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Ana del Castillo
Miércoles, 3 de febrero 2016, 11:13
La simpatía nunca ha sido su fuerte. «La gente piensa que soy un cabrón despreciable, pero es solo porque me hacen preguntas de mierda». De este pelo es el carácter del señor Nicholas Edwars Cave. No van a escuchar nada más romántico de su boca, ... salvo en sus canciones, claro.
Su biografía, que se escribe desde la fecha de su nacimiento, 22 de septiembre de 1957, está salpicada de malas noticias, como el fallecimiento de su padre cuando tenía 19 años; una denuncia con tan solo trece por intento de violación; esnifadas de todo tipo de drogas; varias sobredosis; y la trágica muerte el pasado junio de uno de sus hijos gemelos, Arthur, de tan solo 15 años, al caer por un acantilado con LSD en sangre. ¿Quién puede sobrevivir a algo así? Nick Cave.
Si no conoce a este gran poeta malhumorado, un 'santo pecador', como lo bautiza Mat Snow en su recopilatorio de confesiones íntimas, este es un buen momento para acercarse, ligera o superficialmente, a él. Hágalo con cuidado, porque desenmarañar la vida y música de Cave en un solo día puede traerle graves consecuencias. Si le interesa, puede empezar viendo la recreación ficticia de su vida llevada al cine con la película '20.000 days on Earth'.
Nació en un pequeño pueblo de Australia, Waracknabeal, en el seno de una familia anglicana con estrictas creencias religiosas. Parecía un chico normal hasta que con 13 años, como les contaba, le acusaron de intento de violación y le expulsaron del colegio. El propio Cave explicó en una entrevista que solo se limitó a bajarle las bragas a una chica, pero sea como fuere, ese primer contacto con la justicia marcó un antes y un después en su vida. No obstante, lo que fracturó eternamente su existencia fue la muerte en accidente de tráfico de su padre. Aquella noche, como muchas otras, Cave dormía en el calabozo y su madre, una vez más, pagó la fianza. Una experiencia dolorosa que le llevó a hilar y dar un significado a las palabras que empezaron a flotar, a reunirse en su cabeza. «Todos tenemos la necesidad de crear y el dolor es una fuerza creativa», dijo el artista en un acto público en 1999.
Su época más dañina
A los 20 estaba totalmente enganchado a las drogas y había desarrollado esa habilidad innata para parecer siempre enfadado. «Abusé de la heroína. Durante esa época estaba fuera de control. Tengo dos facetas, una es constructiva, la otra tremendamente destructiva. Cuando emerge esa cara, me enfurezco con todo y con todos, y me niego a ver a nadie», cuenta el artista en la biografía 'Nick Cave & The Bad Seeds. Compartiendo las semillas', del escritor Jorge Alonso.
Ese mismo chico descontrolado de ojos azules y ceño fruncido era una fuente de creación, de arte, de música de culto. Entre las influencias que él mismo ha reconocido: desde Tom Jones hasta Van Morrison, y de Johnny Cash hasta los Stooges. Cave, empujado por las ganas de convertir sus tormentos en canciones, montó la banda Boys Next Door junto a dos colegas del coro del instituto: Mick Harvey y Rowland S. Howard. Tres años más tarde, y con ansias de llegar más lejos, se mudan a Londres como The Birthay Party con la pretensión de ser un grupo inteligente, distinto y agresivo. Allí ofrecen sus primeros bolos hasta ir a parar una noche al Moonlight Club, donde se encontraba entre el público el propietario de la discográfica 4AD, Ivo Watts-Russell, que se quedó prendado del desenfreno de la banda. Escuchen el tema 'She's hit' para hacerse una idea.
'El grupo más violento de Europa', ponía en los carteles anunciadores de su gira. Imaginen qué tipo de gente acudía a sus conciertos, «unos putos chiflados muy graves», según el propio cantante. Aunque todos tenían su hueco en The Birthay Party, la siniestra y rabiosa voz de Cave, ese tipo delgaducho de pelo negro, era lo que elevaba a la banda hasta el pedestal en el que él mismo se encontraba ejerciendo de sumo sacerdote ante su público. Obsesionado con la Biblia y las drogas, el poeta ofrecía un señero recital de música y desenfreno ante sus fieles difícil de superar.
Pero la misa duró poco. En el 83 la formación no resiste más y se rompe. Cave decide ir por libre y se muda a Berlín donde conoce a uno de los pilares de su iglesia: el tacticista musical Blixa Bargeld, con el que firmó una alianza que aún hoy sigue viva. Fruto de esa unión de genios nació Nick Cave and the Bad Seeds.
Un año después, la revista New Musical Express ponía por las nubes el primer trabajo discográfico de Bad Seeds, 'From her to eternity'. Algunos críticos describieron el tema del mismo nombre como la experiencia de doble filo más emocionante, erizante y sonrojante jamás vivida, mientras que sus detractores se limitaron a decir que era un gótico misógino que se las daba de interesante por ir siempre con traje. Pero Nick se reía tanto de las críticas que las hizo sonar en el dueto junto a Kylie Minogue en 'Where the wild roses grow', una parodia de sí mismo.
Las joyas musicales, las partidas de póker y las drogas no bastaban para satisfacer su desahogo. La redención, la religión y el poder de la palabra necesitaban un lugar de reposo: sus novelas, un claro ejemplo de que las letras rock pueden convertirse en poesía. Durante las tres décadas en el panorama musical, Cave ha construido un mundo literario de personajes violentos, dioses vengativos, armas y asesinatos. Perdió la virginidad narrativa con la obra 'Y el asno vio un ángel', le siguieron algunos otros relatos, y en 2009 publicó su segunda novela, 'La muerte de Bunny Munro' (Global Rhythm), escrita en autobuses y habitaciones de hotel.
Pronósticos fallidos
Hablar de la época de los 90 es hablar de un nuevo Nick Cave, engominado, apartado de las drogas y con un ritmo de creatividad acelerado. Comenzó a cohabitar con el resto de mortales para desarrollar su periodo más sosegado, que inspiró canciones tan delicadas como 'Hallelujah'.
Así nació el nuevo y mejorado Nick Cave, una leyenda viva contra todo pronóstico. Tan calmado llegó a estar que incluso se casó y tuvo dos gemelos con su esposa Susie Bick, Arthur y Earl, lo que le convirtió en un respetable padre de familia.
Pero la felicidad duró poco y la oscuridad reclamó de nuevo la atención de Cave. El pasado verano, Arthur se precipitó por un acantilado en la localidad británica de Brighton, lugar de residencia de la familia. Tras las pruebas forenses, los médicos dictaminaron que el menor, de 15 años, había consumido LSD. «Nuestro hijo Arthur falleció la tarde del martes. Era nuestro amado, hermoso y feliz niño», escribió el matrimonio en un comunicado.
Durante la primera sesión de investigación sobre la muerte de Arthur, Cave y su esposa tuvieron que abandonar la sala ante el dolor que suponía para ambos escuchar las lesiones que sufrió su hijo en la caída. Desde entonces, no se le ha vuelto a ver en público.
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