reconocido entendido en música clásica, sino que vibra emocionado con Radiohead y Phoenix. El centro-izquierda siempre ha ido un poco por delante de la izquierda a secas en estas movidas. Constatación: si, por ejemplo, Guerra fuera afiliado de IU, seguramente se llamaría Cayo Lara y continuaría poniendo en el viejo tocadiscos los 45 RPM de Silvio Rodríguez y Paco Ibáñez, dos de los cantautores favoritos del ya excoordinador de la coalición.
De las preferencias de su heredero, Alberto Garzón, y de su actual socio de la entente Unidos Podemos, Pablo Iglesias, inquieta la afición de la nueva izquierda-izquierda por las bandas imperiales. Al líder de Podemos le gusta silbar la banda sonora de 'Star Wars' y Garzón se inclina por 'Gladiator'. Había un entrenador de fútbol que ponía la BSO de 'Gladiator' a sus jugadores antes de salir al campo, lo que debía ser una motivación parecida a la de soltar una bolsa de coca de un kilo en el parking de un 'after'. Respiras hondo, aprietas los puños y sales a darlo todo.
Menos mal que para suavizar la situación siempre estará Ismael Serrano. Dentro del legendario vínculo cantautor-izquierda, Garzón se inclina por el autor de 'Papá, cuéntame otra vez' que, por cierto, ha dado su apoyo público a Unidos Podemos con el convencimiento de que «este país merece una sonrisa». Garzón es más bien comunista. Iglesias, en las últimas semanas, se siente socialdemócrata. Su cantautor es Javier Krahe. No hay cantautor más social y demócrata que Krahe, artista extraordinariamente genial que renunció a mercadear con su talento y su ética. Chapeau por tí, allí donde sigas componiendo. Iglesias, aparte, incorpora a su playlist a artistas como Joaquín Sabina o Aretha Franklin, así como a una de sus debilidades, Los Chikos del Maíz. Claro que si hay que ponerse duros, le vale con llamar a su primo el de Unidos Podemos: Garzón escucha a todo volumen a Marea, Linkin Park, Placebo o Muse y, antes de las elecciones, invoca a Doctor Deseo.
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