El director, en una imagen reciente.

¿Se puede bailar la Quinta de Beethoven?

El director mexicano de origen vasco Carlos Miguel Prieto cierra hoy la temporada de la BOS con una obra con la que hace meses levantó al público de sus asientos en Jamaica

César Coca

Viernes, 5 de junio 2015, 00:07

Por la casa de Carlos Miguel Prieto (Ciudad de México, 1965), en lo que los mexicanos llaman familiarmente "el DF", pasaban Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, Joaquín Rodrigo y Salvador de Madariaga siempre que visitaban aquel país. Todos ellos eran amigos de sus abuelos, ... que encabezaban un hogar donde la cultura en todos sus ámbitos y la música en lo más concreto no eran simples aficiones, sino una manera de entender la vida. Prieto, cuya abuela era de Galdakao, dirige hoy el concierto de clausura de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS), con un programa que comprende 'Muerte y transfiguración' y 'Cuatro últimas canciones' de Richard Strauss (con Measha Brueggergosman como solista) y la Quinta de Beethoven.

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Los orígenes del director mexicano están en el País Vasco y Asturias. La familia de su abuela materna se trasladó desde Galdakao a aquella comunidad y fue allí donde la joven conoció a su futuro marido, con quien emigró a México. "No eran solo grandes aficionados a la música, también fueron promotores de la misma", asegura Prieto en conversación con elcorreo.com. La capital azteca vivía un momento de ebullición artística, animada por la presencia de compositores como Igor Stravinski y Aaron Copland. "En ese ambiente nació y creció mi padre, y también crecí yo". La música estaba tan presente en la casa de los Prieto que el ahora director ni siquiera recuerda cuándo ni cómo empezó a aprender a tocar el violín.

Sin embargo, su formación universitaria siguió una ruta bien distinta: estudió primero Ingeniería en Princeton y más tarde Administración de Empresas en Harvard. "Siempre tuve una mente analítica y era bueno en materias como Matemáticas y Física. Las artes habían sido muy importantes para mí pero pensaba que no tenía que estudiar demasiado porque todo a mi alrededor giraba en torno a ello, así que me decidí por esas disciplinas". Hasta que llegó el momento en que el hobby se convirtió en profesión. "Fue un caso de vocación relativamente tardía, pero desde que empecé a dirigir profesionalmente, en torno a 1996, nunca he bajado de 80 ó 90 conciertos al año", explica. Con un añadido revelador: "Me sigue apasionando. Si no fuera así, lo dejaría".

La pasión excede el trabajo con la batuta. En la actualidad, Carlos Miguel Prieto trabaja en un proyecto de promoción de la música en América Latina. "En las últimas décadas se ha reconocido algo que para nosotros siempre ha sido muy evidente: nuestra pasión por la música clásica", dice a modo de explicación de la gran expansión que está teniendo en aquel continente. "En México, como en toda Latinoamérica, el público es muy efusivo, muy pasional y además está libre de esnobismo. Hay una actitud de reverencia y al tiempo de pasión que me parece muy fresca".

Cuenta el director una anécdota que ejemplifica lo que sucede al otro lado del Atlántico cuando escuchan la mejor música bien interpretada. Hace unos meses, estuvo de gira en Jamaica y observó reacciones del público que sorprenderían o directamente, enfadarían a los puristas en Europa pero que a él le parecen reveladoras de ese entusiasmo: nada más sonar el primer compás de la Quinta de Beethoven, el público rompió a aplaudir. Y cuando el último movimiento se iba acercando al clímax final, los asistentes se levantaron de sus asientos y comenzaron a bailar.

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Es muy improbable que el público vizcaíno haga algo parecido esta tarde, pero la Quinta cerrará igualmente un programa que arrancará con dos obras profundas e intensamente bellas relacionadas con la muerte. No hay temor. Beethoven siempre tiene finales plenos de energía.

Dentro de unos días, se reunirá con su padre, su tío y uno de sus primos para hacer música de cámara. El cuarteto de los Prieto, que tiene una tradición de cuatro décadas, da de seis a diez conciertos cada año, sobre todo en funciones benéficas. "Si ya hacer música es una gran experiencia, hacerla en familia es memorable". En familia se ha sentido en Bilbao. Como en anteriores estancias por razones musicales, ha aprovechado para visitar los lugares de sus ancestros y conocer el País Vasco. Se ha sentido en casa.

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