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Isabel Urrutia
Martes, 6 de octubre 2015, 02:18
Quien más, quien menos, sabe que hay dos naves llamadas Voyager 1 y Voyager 2 pululando más allá de la estratosfera, troposfera y la mesosfera. ¿Han cruzado o no el sistema solar? ¿Hemos perdido contacto con ellas? ¿Las han interceptado los extraterrestres? Allá por 1977 ... se lanzaron desde Cabo Cañaveral con la misión de explorar Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
Hasta ahora les ha ido francamente bien en sus pesquisas interestelares pero ustedes disculpen no entraré en demasiados detalles para no estrellarme contra la Puerta de Tannhäuser, no vaya a ser que me pierda más allá de Orión, que diría el replicante de 'Blade Runner'. Solo me permito añadir que a estas alturas la primera nave la más rápida ha alcanzado una velocidad de más de 57.600 kilómetros por hora y se encuentra a unos 19.726 millones de kilómetros de la Tierra. Dicho lo cual, vayamos a lo nuestro.
Voyager 1 y Voyager 2 llevan en su interior un disco (de pátina dorada y doce pulgadas) con una selección de música clásica. Poco más de media hora en un registro de 90 minutos que se completó con temas folclóricos (de Senegal, Zaire, Australia, México, India...), saludos en 55 idiomas (incluido el latín y griego antiguo) y sonidos tan sugerentes como el chasquido de un beso, las pisadas de un elefante y el traqueteo de un tren. Un popurrí al que no le faltaban 116 fotografías, desde un óvulo fecundado a la Gran Muralla China y un enjambre de abejas. La guinda llegó con el registro de las ondas cerebrales de la futura tercera mujer de Carl Sagan.
Un comité de la Universidad Cornell de Nueva York que presidía el reputado astrofísico se encargó de los contenidos del disco. Y por lo que respecta al repertorio clásico, no estuvieron muy finos... Para empezar, vetaron a los intérpretes y directores de orquesta (como Furtwängler y Karajan) sospechosos de haber simpatizado con el régimen del III Reich. También a los compositores antisemitas (léase, Wagner) pero luego resulta que se les coló Kurt Waldheim exmiembro de la división paramilitar del partido nazi y oficial de Hitler en Salónica con un discurso que defendía los Derechos Humanos, la paz y los buenos sentimientos.
Herr Waldheim fue secretario general de las Naciones Unidas entre 1972 y 1981, además de presidente federal de Austria de 1986 a 1992. Contaba Carl Sagan en el libro divulgativo 'Murmullos de la Tierra' que el diplomático le envió unas líneas "tan sentidas y bien escritas" que se vio obligado a incluir en el disco la voz de Waldheim leyendo el texto. El entonces titular de la ONU nacido muy cerca de Viena y gran melómano siempre tuvo el don de la oportunidad. Sabía arrimarse al poder y puede que le tentara la idea de hacerse oír por los extraterrestres.
Lo cierto es que era un tipo con buena estrella. A pesar de ser sospechoso de complicidad en crímenes contra la humanidad, consiguió irse de rositas a finales de los años 80 porque un comité internacional de historiadores a petición del Gobierno austriaco indagó en su biografía y no halló "nada concluyente".
Escuadra germano-anglófila
Sigamos tirando del hilo... En la selección de piezas lanzadas en las sondas Voyager 1 y 2 se apostó por Bach, Beethoven, Mozart y (para no limitarse al ámbito de habla alemana) se incluyó tanto a Stravinsky, un ruso exiliado en Estados Unidos, como a Holborne, un inglés del siglo XVI. Se nota que la facción germano-anglófila pegaba fuerte. Y por si no quedaba claro, se recurrió a las batutas de Igor Stravinsky, David Munrow, Wolfgang Sawallisch, Karl Richter y Otto Klemperer. Una vez más, la escuadra germano-anglófila se encargaba de abrir brecha. ¿Por qué no se admitió en la lista de directores a un genio como Toscanini? ¿Cómo se explica que prescindieran de un compositor de la talla de Debussy? Italianos y franceses tendrían razones para refunfuñar.
Primer movimiento del Concierto de Brandeburgo nº 2, de Bach.
