Colisión de estrellas

La reunión tuvo lugar el 27 de agosto de 1965. El cuarteto de Liverpool se encontraba de gira por Estados Unidos y esos días se alojaba en la mansión angelina de Zsa Zsa Gabor. Elvis también se hallaba en la ciudad, rodando una película en Hollywood. Su manager, el famoso coronel Parker, tuvo entonces la feliz idea de reunirles, atendiendo de una vez las reiteradas peticiones de los Beatles que, como recordaría más tarde Paul McCartney, le habían rogado durante un año que le procurasen una cita con su ídolo, recibiendo únicamente un puñado de discos y de merchandising enviado por la oficina de Parker.

La entrevista discurrió en medio de un absoluto secretismo. Los equipos de Elvis y de los cuatro de Liverpool habían acordado que no habría ni fotógrafos ni periodistas a petición de estos últimos. El grupo estaba ya más que harto de que cualquier acto en el que participase terminara rodeado de cámaras y micrófonos. Aquí buscaban una reunión rigurosamente personal.

Los Beatles, en una imagen a su llegada al eropuerto de Barcelona en 1965. / R.C.

Y así fue. El coronel envió tres limusinas negras a buscar al cuarteto y los condujo hasta la casa donde residía Elvis. Ellos iban en una de ellas; su séquito personal y ayudantes de gira, en las otras dos. McCartney recuerda que en el coche reinaba el nerviosismo y que los cuatro se pasaron el trayecto riendo y fantaseando sobre el encuentro. De hecho, aquella fue la primera ocasión en varios años en que rieron tanto y con tanta franqueza todos juntos, según el propio McCartney.

Al llegar a la mansión de Beverly Hills, los Beatles se encontraron al 'rey' en una inmensa habitación provista de barra de bar, mesa de billar, una máquina de discos, un televisor de enormes proporciones, muchas botellas y un equipo de luces de color que daban a todo un ambiente de "club nocturno". También había más de una docena de miembros de la famosa 'mafia de Memphis', un grupo de amigos, asesores, parásitos varios y guardaespaldas que viajaban con Presley desde su ascenso a la fama. Hay quien dice que esta guardia pretoriana no sólo se encargó de protegerle, sino que fue también la que le llevó al declive en sus últimos años al procurarle todos los narcóticos que el artista pedía.

La cita empezó mal. Densa. Elvis estaba a su aire y los cuatro famosos de Liverpool se habían quedado poco menos que petrificados. Unos minutos de charla de ascensor. Bastantes silencios. Nadie sabe con exactitud qué pasaba por sus cabezas los protagonistas nunca hablaron demasiado de aquel encuentro, pero hay teorías de todo tipo. Desde que se sintieron arrollados por el peso de sus propias leyendas hasta que la abundancia de acompañantes impidió cualquier acercamiento o una conversación mínimamente profunda.

También se alude a un posible ruido de fondo nunca confirmado: los cuatro británicos se habían bebido a tragos las canciones de Elvis durante su juventud más temprana, pero ahora le verían entregado a Hollywood y las baladas más blandas, mientras el artista de Memphis no terminaría de aceptar a aquellos cuatro individuos que habían llegado a la fama en tan poco tiempo y sin el esfuerzo que él afrontó. No hay que olvidar que en 1965 Elvis se había retirado prácticamente de los escenarios, mientras los británicos estaban en su momento más glorioso. Y un tour por Estados Unidos no era precisamente una iniciativa agradable para alguien que, como el hombre de las caderas de oro, había reinado (y seguía haciéndolo) en América.

El caso es que hubo un momento en que Elvis bromeó con que, en caso de seguir el cuarteto atornillado a sus sillas, él se iría a dormir. Alarma roja. El coronel Parker miró a Brian Epstein, manager de los Beatles, y a Tony Barrow, su jefe de prensa. Y entonces Lennon salvó el obstáculo. Le preguntó directamente a Presley sobre cuándo pensaba volver al auténtico viejo rock and roll; cuestión que, con otro tipo, lo normal hubiera sido sacar a pasear un bate de béisbol, pero que el 'rey' del rock se tomó aparentemente a bien. Hasta el extremo de chocar su mano con la de los cuatro beatles y pedir unas guitarras para tocar algunos temas improvisados.

Aunque sin llegar a la empatía, los cinco se entregaron a versionar canciones clásicas, con Elvis Presley, Paul McCartney, John Lennon y George Harrison a cargo de las guitarras y Ringo Starr marcando el ritmo con los dedos contra una mesa hasta que se marchó a jugar al billar con los chicos de Memphis. Viendo la buena marcha de la cita, el coronel Parker y Brian Epstein se fueron a otra habitación. Epstein intentó convencer al manager de organizarle una gira británica a Elvis y este le respondió que se lo pensaría. Hasta hoy. Un rato después, a eso de las dos de la madrugada, el propio Parker decidió que era la hora de dar por finalizada la reunión. Lo hizo a su modo. Expeditivo. Entró a la habitación con cuatro bolsas llenas de discos de Elvis, que entregó a cada beatle mientras anunciaba que el 'rey' debía retirarse. A esas alturas, los británicos ya debían tener montañas de Lps de Elvis.

El final tuvo varias trayectorias. Ringo, Paul, George y John se marcharon satisfechos y sobrepasados por la emoción de haber compartido unas horas con la leyenda del rok a la que idolatraban. De Presley no se sabe muy bien qué pensó. Lo cierto es que un tiempo después inició una particular campaña contra los Beatles porque consideraba que incitaban a la juventud a drogarse. Pero el resultado más concluyente es el pesar que unos cuantos asistentes a la reunión sintieron presuntamente durante años por no haber registrado aquel encuentro legendario en una cinta magnetofónica o en fotos. Como si hubieran entrado a una mina de oro sin pico ni pala.