óscar cubillo
Sábado, 11 de junio 2016, 17:13
Unas 500 personas acudieron este viernes al Centro OLA BBK para ver los cinco conciertos de la primera jornada de las dos del Music Legends BBK, que se celebra ahí para poner en el foco la labor que se desarrolla a favor de los discapacitados ... intelectuales, «para visibilizar a las personas con discapacidad intelectual que hacen uso de estas instalaciones», según rezaba un flyer que daban al entrar. El ambiente fue bueno (a pesar de las nubes amenazadoras no cayó una gota durante los conciertos y a las 8.11 de la tarde hasta se asomó un fugaz rayo de sol), los desplazamientos internos cómodos, la congestión nula, los precios inferiores a los de otros festivales (katxis de cerveza tostada a 6 euros, buenas salchichas alemanas a 3,50, por ejemplo), posibilidad de sentarse (un fotógrafo dijo que había 191 butacas ante el escenario, y también había muchas mesas bajo carpas y pórticos para tomar algo), la camaradería general y el estrés inexistente: al haber un único escenario, no había que correr de un lado para otro y tampoco se solapaban actuaciones ni ruidos de tablado a tablado.
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La china de abrir plaza le tocó a la chica del quinteto actuante del viernes, a la andaluza afincada en Cataluña Amparo Sánchez (46 años), ex Amparanoia. Al principio, si no llega a ser por los internos de la Ola y la multitud de periodistas y fotógrafos con txartelas colgantes de sus cuellos, habría habido unos diez espectadores de abono. Pero eso pasa en todos los festivales, por ejemplo en el Azkena, que retrasó sus horarios vespertinos porque no merecía ni abrir las barras ante la poca peña que veía los primeros bolos bajo el sol. Amparo Sánchez, ex reina del mestizaje manonegrista español y hoy reconvertida en cantautora fronteriza, lideró un quinteto con trombonista y en una hora interpretó unas once canciones (varias iban unidas) en ambiente alicaído y gris, como una suerte de ensayo o prueba de sonido casi.
Pero ella no se recogió, sino que se entregó todo lo posible hasta arrancar coros del escaso gentío mixto que tenía ante sí. Manufacturó rock fronterizo ('Seguiré caminando'), apuntó a la fiesta afrancesada ('El último cuarteto en París'), tuvo guiños manonegristas (listen to the beat), reconoció que era «una responsabilidad enorme y un honor abrir este festival con estos artistas», lanzó mexicanadas ('Que te den', muy huajalote ella), se arrimó al rollo flotante de Howe Gelb y Calexico ('Alma de cantaora'), logró su culmen con un rock sabrosón (Ella baila bembé), versionó a Chavela Vargas ('Tómate esta botella conmigo', ronca, grácil y también etérea a lo Howe Gelf), y se despidió con cumbia ('La parrandita de las santas').
Tomó el testigo el guitarrista californiano David Lindley (72 años), colaborador de Ry Cooder, Warren Zevon, Jackson Browne, etc. Más que por su chocarrera camisa con decenas de elvispresleys estampados, Lindley sorprendió porque actuó son solitario, sin banda, de modo demasiado introspectivo: estuvo sentado en el centro del tablado, muy retrasado, y no dejó de mirar a su guitarra y a su buzuki, ocultando los ojos bajo la visera de su gorra de camionero. Fue la suya una intervención cansina, de siete temas con voz nasal en 62 minutos, más propia del Musiketan, con un repertorio que paseó por el country, el folk (a veces exótico, moruno) y el blues, claro. La peña, sentada ante el gran escenario, habló bastante y localizó entre los espectadores a Graham Nash con una acompañante mucho más joven que él, a Elliott Murphy con su escudero Olivier Durand, y a los Corizonas charlando, bebiendo y dominando la escena desde un balcón de la zona VIP.
Luego, tras una mínima prueba de sonido ante el público, actuaron en el Music Legends Live Corizonas, esa entente cordial entre Los Coronas surferos madrileños y los Arizona Baby del indie-folk vallisoletano. En 14 temas y 71 minutos estrenaron su segundo disco, 'Nueva Dimensión Vital' (Subterfuge), donde se han pasado al castellano y han acabado, según ubicó el guitarrista Fernando Pardo en una presentación, «como Los Módulos mezclados con la Submarine Band». Y también hemos de decir que la voz del barbado cantante Javier Vielba remitió a Manolo García lisérgico y al navarro Cabezafuego en ese sector de la orfebrería pop. En septeto, con la trompeta ucraniana marcando líneas melodramáticas y tres guitarras que deberían explotar más en los punteos individuales (como después por la noche hicieron Los Lobos en La Ola), Corizonas, un tanto planos, elaboraron rock torero ('La cuerda que nos dan'), rock ácido como harían Los Burros (Vivir y no pensar), surf pistolero en plan Los Coronas cruzados con voz de película de James Bond ('The Falcon Sleeps Tonight'), una versión bailable del Supernaut de Black Sabbath (aquí Vielba se puso a tocar la batería a la vez que Loza, el empático baterista oficial), sicodelia setentera española como recrearía Señor Chinarro ('Yo quiero ser yo'), estampas de barrios chungos pucelanos ('Místicos en éxtasis') o country rock suave ('Run To The River').
