El guardián invisible: crítica de la película

'El guardián invisible', 'Legado en los huesos' y 'Ofrenda a la tormenta' deben su prestigio a la conjunción de elementos del 'thriller' y a una trama intimista. Su gran gancho es su protagonista, la inspectora de la Policía foral Amaia Salazar. Fernando González Molina, director de la lujosa versión que se estrena en los cines, reconoce su deuda con una película fundamental a la hora de retratar a una investigadora en un mundo de hombres: 'El silencio de los corderos'. El filme de Jonathan Demme no ha sido una inspiración a nivel visual (la cinta española debe más a la saga 'Millennium'), sino narrativo.

Tan importante como atrapar al asesino en serie de muchachas que aparecen en las bordas y cauces de los ríos del Baztán, víctimas de crímenes rituales, es descubrir por qué la inspectora Salazar está triste y amargada. Por qué huyo de su pueblo natal, que le tenía destinada una vida en el obrador de pastelería familiar. El director de 'Palmeras en la nieve' no destaca por su sutilidad. De ahí que el retrato del personaje que encarna Marta Etura deje poco espacio a la imaginación. La primera vez que la vemos sostiene un test de embarazo negativo. Poco después averiguaremos por qué ansía ser madre: para borrar el recuerdo de la suya.

Salazar es seca, cortante y profesional. Recibió formación en el FBI y mantiene el contacto con su mentor, a quien pregunta telefónicamente en un par de momentos de debilidad cómo seguir adelante con el caso. Cuando extiende la mano sobre los cadáveres de las adolescentes, como intentando capturar las vibraciones del escenario del crimen, entendemos que la película respeta los elementos mitológicos y sobrenaturales de las novelas. Incluida la presencia (benéfica) del basajaun. Ojo al arriesgado plano final de la cinta, capaz de hacer que el público se divida entre la sonrisa y la incredulidad.

Los tonos fríos predominan en este thriller.

González Molina cumple con pulcritud televisiva lo que se espera de él. 'El guardián invisible' está llamada a amasar una jugosa taquilla sin que el espectador que devora los libros de Redondo salga perturbado del cine. No estamos ante un 'thriller' malsano, pese al detenimiento con el que se muestra los cuerpos de las chicas. Lo más terrorífico llega con la presencia de Susi Sánchez, la madre de la protagonista, que tiene a su cargo la escena más espeluznante en un psiquiátrico.

El problema de engarzar largos flashbacks que indagan en el pasado familiar es que rebajan la tensión de la investigación. Y llegados a un momento del metraje, parece que la apuesta del director es desentrañar los traumas de la inspectora, más que atrapar al asesino en serie. Llueve y llueve y llueve en las imágenes de un policíaco ambientado en una comunidad que se debate entre la tradición y la modernidad. El acierto de Dolores Redondo es atrapar en sus libros las contradicciones y contrastes de una tierra donde la familia y la religión siguen teniendo una trascendencia vital.