Isabel Urrutia
Jueves, 22 de octubre 2015, 01:39
«Vaya con los muchachos... ¡Cómo sudaban! Un contrapunto salvaje, primitivo... Muy bien, muy bien...». Es lo que comentaban dos viejos amigos, mientras se ajustaban el sombrero, a la salida de la Royal Opera House de Londres. Una noche de septiembre ideal, fresquita y bulliciosa ... en el barrio de Covent Garden. Y ahí estaban los señores, con un aspecto muy similar a los teleñecos Statler y Waldorf. ¿Se acuerdan? Sí, los cascarrabias que soltaban bilis y risitas en un palco de ópera. Todo un clásico. Ya pueden imaginarse la sorpresa de encontrarse con la réplica en carne y hueso. Existir, existen. Lástima que no fuera pertinente seguir sus pasos y montarse en el Rolls-Royce que se detuvo para recogerlos. Su conversación daba mucho juego.
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La opinión en voz alta de aquella entrañable pareja de camaradas era muy acertada. El despliegue de saltos espasmódicos y culebreos por el suelo dejaron al público turulato. La Hofesh Shechter Company, con sede en Londres, puede colgarse una medalla. Se trata de un grupo de danza contemporánea, radicado en Londres, que trabaja a las órdenes de... Hofesh Shechter, quién si no. Es un artista de 40 años, nacido en Jerusalén, que ha sudado sangre para montar una coreografía que no desentonara con el estilo moroso, íntimo y equilibrado de la ópera 'Orphée et Eurydice', de Christoph Willibald Ritter von Gluck (1714-1787). Muchos temían que el maridaje levantara sarpullidos.
En principio, hay tanto contraste entre la música del compositor alemán y la tropa de Hofesh Shechter como el que muestran estos aguerridos colegas pasado y futuro en la foto que acompaña estas líneas. De esa guisa charlaban en Londres a la salida del Museo de la Casa de Caballería, dispuestos a salir juntos para tomarse una cerveza. Hablando se entiende la gente. «No ha sido fácil, no. Los ritmos y la envergadura de la obra me resultaban ajenos. Nunca había trabajado en un montaje operístico. Pero lo hemos conseguido y, además, con unos profesionales de excepción: los English Baroque Soloists, el Monteverdi Choir y el director John Eliot Gardiner. Lo hemos dado todo para estar a la altura», contaba recientemente Shechter en una entrevista para la BBC, con los ojos cerrados y tremolando los brazos en el aire como un pajarillo.
No puede disimular su pasado. Ni de bailarín de danza folclórica israelí y contemporánea, ni de batería en una banda de rock. Inquieto y muy reflexivo, se ha lanzado a la aventura y ha conseguido hermanar la ortodoxia (los English Baroque Soloist tocan instrumentos de época) con la libertad más desaforada. Y todo ello, sin que falte la coherencia y el respeto por la música. Chapeau!
Un helado en el intermedio
La partitura de 'Orphée et Eurydice' es deliciosa, no dejen de escuchar 'J'ai perdu mon Eurydice' (versión francesa, que tampoco suena nada mal) en la voz del tenor Juan Diego Flórez, que debutaba escénicamente en el papel protagonista. Ya lo había grabado en disco bajo las órdenes de Jesús López Cobos, arropado por la Orquesta Sinfónica de Madrid, pero ahora le tocaba cantarlo en un teatro. Y arrasó en la platea. Le llovieron vítores y piropos. «Es guapísimo. ¡Qué planta!», ponderaban algunos aficionados en corrillo, mientras degustaban un helado es costumbre en el coliseo lírico de Londres en la barra de la cafetería.
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A los 42 años, el cantante peruano ha alcanzado el estatus de divo que se gana al público con solo sentarse en una silla. De hecho, así arrancaba el montaje concebido por Hofesch Shechter y John Fulljames (director asistente de la Royal Opera House). Nada más correrse el telón, se le veía sentado, encendiendo y apagando un farol, abrumado por la muerte de su amadísima Eurídice. Bastaba ese gesto hacer 'clic-clic' con el fanal para que el público se quedara prendado. Y lo mejor estaba por llegar: el descenso al inframundo de Orfeo, un personaje mitológico que puede amansar a las fieras al son de su lira.
