Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Isabel Urrutia
Lunes, 22 de febrero 2016, 17:58
Es como el león de la Metro. Un clásico fiero y entrañable. Ya de jovencito, le encantaba sacudir la melena y enseñar los dientes. Nunca ha reprimido los ramalazos de coquetería y tampoco las ganas de lanzar zarpazos a diestro y siniestro. «Soy napolitano y eso merece un respeto», recalca Riccardo Muti (Nápoles, 1941), cada vez más felino y engatusador.
El tiempo no domestica a los directores de orquesta, sobre todo cuando hablamos de uno de los grandes del siglo XX, un cruce entre el intimismo de Abbado y la marcialidad de Karajan, con el toque chispeante -las muchas veces que se suelta el pelo- de Carlos Kleiber. Todo un espectáculo. Hay que verlo para disfrutarlo. Todavía convaleciente de una operación de cadera, por un aparatoso resbalón en su casa en Rávena, se espera que no tarde en volver a la carga con la Sinfónica de Chicago. Es su director titular desde 2010 y los músicos beben los vientos por su perfil patricio. Como siempre, se les hará muy larga la espera.
No es la primera vez que Muti se ve obligado a guardar cama. En 2011 le implantaron un marcapasos tras desplomarse en pleno ensayo como consecuencia de un síncope. Se destrozó la cara por el impacto contra el suelo pero, cuatro semanas más tarde, ya estaba trabajando en la Ópera de Roma para sacar adelante un montaje de 'Nabucco' con motivo de la conmemoración del 150 aniversario de la unificación de Italia. «Los médicos me han asegurado que tengo estupendamente el corazón. Me han puesto un marcapasos como prevención, para evitar que mis latidos pierdan el ritmo», explicaba con una sonrisa maliciosa nada más salir del Hospital Northwestern Memorial de Chicago.
Tenía razones para estar contento. Durante su reposo había tramado un golpe de efecto que no tardaría en servirle para vivir un momento de gloria. Uno de tantos. Vean el vídeo que acompaña estas líneas y comprobarán que la épica no siempre desentona en el siglo XXI. Puede hasta sonar maravillosamente cuando lleva el compás un portento como Muti. Durante la representación de 'Nabucco' en la Ópera de Roma, el 12 de marzo de 2011, no solo ofreció un bis apoteósico de 'Va, pensiero' (una especie de segundo himno nacional en Italia), sino que aprovechó para leer la cartilla a Silvio Berlusconi.
'Va, pensiero' histórico el 12 de marzo de 2011. Muti pone en pie al público de la Ópera de Roma (delante de Berlusconi) para denunciar la degradación de Italia.
«El arte y la cultura italianos son nuestras mejores señas de identidad. Si no se cuidan y protegen, hablaremos de una patria 'bella e perduta'», exclamó Muti con voz tonante, en un guiño a la letra de 'Va, pensiero', que recrea el sufrimiento del pueblo judío bajo el yugo de Babilonia. Un dolor extensible a cualquier comunidad oprimida. En el palco de honor, mientras tanto, los asistentes pudieron ver a un Berlusconi con el ceño fruncido y la mirada turbia. Se la estaba jugando el bueno de Muti. Encantado de la vida, batuta en mano, mientras todo el público se ponía en pie como un solo hombre, al llegar a la estrofa de 'patria si bella e perduta' (patria tan bella y perdida).
¿Presidente de la República?
Baqueteado en mil batallas, ha comandado en calidad de jefe supremo el Maggio Musicale Fiorentino (1968-1980), las orquestas Philharmonia (1972-1980) y la de Filadelfia (1980-1992), así como la propia de La Scala de Milán (1987-2005). Lógico que se le vea tan enrocado en el podio, no sería de extrañar que terminara en el Palazzo del Quirinale como presidente de la República.
