Karoline Herfurth y Ben Whishaw, en una escena de 'El perfume'

«Yo estuve en 'El Perfume'»

Se han cumplido diez años de la 'fragancia' nacida de una gran novela, que recorrió pantallas de cine y acabó en un largo y revelador aperitivo

Jon Uriarte

Sábado, 17 de diciembre 2016, 02:52

Olía bien. Como siempre en el Oli-Bar. El local de los 'Joses'. Agradable pareja que comparte nombre, vida y una clientela que siempre sorprende al visitante. Un rincón de San Lorenzo de El Escorial donde se puede encontrar, entre copas y charla, momentos de ... historias. Como las que cuenta Teresa Berganza, que regala sus apasionantes vivencias en frascos de palabras. O el misterioso hombre del que quiero hablarles. Estaba sólo. Pero no en soledad. Acodado en la barra compartía charla con uno de los 'Joses'. «Es paisano vuestro», exclamó. Así supimos que era vasco. «De Beasain», especificó, añadiéndole sonrisa, tras sabernos de Bilbao. Al igual que en el Villanueva de Maca y sus hijos, reciben con cariño a la gente de nuestra tierra. Y de esta forma arrancaba un largo aperitivo que nos llevó hasta la Francia del siglo XVIII.

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Se preguntarán por la extraña elección del destino. Es la consecuencia de caminar por rutas construidas sobre rondas de vinos y cerveza. Cuando menos lo esperas surge una senda: «...Y también estuve en 'El Perfume'». Fueron seis palabras, pero parecieron miles. Tantas como las que cayeron sobre nuestra mente. Como sucede con la casa de Baldini, en la novela de Patrick Süskind, se derrumbaron de golpe. En ese instante, comprendimos la magnitud del trabajo de nuestro compañero de barra. Había participado en la versión cinematográfica de una novela que marcó a varias generaciones. La que, para bien o para mal, a nadie dejó indiferente.

Se llama Javi Tuñón y a sus 45 años vive el presente. Otro habría subrayado, con rotulador gordo, su pasado. Él no. De ahí que cuente sus andanzas con sencillez. Tampoco le obsesiona el futuro. Pero no corramos. Vayamos a Beasain. Lugar donde nació y empezó a dibujar, mientras hincaba codos en el Instituto Txindoki. Estaba más claro que el caldo de un hospital que lo suyo era el arte y se fue a la escuela de Deba. «Haciendo grabado calcográfico», añadió y apuntamos, porque la palabra se las trae. «Tras pasar por allí decoré bares de Donosti». No es mala plaza. Pero, como Peter Pan, cambió su rumbo por una mujer. «Me eché una novia americana, Wendy, y me fui a Estados Unidos». Resulta elegante la escueta forma con la que resume los capítulos importantes. Para qué dar brochazos, si con una pincelada basta. O con dos. De esa forma supimos que sus primeros decorados fueron para 'Thick as Thieves', traducida aquí 'Entre Ladrones'. «Recuerdo estar sentado junto a Alec Baldwin y Rebeca de Mornay y pensar las vueltas que da la vida para que un 'gizajo' de Beasain estuviera allí», rememora entre risas y otra ronda. Porque quedaban más aventuras. Las que caben en seis años. Incluidos videoclips para gente como Red Hot Chili Peppers. «Entré en el sindicato de Hollywood y pude currar como ambientador y pintor de decorados», explicaba a los presentes, que éramos público entregado.