Para los clásicos de la Antigüedad como Homero, después de la muerte no había ni castigos ni recompensas. Ni calderas con agua hirviendo, ni angelitos saltando de nube en nube. El Más Allá era la antítesis de la vida, es decir, un auténtico horror. Sin paliativos. Ya lo decía el fiero Aquiles: «Prefiero ser un esclavo entre los vivos que reinar entre los muertos». Razón de más para rescatar de la dimensión de ultratumba a la persona más querida.
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«Toda la obra gira en torno al sentimiento de pérdida y duelo. Por eso, la relación romántica entre Orfeo y Eurídice no es lo más importante. Lo fundamental es el desgarro, y eso lo sufres con la muerte de cualquier ser querido. Ya sea tu pareja o un amigo muy cercano», explica en una cafetería el tenor neoyorquino Michele Angelini, mientras sorbe un café con leche y se zampa un pastelito en un par de bocados. Son las doce del mediodía en Londres, hace un sol espléndido y para este artista de origen italiano-ucraniano ha llegado la hora de desayunar. La noche anterior le ha dejado sin fuerzas y no solo por la farra con los amigos. Lo agotador ha sido encarnar a Orfeo en el montaje de la Royal Opera House (una única función, entre todas las que cantaba Juan Diego Flórez) y sobrellevar con gallardía y voz firme toda la presión y habladurías del entorno.
Fueron muchos los despistados que acudieron al teatro con la ilusión de escuchar al cantante peruano. Y más de alguno se mostró contrariado y refunfuñón. ¿Quién era ese tal Michele Angelini? ¿Ya contaba con méritos suficientes para codearse con Juan Diego Flórez? Al término de la función, solo se escuchaban los aplausos. Y él, que aborrece la teatralidad y el sentimentalismo, no lo pudo evitar: hincó la rodilla en mitad del proscenio y se llevó la mano al corazón. El delirio.
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¿Es verdad que tiene envidia de las sopranos?
Por supuesto, me encantaría tener una escena de locura como las muchas que tienen ellas. La voz de mujer me apasiona. Es más, le confieso que para 'calentar' suelo entonar el papel de Zerbinetta (de 'Ariadne auf Naxos').
¿No se ha planteado pasarse a la cuerda de contratenor?
No, en absoluto. Yo, la verdad, si quisiera cantar como 'castrato', cortaría por lo sano y me dejaría castrar. Hay que ser auténtico, je, je.
Bueno, mejor hablemos de proyectos reales. En mayo canta en 'El barbero de Sevilla' dentro de la temporada de la ABAO. ¿Ilusionado?
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Sí, sí, claro. Ya estuve en Bilbao hace cinco años con 'L' italiana in Algeri'. Fue muy divertido y guardo un gran recuerdo. ¡Me encantaron los pintxos! Hay varios locales en Londres que también los ofrecen pero no es lo mismo. Prefiero lo genuino.
Usted, que empezó como fagotista, ¿cómo se define? ¿Músico o cantante?
Mmm. Me considero músico más que cantante. No entré en el mundillo de la ópera porque me gustara el teatro o interpretar a un personaje en el escenario. Lo que me apasiona es la música.
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¿Es verdad que no le gusta nada 'La Bohème'?
Cierto. El tercer acto es sublime pero, buuuf, el primero y el segundo son insufribles. Muy mal estructurados. Dan ganas de que Mimì (la soprano) se muera de una vez... Todo el rato tosiendo y sufriendo... Yo le diría, 'venga, chica, venga, desaparece de una vez'. Un aburrimiento.
¿Es consciente de que muchos aficionados le odiarán por esas palabras?
Ya, debe de parecer una blasfemia. Igual soy el único tenor que detesta 'La Bohème'. Así es la vida. Siempre hay alguien que se sale de la norma. Eso no es malo, ¿no?
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