OSCAR CUBILLO
Domingo, 12 de junio 2016, 19:40
Si contando al alza hubo 500 personas el viernes de cielo encapotado en el Centro Ola BBK para presenciar la primera jornada del Music Legends Festival, el sábado cambió radicalmente el panorama: el sol brilló acalorado y la afluencia se triplicó, llegando a unas ... 2000 personas a la noche durante la actuación de Jethro Tull, los triunfadores de la segunda jornada, junto con Bob Geldolf, que destelló a la tarde con su traje azul eléctrico, su traje de luces, como lo definió.
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El sábado lo abrieron tres grupos vascos ante poca peña y bastante distraída con la comida y la bebida. 45 minutos eléctricos, que les supieron a poco, tocaron en septeto Hey Mr. Neken haciendo versiones de los Eagles (Hotel California, Take It Easy, Life In The Fast Lane), y en quinteto The Fakeband con su repertorio original. Ambos destacaron el sonidazo del equipo. Luego actuó el simpático vascofrancés Niko Etxart (63 años) en quinteto con dos guitarras y armónica, amalgamando fiesta y rocanrol, versionando el Rock and Roll Hoochie Koo de Rick Derringer, sin olvidar su clásico himno Euskal rock nroll, y citando a todos los nombres del cartel.
La buena onda se quebró con la salida de la berlinesa Nina Hagen (61 años), propagandista de sí misma, icono de la nueva ola por sus chillidos de raíz operística que en la Ola de Sondika desaparecieron por culpa de una voz ronca, sin ningún matiz. Sentada en un taburete, en unos 64 minutos repasó un montón de clásicos americanos de country, de blues, de góspel (la antaño punki iconoclasta parecía una conversa) como si estuviera amenizando una cervecera alemana. Vestida de manera colorista y chocarrera, como una echadora de cartas de Nueva Orleáns, atenta a un atril donde estaban las letras y liderando a un quinteto con poca pegada y que no se sabía las canciones (y menos si ella se las cambiaba sobre la marcha), Nina versionó a Elvis y a los Doors, cantó mucho góspel (Down By The Riverside, When The Saints Go Marching In), picó en el ragtime y así hasta unas 22 piezas, no nos pidan precisión pues fuimos a cambiar dinero para luego pillar gintonics en la barra. Por cierto: esa tarde se agotó la ginebra, algún tipo de cerveza y hasta el vino, con los cual ¡no podían preparar kalimotxo!
Broncas al batería
El panorama mejoró con la actuación del irlandés Bob Geldof (64 años), el cantante solidario conocido por organizar los festivales contra el hambre 'Live Aid', que será un tipo pacifista, pero vaya broncas le echó en público a su orondo violinista con camiseta de rejilla. Geldof, elegante y estilizado con su camisa negra de lunares blancos, su melena cana, sus gafas de espejo verde y su mentado traje de alpaca brillante azul eléctrico (lo dijo él, pero parecía verde), lideró a un sexteto de folk rock que en 66 minutos interpretó 11 piezas variadas, desde los festivo a lo melodramático. Abrió con alegre folk céltico en plan los Pogues ('The Great Song Of Indifference'), facturó folk-rock vía Waterboys (no solo por el violín, por ejemplo en 'Walking Back To Happiness' con lírica a lo Ellliott Murphy-, o en 'One For Me' con deje Mark Knopfler-), blues-rock sombrío ('Sistematic 6-pack') e incluso góspel dylaniano ('Dazzled By You').
Se lució con rocanrol nuevaolero a lo Graham Parker que devino en opereta urbana como las del primer Springsteen (When The Night Comes, lo mejor de su buen bolo), evolucionó desde el rock ácido como haría Ian Dury hasta romperlo como John Lennon (Mudslide) y, claro, no olvidó su hit, coreado por la peña, conseguido con su primer grupo, los Boomtown Rats: I Dont Like Monday, muy solemne, algo Queen, con dos teclados, batería, violín, él y su guitarra a los coros («se nota que el público se la sabe», observó Pato). En el epílogo coló un popurrí blusero improvisado y con guiño a John Lee Hooker (boom-boom-boom-boom) y cerró con otro rock and roll grande a lo Parker / Springsteen (Rat Trap, también de los Rats), antes de dar gracias a Bilbao con el público dando palmas al unísono, apoteósico y agradecido.
