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Los autores del libro, Javier Ikaz y Jorge Díaz, ayer en Bilbao.

Si hacías dictados y guarradas con 'Blandi blub', esta es tu historia

Los autores del fenómeno 'Yo fui a EGB' publican el tercer libro, un divertido repaso por los años del colegio con 'El bacterio', los viajes al pueblo con los abuelos y las 'cosas' de los padres: «Espera dos horas a bañarte, que te haga la digestión»

Yolanda Veiga

Jueves, 3 de diciembre 2015, 15:52

Un breve examen previo, para comprobar la 'idoneidad'... ¿Te llevaron de viaje con la escuela al zoo de Barcelona a ver a Copito de Nieve, quemabas los jamones rosas (nubes le decían algunos), guardabas los cromos en una caja vacía de Farias de tu padre, ... sudabas con el odioso plinto en la clase de gimnasia, tenías un profe al que apodabáis 'El bacterio', te quedabas pegado en el verano en el sofá de escay de la casa de los abuelos, te ponías uñas 'postizas' con las pegatinas de las naranjas, saliste a cazar gamusinos en las noches de verano? Si resultan mayoría de respuestas afirmativas no hay duda, es usted un 'egebero'. Los bilbaínos Javier Ikaz (1978) y Jorge Díaz (1971) siguen con la saga y acaban de terminar el tercer libro de 'Yo fui a EGB', un fenómeno editorial engordado por los nostálgicos. Lo presentan esta tarde a las 19.00 horas en la FNAC de Bilbao y el día 8 en la feria de Durango. Los autores, que se dedican al mundo de la publicidad e Internet, empezaron colgando fotos del colegio en una página de Facebook y sin pretenderlo empezaron un movimiento, el de los 'EGBeros'. Están a punto de llegar al millón de amigos en las redes sociales y en este tercer libro hacen un divertido y nostálgico repaso por los deberes de la escuela, los juegos del recreo, las canciones de las excursiones, los veranos en el pueblo... y hasta los chistes. Incluyen también un poster desplegable con los héroes de la época, desde el guapo Kirk Cameron, al habilidoso MacGyver, la mala de Falcon Crest', el bueno de 'Alf', los lagartos de V, los niños de 'Aquellos maravillosos años' o las gemelas de 'El Resplandor'.

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«Seño, ¿el dictado es para entregar?»

Día de dictado. ¡Otra vez! Empezamos con buena letra, hasta que la señorita se embala. '¿Puede ir un poco más despacio?', que llegan curvas: 'Ahí hay un soldado que dice: ay de mí!'. Los años de colegio son especiales para todos los niños, y para los que hicimos la EGB son una fuente inagotable de recuerdos y espacios comunes. «Había cosas que los profes nunca sabían hacer bien, como poner el vídeo. Como se tiraban media hora peleándose con el 'play' y el 'eject' nunca podíamos ver la película entera. Tampoco lograron hacer nunca bien el círculo en la pizarra con aquel compás enorme que llevaba incorporado una tiza», recuerdan en el libro los artífices del invento, que se atreven incluso con un examen real de Matemáticas de 8º de EGB. Ahí van tres ejercicios:

1. Mercedes tiene 10 años más que su hermana y dentro de 5 años tendrá el doble de edad que la que tenga esta. ¿Qué edad tiene cada una?

2. Un ladrón escapa a 70 kilómetros por hora y 90 kilómetros más atrás le persigue un policía a 85 km/h. ¿Cuándo y dónde le alcanzará?

3. Una persona lleva recorridas las 3/15 partes de un camino y aún le faltan 6 kilómetros para llegar a la mitad. ¿Qué longitud tiene el camino?

En el libro incluyen las respuestas... se las damos al final.

«Pito, pito, gorgorito, dónde vas tú tan bonito...»

¿Quién se la queda? Era la época de hacer casetas, de la cuerda y la peonza, y el que tenía la maquinita de los monos (o del tenis) era un 'rara avis', un adelantado a la época. Los niños jugábamos en la calle y casi todo se decidía por el democrático sistema de la rifa. ¿Te acuerdas de estas?

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- Una mosca puñetera, se cagó en la carretera, pin, pon, fuera.

- ¿Quén se ha cagao, que huele a bacalao? Tú por tú, habrás sido tú.

- En un café se rifa un pez, al que le toque el número tres, un, dos, tres.

Decididos los puestos de cada uno, ¡a jugar!. A la cuerda (el que fallara le tocaba dar), a la goma (en esto las niñas que sabían hacer el pino llevaban ventaja porque cuando la goma subía por encima del cuello no había manera de saltarla salvo apoyando las manos en el suelo y haciendo el pino en el aire), a los juegos de palmas (todavía hay chiquillos que juegan), o a esos de pasillos en los que se ponían enfrente una fila de chicas y otra de chicos. Se cantaba con todo, ¿sabrías adivinar a qué juego pertenecía cada canción?

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- 'El cocherito leré, me dijo anoche leré, que si quería, leré, montar en coche leré, y yo le dije leré, con gran salero leré, no quiero coche leré, que me mareo leré'.

- 'En la calle veinticuatro, ha habido un asesinato, una vieja mató a su gato, con la punta de su zapato, pobre vieja, pobre gato, pobre punta del zapato'.

- 'Al pasar por el cuartel, se me cayó un botón, y vino el coronel a pegarme un bofetón, que bofetón me dio el cacho de animal, que estuve siete días sin poderme levantar...'.

