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Oskar Belategui
Domingo, 28 de mayo 2017, 02:40
Sergio aprovechó ayer que Fernando Aramburu le firmó su ejemplar de 'Patria' (ed. Tusquets) en la Feria del Libro de Madrid para contarle una historia. En su memoria conserva una imagen de cuando tenía siete años: la columna de humo y la tierra temblando tras ... la explosión de una bomba que, por fortuna, no acertó a matar a un concejal en el pueblo de Bizkaia donde vivía. 'Patria' hizo que se acordara de aquello, del 'algo habrá hecho', de los que se quedaron y de los que se fueron.
Devoró la novela y se la pasó a su padre. Y entonces este le descubrió que su abuelo, un pequeño empresario, también había sido extorsionado. Como el Txato, el marido al que Bittori llora a lo largo de 600 páginas. «ETA mandó cartas a toda la promoción de Derecho de mi abuelo. Hubo pintadas y eso. Pero él ni pagó ni se fue de su pueblo. Por suerte no le pasó nada», cuenta este lector emocionado. «Quería darle las gracias por hacer que todo aquello no caiga en el olvido».
Félix nunca ha pisado Euskadi. Pero la lectura de 'Patria' le retrotrajo al 13 de julio de 1997, cuando era un crío que pasaba las vacaciones en un pueblo de Madrid. «Me devolvió mi primer recuerdo de ETA: el asesinato de Miguel Ángel Blanco», rememora. «No entendía por qué la gente se reunía en la plaza con rostros tristes y en silencio aquel día de tanto calor. Leyendo 'Patria' me he reído y también he tenido que parar porque me emocionaba. Me ha resucitado ese sentimiento de injusticia».
Fernando Aramburu confiesa que le cuentan historias así todos los días «a montones». El escritor guipuzcoano, la estrella absoluta de la Feria del Libro madrileña, aterrizó ayer en el Retiro recién llegado de Sevilla, donde había estado firmando libros hasta la medianoche. «No he cenado ni he desayunado», observó flemático, sin quejarse. Hoy es el primero de los cinco días en los que firmará desde las once de la mañana hasta que Dios quiera. Antes de abrirse la caseta de la librería Antonio Machado ya hay una cola de treinta lectores con su manoseado ejemplar de 'Patria'. Treinta grados de temperatura y subiendo.
La civilizada ceremonia de un escritor dedicando su última novela a sus lectores también ha caído en la tiranía del 'selfie'. Aramburu posa paciente ante los móviles y recibe con una sonrisa beatífica los parabienes. «¡Qué grande eres!»; «soy de Bilbao, y todo lo que pone en el libro lo hemos vivido»; «nos está llegando a todos muchísimo»; «dedícaselo a mi suegra, que quería venir pero se ha caído». Aramburu varía las dedicatorias, que siempre rubrica con unas orlas en la parte superior e inferior de la página: «Con mucho gusto para Eva», «me complace dedicar este libro a...».
Lanzado en septiembre del año pasado, 'Patria' va por su decimoctava edición con más de 300.000 ejemplares vendidos. Algunas librerías han despachado más de mil libros. «Son cifras insólitas. Esos mil libros es más de lo que venden muchos autores en toda España», constata Juan Cerezo, director editorial de Tusquets, que conduce a su autor de caseta en caseta. «Los lectores han sido los grandes difusores del libro. Un mismo ejemplar pasa de mano en mano. Ahora estamos comprobando cómo empiezan a recuperar las obras anteriores de Fernando». Las ventas en Euskadi han sido «muy significativas», destaca Cerezo. «Eso significa que han caído barreras y se han vencido prejuicios. Están leyendo 'Patria' hasta los que nunca lo dirán».
«La herida no se ha cerrado»
Olatz, una universitaria donostiarra que estudia en Madrid, sostiene que esta historia de dos familias a lo largo de treinta años bajo el terror de ETA le ha ayudado a comprender muchas cosas. «Me he puesto en la piel del otro. Y he entendido cómo influye la educación, el entorno, tu familia». A Olatz, como a muchos otros, 'Patria' le funcionó como catarsis. «Hablar de todo lo que ha pasado en Euskadi era tabú hasta hace dos o tres años. Cuando regreso a Donosti me doy cuenta de que todavía es difícil tratar ciertas cuestiones. La herida no se ha cerrado».
Fernando Aramburu reconoce que sabía desde el principio que su novela suscitaría lecturas de tipo político. «Simplemente por el contenido, pero tengo mi pequeño corazoncito de escritor y me gustaría que los que opinan públicamente también tuvieran un ojo para el esfuerzo literario que hice. No podemos olvidar que 'Patria' es, ante todo, una novela». ¿Y cuando un lector le dice que le ha removido por dentro? «Entiendo que esa persona ha identificado mi libro con la realidad y ha sentido la verdad humana del texto. Y entonces siento que la ficción ha funcionado. El lector ha olvidado que tenía entre las manos un artefacto de papel y ha sentido la veracidad de la historia. Eso es lo mejor que le pueden decir a un escritor».
En la caseta de la librería Muga, un chico con un casco de moto bajo el brazo pide una dedicatoria. «Para Víctor». Se llama igual que su abuelo, Víctor Legorburu, alcalde de Galdakao asesinado por cuatro pistoleros de ETA en 1976. «Te doy las gracias, porque explicabas en Madrid lo que pasaba en Euskadi y no lo entendían». Y Aramburu contesta sin dejar de escribir: «Me opongo al olvido que algunos quieren imponer tan rápidamente».
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