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César Coca
Jueves, 14 de abril 2016, 00:50
Los encargados de poner la música en las ceremonias lo saben bien: hay temas que encajan a la perfección en algunos actos y resultarían inadecuados por no decir ofensivos en otros. A nadie se le ocurriría que, mientras la novia avanza por la nave central ... de la iglesia, del brazo del padrino, y su futuro esposo la espera junto al altar, sonara en el órgano una versión del 'Dies Irae' del 'Réquiem' de Mozart. Salvo que quien la ha elegido pretenda que aquello acabe como el rosario de la aurora.
Parece algo tan evidente que no necesita ser explicado. Pues no siempre es así. Y si no que se lo cuenten a los directores de cine, que con frecuencia recurren a partituras clásicas para algunas escenas radicalmente distintas. A continuación se dan tres ejemplos con obras clásicas muy célebres, que han sido incluidas en escenas de películas también famosas y que nada parece relacionarlas: ni la temática, ni el género, ni el tono general.
Concierto para piano y orquesta Nº 2 de Rachmaninov
Uno de los grandes conciertos pianísticos, de un lirismo arrebatador, repleto de melodías inolvidables. Una obra intensa, dramática por momentos -ese comienzo con un solo del piano-, que obliga al intérprete a un despliegue técnico muy importante. Esa obra encaja muy bien en el tristísimo final de 'Breve encuentro' (David Lean, 1945), basada en una obra teatral de Noel Coward. Narra la efímera relación entre un médico y una mujer casada que coinciden en un tren. Es la historia de un amor imposible cuyo final es necesariamente doloroso. Es justo en los últimos minutos del filme, en la despedida de los dos amantes en la cantina de una estación de tren, cuando suena el concierto de Rachmaninov, que se prolonga hasta el momento mismo en que la mujer sale corriendo hacia las vías para saltar al paso de un convoy que se acerca. La escena -inevitable la comparación con 'Anna Karenina'- está reforzada con esa música. Lo ven aquí.
Diez años después, a Billy Wilder no debió de parecerle que el concierto de Rachmaninov fuera tan dramático. De hecho, lo usa en una escena muy diferente, en el transcurso de una de las más brillantes comedias del Hollywood clásico: 'La tentación vive arriba' (1955). Al comienzo del filme, el protagonista, que ha enviado a su mujer y su hijo a pasar unas vacaciones fuera de la ciudad, descubre que en el piso de encima del suyo vive una ingenua y bella joven (Marilyn Monroe, que protagonizará en este filme la escena mítica sobre el respiradero del metro). Cuando la chica le anuncia que va a bajar a su casa porque allí están más frescos, Richard el personaje interpretado por Tom Ewell lo prepara todo para crear un ambiente seductor. Eso incluye la música: el Concierto para piano y orquesta Nº 2 de Rachmaninov. Incluso tiene un sueño en el que él es el pianista y mientras está sentado al teclado interpretando la obra aparece Marilyn vestida como si fuera a la ceremonia de la entrega de los Oscar. Lo tienen aquí, a partir del minuto 23.
'Claro de luna' de Debussy
Una obra que a su manera cambió el rumbo de la música. Pieza fundamental en el arranque del impresionismo musical, ha sido versionada de mil maneras: como pieza de cámara, orquestal, melodía de jazz y, como saben los lectores en 'En agosto nos vemos', el relato inconcluso de García Márquez, incluso cantada.
En la escena final de 'Frankie y Johnny' (Garry Marshall, 1991) el locutor de un programa de radio que ha aparecido en la película en algún momento, pone el disco con esta pieza pianística. Amanece y después de muchas dudas y temores, Frankie (Michelle Pfeiffer) y Johnny (Al Pacino) están juntos. Mientras suena la obra, y Frankie se cepilla los dientes asomada a la ventana, la cámara va entrando en las casas de la vecindad para sorprender a los secundarios de la trama en ese momento del comienzo del día. Una música de un lirismo suave para un final moderadamente feliz. Aquí pueden verlo (y oírlo).
Podría pensarse que una obra así encaja muy bien en un filme como el de Marshall pero desentonaría en una película de acción. Pues no. 'Ocean's eleven' (Steven Soderbergh, 2001) narra el robo en un casino de Las Vegas, en una complejísima operación para burlar todos los sistemas de seguridad. En una de las últimas escenas, mientras los ladrones se van con tranquilidad y disimulo del casino, suena de fondo la pieza de Debussy. Si no se lo creen (no es fácil de asimilar, lo comprendo), aquí pueden verificar lo que les digo.
'Bolero' de Ravel
Una obra muy célebre, que nació como ballet para Ida Rubinstein aunque lo más habitual hoy es que se interprete como obra sinfónica en una sala de conciertos. La repetición obsesiva del mismo tema, hasta una veintena de veces, confiere un carácter muy especial a la partitura. Dudo que ningún aficionado dijera que se trata de una música dramática; más bien lo contrario. Ravel parece jugar con los oyentes, preludiando experimentos de vanguardia que se concretarán no muchos años después. Y, sin embargo, aparece la obra como música de fondo en 'Rashomon' (Akira Kurosawa, 1950), que es la historia del asesinato de un samurai en el siglo XII. Pueden comprobarlo al menos en dos momentos del filme, en los minutos 7:50 y 40.
El uso que Kurosawa hizo de esta música fue muy consciente porque fue él quien pidió a Fumio Hayasaka, autor de la banda sonora, que incluyera un arreglo de esa pieza en esos momentos concretos del filme. Una decisión sin duda arriesgada. Frente a eso, el uso que Blake Edwards hace del 'Bolero' en '10, la mujer perfecta' (1979) parece más convencional. Aquí está de nuevo el bueno de Ravel sonando en este caso como música diegética: el personaje encarnado por Bo Derek pone el disco en la habitación del hotel en el que se aloja y se desnuda ante un fascinado Dudley Moore que parece paralizado por la belleza de la joven mientras suena la misma melodía una y otra vez.
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