Borrar
Jonas Kaufmann.
El divo que embelesa a Merkel

El divo que embelesa a Merkel

El tenor alemán Jonas Kaufmann, de 46 años, hace justicia lo mismo a Verdi que a Wagner con un desparpajo y derroche de testosterona que le ha permitido auparse al Olimpo de la lírica. En junio cantará en el Palau de la Música de Barcelona

Isabel Urrutia

Miércoles, 2 de marzo 2016, 21:43

Es sabido de buena tinta que Angela Merkel alemana del Este de pura cepa, educada bajo la égida de la URSS se ha prestado a darle clases particulares de ruso para que se anime a cantar, de una vez por todas, las óperas de Chaikovski. Y se rumoreaba que Madonna lo invitó a cenar en cuanto supo que había roto con su mujer porque acariciaba la idea de compartir escenario (y lo que se terciara) con uno de los divos más guapetones del momento. Dimes y diretes abundan con este hombre. Lo cierto es que el tenor Jonas Kaufmann (Múnich, 1969) es el nuevo objeto de deseo en el mundo de la lírica.

Kaufman y Anna Netrebko subiendo la temperatura en un concierto al aire libre en la Königsplatz de Múnich. Cantan el dúo 'Oh, soave fanciulla', de 'La Bohème'.

Tras su cancelación en enero, en vísperas de su recital en el Teatro Real de Madrid, se espera con ansia y zozobra la actuación que de momento está prevista para el 9 de junio en el Palau de la Música de Barcelona. ¿De verdad cantará? ¿No volverá a sufrir una sinusitis aguda? ¿Le tendrán que operar de otro quiste en el tórax? ¿Cogerá frío? Vaya disgustos que da a sus fans, siempre con el corazón en un puño. Hace dos años dio la espantada en la Ciudad Condal y dejó a todos compuestos y sin novio. Ahora los afortunados que tienen entrada la de hace dos años es válida para este recital ya han empezado a deshojar la margarita porque se mueren de ganas por escuchar los Lieder de Schumann, Wagner y Liszt que interpretará con acompañamiento de piano. Un programa para paladares finos y con debilidad por las angustias centroeuropeas, así que nadie espere napolitanas o boleros.

«Es alemán pero parece italiano. ¿Qué más se puede pedir?». Con alguna pequeña variante, es lo primero que alcanzan a expresar en caliente, a la salida del teatro, los devotos del divo germano más popular desde los tiempos de Fritz Wunderlich (1930-1966), un ídolo en su época que murió a los 35 años en un accidente doméstico, al caerse por las escaleras de la casa de campo de un amigo y desnucarse. Tenía una voz gloriosa, de las que te quitan el hipo. Escuchen su versión de 'Granada' (¡en alemán!) para comprobarlo. Ahora bien, todo hay que decirlo, Kaufmann prefiere compararse con Franco Corelli... Una temeridad porque vean ustedes el vídeo todavía nadie ha podido, ni remotamente, alcanzar el esplendor estético y vocal del tenor nacido en el puerto de Ancona. No hay palabras.

Donde Kaufmann sí le gana la partida a Franco Corelli es en el repertorio, mucho más amplio y con vistas a seguir creciendo. Salvo las óperas rusas a expensas de que Angela Merkel le eche un cable, domina los principales roles del catálogo italiano, francés y alemán. O sea, que no se le resiste ni Verdi, ni Massenet, ni Wagner, y todo gracias a esa voz broncínea y cálida, que maneja a placer y clava los agudos como puñales. Y encima le cae bien a todo el mundo, porque es simpático y dicharachero, sin asomo de arrogancia ni paranoias. Ya nadie se queda estupefacto cuando se le ve entrar en los ensayos luciendo bermudas rosas o rechaza una limusina con guardaespaldas incluido.

Kaufmann prefiere un coche de alquiler para ponerse él mismo al volante, no en vano en su época de estudiante de canto se ganaba un buen dinerillo extra como chófer de BMW. Le encanta conducir. Se muestra cauto en todos los órdenes de la vida y no siente necesidad de apretar el acelerador para, en sus palabras, «sentirme más macho de lo que soy». Va camino de cumplir 47 años, está divorciado, tiene tres hijos y se encuentra en la cresta de la ola. No se le escapa que la mejor edad para un tenor arranca con los 40 y termina con los 50. Es la norma general con sus excepciones, claro y más vale estar preparado psicológicamente para cambiar la marcha y no perder el rumbo de la fama.

De momento ya tiene previsto hincar el diente a un rol tan exigente (en lo vocal y en lo dramático) como el Otello de Verdi. Ojo al dato: la cita será en 2017, dentro de la temporada de la Royal Opera House de Londres. Todo un reto porque la sombra de Plácido Domingo es alargada. Muy pocos tenores han llegado a identificarse de tal manera con el moro de Venecia. Un personaje que, carcomido por los celos, termina estrangulando a la mujer que ama para luego sin darse ni un respiro clavarse un puñal en el corazón y pedir un último beso antes de expirar.