«Siempre he sido 'freelance' y conocí a los directores artísticos de Álex de la Iglesia y Santiago Segura». Esa fue la excusa para hacer el viaje inverso y acabar ambientando la cutre oficina de Torrente 2. Un retorno en el que le acompañó su mujer. No en vano se habían conocido en San Sebastián y ella sabía muy bien a dónde iba. Pero pasaron los años y la vida les llevó por diferentes caminos. Aunque el de Javi siguió oliendo a pintura y cine. O a lo que hiciera falta. Lo que nos lleva a 'El Perfume'. «La directora de arte pensó en mí y me llamaron. Esta vez el trabajo consistía en rematar escenarios, adecuarlos al plano...». Escuchándole viajamos hasta el mercado donde nacía Jean-Baptiste. «En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno». Así comienza la novela que dio pie a la película. Y les aseguro que sentimos el hedor del Cimetière des Innocents. Tierra donde los difuntos jamás imaginaron que acabarían teniendo un mercado sobre sus cabezas. Vida sobre muerte. A veces tan parecidas que cuesta diferenciarlas. Como le pasó a la madre del protagonista. Un niño sin olor corporal, nacido con nariz prodigiosa. No es el caso del resto de los mortales. De ahí que Javier recuerde el rodaje, entre emociones y arcadas.

«El reto era apasionante, una superproducción. Pero el director se empeñó en mostrar realismo y trajeron una tonelada de carne, otra de pescado, caza... Allí estuvieron una semana y en pleno agosto». Llegados aquí nos contó que la película se rodó entre Alemania, Girona y Barcelona. Nunca en París. El mercado se levantó en el barrio gótico de la Ciudad Condal. Lo que obligó a utilizar trucos para no dañarlo. «Usamos un látex amoniacal que crea una película transparente que se coloca sobre suelos y paredes para poder extender barro, heces...» . Como imaginan, al escucharle, olíamos cada metro del lugar. Aunque solo fuera por solidaridad. «Provocaba arcadas y vómitos. A veces llevábamos mono, guantes y mascarilla», se sinceraba. Pero no se quejó. Más allá de ser su trabajo, había leído la novela y estaba entregado. Como el director Tom Tykwer que, en su obsesión y para el plano de la curtidería de Grimal, pidió que trajeran pieles de vacas y corderos y las sumergieran en un agua que simulaba ser ácido. Y lo fue. La atmósfera se convirtió en una oda a la podredumbre. Aunque hubo otros detalles más simpáticos. «El casting era maravilloso. Quien vendía cerdos tenía cara cerdo, la pescadera cara de pescado... el nivel estético fue muy grande», señala, admirado. Y también el momento culmen de la cinta. Ojo que aquí viene un 'spoiler'.

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«Cuando le van a ejecutar, extiende el perfume y tiene lugar la orgía, la escena cuenta con casi 700 extras y fue llevada a cabo por la 'Fura dels baus'», dice con sorpresa retenida. Y añadió que hubo leyendas al respecto. No entraremos. Las orgías son para vivirlas, no para comentarlas. Pero añadiremos un detalle que nos contó. «Pusieron música para ambientar el lugar y los presentes quedamos impactados», confesaba, una década después. Y acto seguido recordó el viaje a un castillo, en otro momento del rodaje. «Alan Rickman, iba por delante, con su chófer. Pero salió para abrir una valla y acabamos pasando todos, mientras la sostenía». Imposible no sonreír al evocar al desaparecido e inmenso actor inglés. Un grande que siempre guardará Tuñón en su memoria. Como aquel olor. El de un perfume que nos regaló, años después, a quienes un sábado caído del calendario compartimos aperitivo y viaje a los olores olvidados.

Antes de partir reveló que estaba haciendo murales en el castillo de Guadamur, Toledo. Y que su último trabajo en cine había sido para la próxima película de Juan Antonio Bayona.«Él es el productor y no puedo contar más», susurró, con rigor profesional. Mejor así. Seguro que el destino nos vuelve a reunir. Al fin y al cabo, de todos los lugares del mundo, tuvimos que encontrarnos en un bar de la sierra de Madrid, justo la semana en que se cumplían diez años del estreno de 'El Perfume'. Quizá fue la simple demostración de que los viejos aromas se recuerdan toda la vida. Y, cuando menos lo esperas, regresan a ti.

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