- 'Yo tengo unas tijeras que se abren y se cierran, yo toco el cielo, yo toco la tierra, yo me arrodillo y me salgo fuera'.

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Pon los cinco sentidos

¿A qué huele nuestra infancia? Pues dicen los autores de 'Yo fui a EGB' que a plastilina, a las gomas de nata 'Milan', al forro de los libros , al ambientador de pino del coche, a la colonia 'Chispas' de las niñas, a la primera cartera de cuero que nos compramos, «que daba igual que le echaras Nivea, colonia o la dejaras una semana aireándose en el tendedero, ese tufo a cuero era para siempre», a las muñequitas de tarta de fresa a las que nunca se les iba el olor y a las hojas y sobres perfumados que siempre guardabas para una carta especial porque daba pena usarlas.

¿Y a qué sabía nuestra niñez? A bocadillo de Nocilla (sí, existió la Nocilla de fresa), al fluor que te daban en un vasito en el colegio, al chicle negro de regaliz que a unos nos encantaba y otros odiaban, al Tang de naranja, al flash de fresa (15 pesetas), a las chocolatinas con forma de cigarrillo, a aspirina infantil, a regaliz de palo...

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«¿Vamos a cazar gamusinos?»

A todos los niños, independientemente de la época, les gusta pasar miedo. Y en la tercera entrega de 'Yo fui a EGB' se recrean algunas de las escenas más terroríficas que vivimos de niños, como esas noches de campamento, cuando los monitores se ponían a contar historias de terror o nos sacaban a cazar gamusinos con las linternas. Ir a la sala del practicante también nos hacía temblar y muchos adultos confiesan todavía con un poco de vergüenza que lloraban con los gigantes y cabezudos de las fiestas populares o con la sintonía de 'La Clave', el prgrama de Balbín en TVE. El muñeco Chucky y Freddy Krueger nos obligaban a ponernos las manos delante de los ojos frente al televisor y luego existían otros miedos, a plena luz del día. Como que te sacara el profe a la pizarra o ir a clase de gimnasia: «Había una cosa capaz de poner los pelos de punta al más valiente, el gimnasio y sus aparatos de tortura, sobre todo el potro y el plinto. Esa misma mañana desayunando sabías que tocaba clase de gimnasia después del rollo de las Sociales y ya empezaba el terror: 'No voy a poder, no voy a poder'». Por cierto, ¿para qué se vestía el profe con chándal si apenas se movía?.

Leyendas urbanas, trolas y consejos de los padres

Leyendas urbanas, mentirijillas interesadas... a los niños nos colaron muchas o, quién sabe, quizá esos temores tenían algún fundamento. Porque anda que no insistían nuestros padres en que esperásemos dos horas antes de bañarnos para que hiciera la digestión. Dos horas aburridísimas e innegociables a la vista de lo que les había ocurrido a otros niños que se saltaron la orden (los padres nos contaban historias monstruosas de chavales vomitando en la piscina y cosas peores...). Algunas chicas creyeron que no se podían lavar el pelo mientras tenían la regla porque se interrumpía la menstruación, y quienes lo probaron se dieron cuenta de que eso de echar una aspirina a la Coca Cola era una chorrada y ni 'cachondina' ni nada.

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¡Nos vamos al pueblooooo!

«Este año la abuela ha batido su propio récord, me ha dado cien besos en 2,5 segundos (...) Lo primero que hace es pasearme por las calles del pueblo para que todos se enteren de que ya he llegado. La abuela camina muy orgullosa cogida de mi mano, diciéndome lo mucho que he crecido y, mientras, me peina con sus manos humedeciéndolas antes en saliva y pasándome el pelo por detrás de las orejas. Se detiene delante de todas las puertas esperando a que salgan las vecinas y me vean. '¿Ya has 'venío?', '¿cuántos días traéis?', '¿y tú de quién eres'. 'Es el mayor de mi hija pequeña...', y vuelve a contarles toda la biografía de mi madre, que deben saberse de memoria porque es la misma cada año». A los que veraneaban en el pueblo les sonará el relato, y también el listado de 'cosas que no pueden faltar en la casa del pueblo' que hacen en 'Yo fui a EGB': el orinal de porcelana «debajo de cada cama para no tener que bajar al baño del piso de abajo», el sacudidor de colchones, como el que usaba don Pantuflo para perseguir a Zipi y Zape en los tebeos, el colchón de lana, la tabla de lavar («¿y la secadora? una cuerda en medio del prado»), la caja de lata que hacía de costurero, el interruptor de pera...

Se acaba el verano, volvemos al cole. Y nos quedaba pendiente el examen de mates. Ahí van las respuestas. Mercedes tiene 15 años y su hermana 5, el policía pillará al ladrón al cabo de 6 horas y a 420 kilómetros de donde salió, y el camino es largo... tiene 20 kilómetros.

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Para los que hayan acertado, un chiste de premio. «Es el primero que nos aprendimos», aseguran los nostálgicos de 'Yo fui a EGB'. «Era una mujer que tenía un perro que se llamaba Mistetas. Un día se le perdió y fue corriendo donde un policía y le dijo: '¿Ha visto usted a Mistetas?. No, pero me gustaría verlas'». Lo de la nostalgia está muy bien, pero confiamos en haber avanzado al menos con los chistes.

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