El tenor alemán compartiendo escenario con Plácido Domingo, en 'Dein ist mein ganzes Herz'.

Domingo es una referencia ineludible en esas lides, máxime cuando se presume de tener una voz parecida a la suya. Y la verdad sea dicha: Kaufmann provoca un efecto similar a Domingo. Cada vez que hincha el pecho en el escenario y se desfoga, suena rotundamente viril, ampuloso y hasta trompeteante. Véanlo aquí, como Manrico en 'Il trovatore', en un aria tan infernal como 'Di quella pira'. No está en plenitud de facultades pero echa el resto.

Dándolo todo en el aria 'Di quella pira' de 'Il trovatore'.

Pobre chico afónico

Desde que en 1996 empezó a reajustar el chorro de su voz, no ha parado de ganar en densidad y dulzura. Igual que el chocolate a la taza puede llegar a producir adicción. Cuesta creer que al principio de su carrera se reprimiera mal aconsejado para interpretar única y exclusivamente papeles 'light' como, por ejemplo, el Conde Almaviva de 'Il barbiere di Siviglia' o Alfredo en 'La Traviata'. No habría cambiado de no ser porque un día se quedó sin voz. Tal cual. Estaba en mitad del tercer acto de 'Parsifal' cuando se quedó afónico delante del público del teatro de Saarbrücken, capital del Sarre, en la frontera con Francia. Una temporada lírica de provincias, menos mal, pero la experiencia fue lo bastante traumáica para dejarle tocado.

Llegó a plantearse retomar los estudios de Matemáticas en la Universidad de Múnich, que había abandonado porque le fascinaban demasiado las bambalinas y las candilejas. Una atracción fatal: no había dejado de soñar despierto desde que le llevaron con siete años a ver su primera ópera, una 'Madama Butterfly' adaptada para niños. El pequeño Jonas no lo podía evitar: quería disfrazarse y hacer gorgoritos. Pero el pobre no las tenía todas consigo. En casa querían que fuera «un hombre de provecho» y por eso con el tiempo le aconsejaron su progenitor era agente de seguros que se licenciara en «algo fiable y estable, lo suficiente para mantener a una familia». Conclusión: empezó la carrera de Matemáticas. Una opción desechada a media res pero, sin voz y profundamente frustrado en un auditorio de provincias, ¿no sería lo más sensato dejar las partituras y volver a los algoritmos?

Para fortuna de los amantes de la ópera, en ese periodo de crisis y desaliento, se cruzó en su camino Michael Rhodes, un maestro de canto que lo encauzó por la senda más correcta para sus cuerdas vocales. Ahora Jonas Kaufmann se mueve en un repertorio heroico y dramático, donde tienen cabida lo mismo 'Carmen' que 'Lohengrin', sin olvidar 'La Bohème', 'Don Carlo' o 'Tosca'. Todas ellas son óperas que arrasan en taquilla y definen a un tenor que pelea en el circuito de los pesos pesados. Nada que ver con Juan Diego Flórez, otro gran tenor, que se ve obligado a limitar su repertorio a papeles más ligeros y como mucho se atreve a cantar en 'Rigoletto' o 'Lucia di Lammermoor' para demostrar que su voz ha ganado cuerpo.

Kaufmann con más colegas tenores, entre ellos Juan Diego Flórez. Una gracieta en un concierto benéfico que tuvo lugar en Viena.

Son tantas las diferencias de carácter y voz entre Kaufmann y Flórez, que muy difícilmente se animen a formar una versión actualizada de 'Los Tres Tenores' con Roberto Alagna como contrapunto. Ofertas no les han faltado pero el alemán siempre las rechaza. «No me interesa ganar tanto dinero... Llenar estadios no es lo mío», justifica el tenor muniqués. Parece que le gusta cultivar la faceta de hombre austero y miras elevadas.

De hecho, no se arruga a la hora de reconocer que reza «todos los días» y que no hay mensaje más actual que el Sermón de la Montaña, sobre todo la parte que dice 'Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados'. Un tipo muy claro y sin complejos, este Kaufmann. No se muerde la lengua ni cantando ni opinando. Razón de más para que se le aguarde con impaciencia en Barcelona. Si vuelve a cancelar por una sinusitis aguda, ya verán cómo se arma una buena. Quien avisa, no es traidor... Jonas, Jonas, cuídate, que el respetable arde en deseos de verte y escucharte.

Un hombre de recursos al que no descoloca olvidarse de la letra de la celebérrima aria 'Nessun dorma'.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo El divo que embelesa a Merkel