Oskar Belategui
Viernes, 24 de marzo 2017, 03:16
Del preso etarra que interpreta Xabier Elorriaga en 'La fuga de Segovia' a la viuda de guardia civil prendada de un abertzale que borda Carmen Machi en 'Ocho apellidos vascos' han transcurrido 35 años.
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El cine ha pasado de contemplar a los terroristas como héroes ... a detenerse en las víctimas, ausentes del relato fílmico sobre la realidad vasca. Es el abismo que separa 'Operación Ogro', crónica del asesinato de Carrero Blanco, de 'Fuego', donde un inspector de policía que perdió a su mujer en un atentado busca venganza matando a la esposa del etarra. «El cine no tiene la culpa, solo es un reflejo de la evolución de la propia sociedad», constata el historiador Santiago de Pablo.
'Creadores de sombras. ETA y el nacionalismo a través del cine' (editorial Tecnos) es el título del ensayo en el que este catedrático de Historia Contemporánea de la UPV analiza medio centenar de filmes que han dado protagonismo a la violencia en Euskadi. De la misma manera que la estadística desmonta el tópico de que el cine español siempre aborda la Guerra Civil, este recuento demuestra que ETA ha sido tratada con asiduidad desde la ficción. «Tendrían que haberse hecho más películas, pero eso no quita para que sea un número relativamente amplio. El problema ha sido la calidad cinematográfica, la hondura ética y el éxito en taquilla, que no siempre se han dado».
'Comando Txikia', 'Toque de queda' y 'El proceso de Burgos' surgen en un tiempo muy politizado como reacción al franquismo. «Es una ETA 'buena', guerrilleros por la libertad», apunta el autor. «El malo de la película es el policía, el Estado». Habrá que esperar a los años 90 para que asome en la gran pantalla la verdadera faz de la organización terrorista. Y hasta 'Todos estamos invitados', de Manuel Gutiérrez Aragón, ya en 2008, no asume el protagonismo una víctima, en este caso un profesor universitario amenazado (José Coronado).
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De la misma manera que 'Operación Ogro' y 'Comando Txikia' no hablan de Carrero Blanco, sino del comando que lo mató, cintas más recientes como 'Yoyes', 'Sombras en la batalla' y 'El viaje de Arián' convierten en víctimas a antiguos miembros de ETA. Con el cese de la violencia en 2011 el interés por el género se ha disparado. «Se ruedan muchas más películas y es lógico», razona el historiador. «El miedo podía hacer que los cineastas se retrajeran. Y hay una ilusión por un tiempo nuevo». De Pablo revela que el cine está envuelto «en una guerra de memorias, en un combate por la Historia». Si Iñaki Arteta hace recuento de las infamias en sus documentales, títulos como 'Ventanas al interior' suponen la vuelta al sempiterno discurso de las dos violencias enfrentadas. De Pablo añade una tercera vía de discurso: «El de la reconciliación sin diferenciar la responsabilidad de las partes».
¿'La pelota vasca' levantaría hoy la misma polvareda que en 2003? El profesor de la UPV remarca que cada película es fruto de su tiempo y se recibe con distinta sensibilidad social. «Construir un relato de la memoria es vital. Los historiadores escribimos muchas veces para nosotros mismos, pero el cine llega a mucha más gente. Tiene una responsabilidad social, algo que debe ser compatible con la libertad creativa».
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Fenómeno sociológico
El fracaso de los últimos largometrajes que han abordado el terrorismo -'Lasa y Zabala', 'Negociador', 'Lejos del mar'- darían la razón a algunos productores que siempre han sostenido que ETA es veneno para la taquilla. Sin embargo, el 14 de marzo de 2014 ocurrió algo trascendental en la representación cinematográfica del llamado 'conflicto vasco'. Ese día se estrenó '8 apellidos vascos', una comedia que explotaba los tópicos regionales y que, aprovechando la herencia de 'Vaya semanita', osaba carcajearse de temas tabú: la identidad nacionalista, la sociología 'jarraitxu', la kale borroka... La película más taquillera de la historia del cine español (9 millones de espectadores) devino un fenómeno sociológico y a su estela se rodaron 'Cuerpo de élite' y la serie 'Allí abajo'. Hizo más por el turismo en Euskadi que cualquier campaña publicitaria. Demostró que los vascos -y los españoles- querían reírse de los hasta ahora intocables dogmas nacionalistas.
«El humor respetuoso e inteligente puede ser una buena manera de criticar el terrorismo», concede De Pablo. «En contra de interpretaciones como la de Edurne Portela, pienso que '8 apellidos vascos' deslegitima a ETA y a su mundo social. Nadie que la vea puede convencerse de que esa lucha ha merecido la pena. Pasa lo mismo con 'Negociador', de Borja Cobeaga, que por desgracia pasó desapercibida».
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'Creadores de sombras' analiza la relación enre cine y nacionalismo y llega a la conclusión de que al PNV no le ha interesado demasiado el Séptimo Arte. «ETB es un instrumento mucho más directo». Santiago de Pablo sostiene que no cabe anhelar la película definitiva sobre ETA , aunque al terminar de leer 'Patria' de Fernando Aramburu lo pensó. «Será una serie de televisión. Habrá que ver cómo la adaptan».
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