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Luego actúo Graham Nash (74 años, inglés, ex The Hollies y Crosby, Stills & Nash), uno de los dos cabezas de cartel del sábado en el Music Legends Festival. Atrajo al Centro Ola BBK a centenares de aficionados que pagaron la entrada y se produjo cierta controversia: los fans quedaron encantados y los que no le conocen o siguen regalaron su indiferencia (aunque vimos a fans declarados suyos preferir conversar con chicas en la barra a atender el concierto en primera fila). Entre la subjetividad generalmente acrítica del fan (y mayor en el del veterano, del nostálgico), optemos como siempre por la objetividad profesional: Graham Nash actuó en dúo intimista, un formato insuficiente entre dos bandas eléctricas que le precedían y sucedían en el cartel, con lo que se sufrió un bajón de intensidad semejante al de David Lindley en solitario la víspera. «Pensad que hay una banda increíble tocando con nosotros», llegó a pedir Nash antes de tocar el tema que titula su nuevo disco, editado en abril.
Entrega emocionada
Y así, entre la entrega emocionada de las filas delanteras y la indiferencia del resto del recinto, Nash y su escudero, el guitarrista londinense Shane Fontayne (62 años, alquilado por Bruce, Sting ; «me siento afortunado por tocar con él», dijo al presentarle Nash), en 87 minutos interpretaron unas 18 piezas (la imprecisión se debe a los viajes a las barras), entre ellas muchos clásicos de CS&N entonados por buena voz por Nash: la hippie y feliz Marrakesh Express, la seria Cathedral, la insistencia en mostrar fe en que el mundo puede cambiar a mejor que es Chicago, o la dedicada a los profesores Teach Your Children, que cerró el concierto. Pero además hubo cierta lisergia flotante (I Used To Be A King), folk cósmico («qué bien canta», manifestó azorado un espectador de delante), nananás (Sleep Song), novedades de su último disco This Path Tonight (floja le quedó la que lo titula y blanda la otra, Myself At Last), mística oscura (Mississippi Burning), panteísmo (Back Home, dedicada al difunto baterista de The Band Levon Helm y que Nash cantó con CS&N en su gira de 2014) o una versión de los Beatles (Blackbird, de interpretación recogida, la segunda del bis triple).
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Acabó el Music Legends Festival con la actuación en quinteto de Jethro Tull (Luton, Bedfordshire, 1967), gran grupo del rock sinfónico instalado en los anales de la historia y marca reactivada por su líder, el flautista escocés Ian Anderson (68 años), al que entre otros acompañan dos músicos alquilados que también figuran en la alineación de Jethro Tull desde 2007 y son el teclista y el bajista. Conducidos por Ian Anderson, que hablaba teatral y barraquero, bailaba como un bufón medieval, soplaba la flauta con su típica pose sobre una pierna -como un flamenco, el ave, ¿eh?- y cantaba bien aunque en los agudos le apoyaba el bajista, estos Jethro Tull encantaron con razón al respetable, a esas horas en La Ola unas 2000 personas que desbordaban la ya molesta e inútil zona de butacas enfrente del escenario.
El volumen insuficiente, quizá solicitado por el propio grupo, es la única pega que se le puede poner a su concierto de 93 minutos para una quincena de piezas, con muchos cambios de ritmo y falsos finales. Jethro Tull abrieron con un folkie Living In The Past, el teclista se puso rudo a lo Deep Purple en Nothing Is Easy, y la peña mixta y atenta tarareó el folk medieval y creciente de Thick As A Brick, con Ian sobreactuando, como siempre ha hecho. El prog-rock se iba imponiendo, Ian presentó Mother Goose, abusaba del efectismo en los solos flautistas al soplar igual que sopla John Mayall la armónica, presentó irónico el solo de batería, el sinfonismo imperó en Fruits Of Frankenfield, el joven guitarrista Florian Opahle se cascó un punteo de clásica como si fuera un mercenario de Ozzy Osbourne (Tocata y fuga, así l tenían nominado en el setlist), y la cima de su show la alcanzaron con los riffs de Aqualung y la gente alterada. Quedaba el bis, que fue el Locomotive Breath abierto por solo de piano y luego con ritmos protoheavy. Bien Jethro Tull, quizá mejor de lo esperado, que no era poco.
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