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francisco apaolaza
Viernes, 22 de abril 2016, 02:23
Desde los albores del género, cientos de miles de humanos han soñado con ser estrellas del rock. Quizás si se hubieran leído este libro, no hubieran soñado tanto. Se llama El Sargento Pepper nunca estuvo allí (Lunwerg editores), lo escribe el locutor y productor Julián Ruiz (Murcia, 65 años) y le saca los colores al business. Detrás de la pátina brillante de sonrisas y mundos perfectos, hay tipos arrepentidos, ansiosos, cobardes y una realidad de miseria. «La música es la vida y la realidad supera la ficción. Hay sexo, hay drogas, hay ambición, hay ansiedades, los mismos males que en la vida. La música es la vida», explica el autor, voz histórica de Plásticos y Decibelios, además del productor de leyendas como Alaska y los Pegamoides y Tino Casal.
Detrás de las notas, los tonos y las guitarras hay un mundo imperfecto y feroz que Ruiz retrata a través de medio centenar de historias, muchas desconocidas. Hay tipos que llevaron bien el éxito, como Bob Dylan o los Stones, y otros a los que la fama los destrozó. En este segundo grupo aparece un Elvis Presley gordo y empastillado al que no le cabe ni siquiera la ropa del escenario, abandonado de sí mismo. «En la última actuación se le rompen los botones», recuerda Ruiz. Hay un momento en el que La Pelvis es el ídolo de Occidente, pero en realidad aborrece la fama y se arrepiente de las cosas más nimias, por ejemplo de no poder pasear a su hija en carrito por la calle o de no poder sentarse en una terraza a invitarla a un helado. Elvis odiaba el olor de su cuerpo sudoroso y pasado de kilos y por eso se embadurnaba de colonia. En sus últimos años, coqueteó con cierta obsesión por la necrofilia que lo lleva hasta las morgues de Memphis para saber más de los procesos de embalsamamiento. Cerca de las cumbres del éxito siempre aguardan los precipicios.
De todos los personajes a los que ha tratado, se llevó un chasco con algunos. Quizás el más grande fuera el de Dylan, al que conoció en 1990 en el lujoso Alfonso XIII de Sevilla y al que estrecha «una mano floja y viscosa». En el libro también rememora el día en que emborrachó, junto a Springsteen, a Frank Sinatra a base de Jack Daniels en su 80 cumpleaños. El texto está escrito sin medias tintas. A Yoko Ono la describe como «una maniática resentida» que mantuvo a Lennon cinco años semisecuestrado en el piso del edificio Dakota. Lennon quería grabar otro disco para salir de allí, cuando lo mataron.
Triángulo amoroso es una expresión que se queda muy corta para algunas historias. Julián Ruiz cuenta la de Eric Clapton, que estaba perdidamente enamorado de Pattie, la mujer de George Harrison. La intentó conquistar varias veces. El beatle se solía acostar con la mujer de Ringo Star, Maureen, y se cuenta que Pattie los había tenido que sacar de la cama en alguna ocasión. Cuando Clapton y Harrison tocaron juntos en Liverpool, Pattie se llevó a su hermana Paula de 17 años. Harrison (al que John Lennon acusaba de incesto), propuso a Clapton que durmiera con Pattie mientras él se quedaba con su sobrina. Al final, se rajó y el que se quedó con ella esa noche fue Clapton. Paula terminó viviendo con Clapton, pero éste se fue encerrando cada vez más en su mundo de alcohol y drogas. Entonces conoció la historia de un tipo derrotado y enamorado de la mujer de otro hombre poderoso... y compuso Layla.
Bardot masturbándose
- ¿Quién fue su icono perfecto?
- David Bowie era el hombre más inteligente que he conocido en toda mi vida, un genio. Igual es que he conocido poco.
Hay en el volumen escenas deliciosas. Para grabar Je taime, moi non plus, ese himno sexual, Serge Gainsbourg quiso que fuera realista y tiró de su mito erótico. Él y Brigitte Bardot se juntaron en un estudio y para que sus voces y gemidos resultaran lo más creíble posible, cuentan que se masturbaron y se grabaron. Después, eufórico, Gainsbourg entró en un restaurante de París gritando que tenía la canción perfecta para hacer el amor a Bardot. Ella se echó atrás y el pleito duró un par de meses, así que el cantante grabó una versión similar con Jane Birkin. Bardot daría su permiso para que se publicara la original años después a cambio de que se donaran los beneficios a una de esas organizaciones animalistas que amadrina.
- ¿Quién de todas esas estrellas le hubiera gustado ser?
- La música siempre ha sido un espacio en el que ha sido difícil y tortuoso vivir. Hoy en día, el 94% de los trabajos acaban en fracasos. No me hubiera gustado ser ninguna de esas estrellas. Bastante tengo con ser yo mismo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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