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Como el respetable no reaccionaba demasiado, Vielba se puso agresivo y desafiante al espolearlo: que si estábamos apoltranados ahí sentados, que si estábamos muertos, que si nos habíamos tomados tranquilizantes, que si ese (y señaló a Pato) parecía un robot (es que estaba dando palmas de coña) Esto sucedió justo antes de tocar Todo va bien (con ese verso tan manologarcía de «qué bonita están poniendo la ciudad»), y Corizonas prosiguieron con más psicodelia ('Las paredes bailan'), defensas de los monumentos pucelanos ('Luces azules'; aquí eran las 8.11 y se asomó el único rayo de sol de la tarde gris), se salieron del setlist para añadir una alegre versión en italiano que levantó coros entre el personal ('Piange Con Me', de The Rokes unos ingleses afincados en Italia), y acabaron con rock palúdico ('I Wanna Believe') y el adiós con el mejor tema del lote: 'Nueva Dimensión Vital', lisérgico y místico él.
El cuarto nombre de los cinco que completaron el Music Legends Festival del viernes fue el primero recibido por el público con el interés que suscitan los cabezas de cartel. La peña abandonó sus asientos para recolocarse cerca del escenario, se puso con ganas a aplaudir y a jalear ('el puto amo' dijeron en lugares distintos), se olió más marihuana y se participó más del concierto del neoyorquino Elliott Murphy (67 años) en cuarteto, no en dúo con su escudero habitual, el francés Olivier Durand. Lo malo es que fue un cuarteto electroacústico y que apenas se oyó la guitarra solista de Olivier. Lo bueno es que en 62 minutos y 11 piezas funcionó de maravilla la alternancia entre los rocks y los lentos románticos con la lírica culta y evocadora del mejor letrista que ofició el viernes en La Ola.
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Por los rocks con coros optimistas y mucho roll citemos por ejemplo los rodados 'Sweet Honky Tonk' y 'I Want To Talk To You' (con Slliott soplnando la armónica), o la segunda interpretación de 'Last Of The Rock Stars', en cuarteto y trufada con el 'Shout' de los Isley Brothers, que montó más fiesta que en sus intervenciones habituales en el ciclo Musiketan de la Sala BBK. Y por la parte romántica, lenta, baladista, espiguemos el inicio a dúo melancólico con el mentado 'Last Of The Rock Stars', la sentimental y recogida 'You Never Know What You're In For', o la cima de la cita, 'On Elvis Presley's Birthday', un retrato del alma americana, un aspirante a clásico universal con épica reprimida, recitados en gradación y emoción creciente. Elliott dio el primer bis de la jornada, el 'Heroes' de Bowie, que le quedó demasiado alegre aunque fue celebrado por el respetable entregado, rendido ante su figura con melena rubia asomándose bajo el sombrero. Acabó su bolo y emplazó el roquero neoyorquino: «Os veo en enero». Ya, en el Musiketan. Hasta entonces, Mister Murphy.
Y con la noche ya caída sobre el Centro Ola BBK, salieron a escena Los Lobos, gestados en 1974 en Los Ángeles, California. Con sonido a veces atropllado y pocas luces en escena que frustraron a los fotógrafos y dejaron casi sin iluminar al guitarrista Cesar Rosas a la izquierda y al saxofonista Steve Berlin a la derecha (el único anglo del combo, ex The Blasters), Los Lobos oficiaron en sexteto con tres guitarras (solistas en los momentos sudistas) y se revelaron como un gran grupo de rock americano que ha trascendido desde el rock chicano, estilo palpable en la tanda en que David Hidalgo (el mejor guitarrista del día, qué punteos extraía a su Telecaster, y el mejor vocalista también: con qué emoción entona) se colgó el acordeón para tocar el rocanrol salpimentado con zydeco 'Let's Say Goodnight', la ranchera violenta, posesiva y machista 'Anselma' (hoy estaría prohibida, ja, ja) o un auténtico y emocionante 'Volver, Volver', coreado por el respetable en pleno. Paradójicamente, Los Lobos no hablan español, como es habitual en los hijos de inmigrantes chicanos. Sólo se saben las letras de las canciones y expresiones sueltas, como las que soltó esporádicamente Cesar Rosas: «amado público», «muchas gracias, España» o la farsante «como decimos en México».
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Los Lobos tocaron 18 piezas (incluyendo el popurrí con el 'One Way Out' de Elmore James vía los Allman o el 'Papa Was A Rollin Stone') en 94 minutos variados y con momentos muy intensos y abarcadores. Cubrieron desde lo hispano hasta lo anglo con la misma autenticidad. Tocaron desde cumbia (dos cayeron: 'Chuco's Cumbia' en plan los Blazers y después 'Yo canto' a mi patria, a mi gente, a mi madre, a mi padre y hasta al presidente, este ritmo suave, que me hace bailar, a todas las chicas qué bonitas las pongo a gozar) hasta 'La bamba' que llevaron al número 1 mundial en 1987 o el rock chicano a lo Chingón,
y por la otra faceta también de empoderaron del rock sudista guitarrero, del soul, de boogie febril en un instrumental, del rockabilly swing (su clásico 'Dont Worry Baby', donde flojeó el sonido), del rock and roll urgente y rasgado ('Más y más', en spanglish, de lo mejor de la velada), del rock palúdico ('The neighborhood') Muy buen bolo lobuno. Grandes Los Lobos por siempre. Por cierto, estuvieron siguiendo el concierto desde el lateral derecho del tablado David Lindley durante casi todo el rato y a veces Graham Nash.
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