A finales de 2014, se barajaba su nombre como candidato pero finalmente se optó por otro sureño, Sergio Mattarella, un magistrado siciliano y demócrata sin tacha, que tiene su misma edad, 74 años, y ha liderado los ministerios de Educación y Defensa. Hombre muy pragmático (de centro derecha o izquierda, según las épocas), además de hermano de un político asesinado por la Mafia, parecía una opción más acertada que Muti, proclive a las explosiones de temperamento que no dejan títere con cabeza. Todavía escuecen en La Scala de Milán las heridas que dejó su marcha, en 2005, tras una etapa de máxima tensión. Eran constantes las peleas entre el gerente, los sindicatos, la orquesta, los directores de escena y el maestro napolitano.
Volaban los cuchillos y, aun así, el magisterio de Riccardo Muti se abrió paso para dejar el pabellón muy alto, con representaciones de óperas tan poco habituales como 'Lodoïska' de Cherubini, 'Ifigenia en Táuride' de Gluck y 'La Vestale' de Spontini. Se nota que le fascinan los caminos no trillados. Es un explorador y ratón de biblioteca, hiperriguroso -en la línea de Toscanini- y apegado a la partitura hasta el más mínimo detalle. Es un músico que no se permite ninguna licencia; ni alargar las notas ni sacarse agudos de la manga para epatar al respetable. Estudió Composición durante diez años, una bagaje que le permite valorar y respetar a rajatabla el trabajo de genios como Bellini, Wagner o Chaikovski. Si hay que suprimir el agudo final de 'La donna è mobile', pues se quita y santas pascuas porque no salió de la pluma de Verdi. Punto.
Fragmento del dúo final de 'Aida', de Verdi. Josep Carreras y Mirella Freni, con Riccardo Muti al piano (1982).
Brillante pianista, en más de una ocasión también ha acompañado a cantantes de la talla de Josep Carreras y Mirella Freni. Es una delicia verle acompasar la melodía a la respiración de cada artista, con pulso firme y elegancia, como si en ese preciso instante fuera Muti, y solo Muti, quien estuviera creando la música de la nada. Merece la pena escucharlo.
Plantón a Carlos y Camilla
Muy probablemente sea el último de una estirpe que seguía el consejo del maestro Vittorio Gui: «Queridos, sepan ustedes que se empieza a dominar nuestro oficio a partir de los 90 años». Dicho lo cual, albricias, porque todavía le queda mucho recorrido a Riccardo Muti. Es un hombre fuerte, que a estas alturas inspira películas de culto como 'La juventud', de su paisano Pablo Sorrentino, protagonizada por un director de orquesta octogenario que se emperra en dejar plantada a la familia real de Inglaterra. Hasta el final se mantiene el suspense. ¿Aceptará ponerse al frente de una orquesta para festejar el cumpleaños del marido de Isabel de Inglaterra?
Tráiler de 'La juventud', de Sorrentino.
No desvelaré el final de 'La juventud' pero sí les puedo confirmar que Riccardo Muti dejó a los Windsor con un palmo de narices. ¿Qué esperaban en el Palacio de Buckingham? Le habían pedido que dirigiera un concierto para celebrar el 60º cumpleaños del príncipe Carlos y, todavía más, pretendían que se plegara a todos los caprichos y gustos de la reina Isabel y su hijo. Conclusión: una semana antes del evento, en noviembre de 2008, harto de las imposiciones de la monarquía, el director napolitano rompió su compromiso. Tremendo.
Deprisa y corriendo, los asistentes de la familia real pegaron un telefonazo al director inglés Christopher Warren-Green, con más experiencia en tinglados cortesanos y una lealtad a la realeza sin fisuras. En fin. Ellos se lo perdieron... No sabían con quién se jugaban los cuartos. Riccardo Muti es un napolitano típico. Solo inclina la cabeza ante el altar de la iglesia y no tolera palmaditas en la espalda. Ya saben, admite confianzas pero sin exagerar. Como el león de la Metro, entrañable y fiero.
Brillante (y humorística) reflexión de Riccardo Muti sobre el arte de dirigir.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.