Gavotte en rondeau de la Partita nº 3 para violín, de Bach.
Aria 'Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen' de 'La flauta mágica', de Mozart.
Danza del sacrificio de 'La consagración de la primavera', de Stravinsky.
Primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beeethoven.
Cavatina del Cuarteto de Cuerda nº 13, op. 130, de Beethoven.
'The fairy round', de Anthony Holborne.
Entre los intérpretes, se abrió un poquito más la mano. En el disco nos encontramos con el pianista canadiense Glenn Gould, la soprano alemana Edda Moser, el violinista francés Arthur Grimaux y el Budapest String Quartet. Nada que objetar pero no dejan de sorprender las ausencias. Ni siquiera se acordaron de Pau Casals, el único músico que sonaba a todos los miembros de la ONU; no en vano entre 1958 y 1971 se había convertido en un habitual de la Casa Blanca y los pasillos de la sede de Naciones Unidas en Nueva York.
"Demócrata y pacifista a ultranza". "Fervientemente catalanista y monárquico hasta la médula". Así se definía a sí mismo el chelista de Tarragona. Nunca defendió la independencia de Cataluña y caía muy bien en los foros internacionales. ¿Por qué no se contó con él para la antología? Misterio. Algunos, como Carl Sagan, llegaron a decir que "sus grabaciones eran de pobre calidad". Tronchante. No hagan caso. Si se compran la caja de siete CD's (sello EMI) con trabajo de Casals desde Bach a Elgar, pasando por Haydn, Schubert, Mendelssohn... seguro que disfrutan como cosacos. Y lo mismo con las sonatas de Beethoven, que se hallan en el catálogo de SONY.
Suite nº 1 para chelo de J. S. Bach, con un Pau Casals formidable de 77 años. Se grabó en la la abadía de San Miguel de Cuixá en los Pirineos Orientales (1954).
Llegados a este punto, conviene recordar que el productor del disco de las naves Voyager era Timothy Ferris, licenciado en Periodismo, experto en Astronomía, editor de 'Rolling Stones' y amigo de Carl Sagan. No dudamos de que se tomó muy en serio su labor, tal como se desprende del citado libro 'Murmullos de la Tierra' pero seamos sinceros al final nos quedamos con las ganas de saber cuántos profesionales de prestigio internacional dieron el visto bueno a la selección. Solo consta que Sagan estaba obsesionado con Bach y Beethoven. Vaya. ¿Era él la máxima autoridad en la materia?
Tampoco Bob Dylan
Con el tiempo, Timothy Ferris ha terminado reconociendo que sufrieron "presiones políticas". Como muestra un botón, algo chusco, eso sí: algún gerifalte de las altas esferas llegó a pedir que incluyeran canciones celtas porque la familia de Tip O'Neil, portavoz del Congreso de EE UU en 1977, había emigrado de Irlanda. En este caso se permitieron el lujo de no obedecer. En cuanto a la música 'no clásica' que lógicamente también se grabó la balanza se inclinó a favor de Chuck Berry, Blind Willie Johnson y Louis Armstrong. Los tres, afroamericanos. Bien es verdad que se barajó a Bob Dylan pero, en última instancia, se descartó porque "las letras eran muy complicadas". Oh, sorpresa. ¿No se supone que pretendían contactar con vida superior inteligente? ¿O acaso los alienígenas son por definición unos negados para la poesía?
Quién sabe cómo serán los extraterrestres... Yo creo que les gustaría Richard Wagner. Más que nada por afinidad interestelar con el compositor de Leipzig, que nunca estuvo a gusto en este mundo. Muy pronto dio muestras de ambiciones cósmicas y trágicas. Salvando las distancias, sería capaz de sintonizar con Darth Vader y hasta E.T. Su talante y escritos antisemitas no deberían convertirlo en un proscrito, ni en el planeta Tierra ni más allá del sistema solar. Obras como 'Tristán e Isolda', 'Parsifal', 'Tannhäuser' o la tetralogía de 'El anillo del nibelungo' tienen muchísimos mas méritos que la voz de Kurt Waldheim para llegar a los confines del universo.
Escuchen, escuchen el coro de los peregrinos de 'Tannhäuser'. No hay terrícola (o marciano) que se resista.
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