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Isabel Urrutia
Jueves, 2 de marzo 2017, 01:44
Yaron Traub (Tel Aviv, 1964) es un fiel seguidor del maestro zen Thich Nhat Hanh, que vive en Francia y predica «el trabajo en equipo y la paz». El director de orquesta israelí lo descubrió en Plum Village, un centro de meditación budista muy cerca ... de Burdeos. Allí acude todos los años para cargar pilas. «Hay que aprender a focalizar las energías», advierte Traub en un castellano perfecto, aprendido en apenas seis meses, antes de asumir la titularidad de la Orquesta de la ciudad del Turia en 2005.
Es un profesional que se implica en cuerpo y alma. No había más que verle hace un par de días en los ensayos de la Segunda de Mahler (Resurreción), con la camisa desabotonada, agitando los brazos, y más de 100 instrumentistas de la BOS pendientes de cada gesto. Hoy protagonizan la jornada inaugural del festival Musika-Música acompañados por la Coral -120 cantantes-, así como por las solistas María Espada (soprano) y María José Montiel (mezzo). En total, la Segunda de Mahler requiere cerca de 250 músicos sobre el escenario.
Un pistoletazo de salida que tendrá eco porque repetirán la obra el sábado, a las 21.00 horas. Y como Yaron Traub sabe dosificarse, no acusará el esfuerzo de haber dirigido previamente (13.15), también con la BOS, el Concierto para chelo de Dvorák, con el bilbaíno Asier Polo.
¿Qué tal se encuentra en Musika-Música?
Estupendamente. No es la primera vez que vengo y me encanta. Me parece una fórmula sensacional de llegar a la gente. No se trata de convencer o forzar, sino de abrir las puertas a este mundo. A muchas personas les fascina la música clásica y no lo saben. No han tenido oportunidad de asistir a conciertos y este tipo de festivales populares ofrece mucha variedad y, además, de gran calidad. ¿Qué más se puede pedir? Ah, sí, que se haga en Bilbao. Una ciudad preciosa.
Usted inaugura el certamen con la Sinfonía nº 2 de Mahler. Muy fuerte. Dura 80 minutos...
Es de largo metraje, sí. Muy poderosa, con chorros de energía increíbles. Pero al mismo tiempo hay momentos que te sacan del tiempo. Hay pasajes muy íntimos, camerísticos, que parecen condensarlo todo en una burbuja. Son increíbles. Imagínese, estás lidiando con más de 100 músicos y, de repente, todo el interés se centra en dos, tres o cuatro músicos. Una delicia. Hay que vivirlo. La fuerza de Mahler está en los detalles. Todo su poder radica en las pequeñas cosas.
¿Y el Concierto para chelo de Dvorák?
No desentona nada con Mahler. Hay cierto aire común. La Primera Sinfonía de Mahler (Titán), que también se podrá escuchar en Musika-Música, debe mucho a Dvorák. Por lo demás, me alegra mucho coincidir con Asier Polo. Un profesional inmenso. Tiene personalidad pero también es dialogante.
También un gran pianista
Hijo de Chaim Traub, legendario violinista de la Orquesta Filarmónica de Israel, hasta los 24 años no levantó la vista de las teclas del piano. Estaba destinado a recorrer el mundo como solista. Se había formado en Alemania y Reino Unido, tenía talento y era amigo de figuras como Daniel Barenboim y Zubin Mehta. Pero optó por complicarse la vida. Decidió estudiar dirección de orquesta. Le atraía el trabajo colectivo, a pesar de las tensiones y disputas que pueden amargar la convivencia en las orquestas. No le gusta la soledad.
Su mujer, Anja, era violinista en la Filarmónica de Múnich. ¿Sus hijos también apuntan maneras?
Sí, mucho. Mi hija Sivan estudia música en Holanda y es violinista en la West-Eastern Divan Orchestra que lidera Barenboim. Mi hijo Daniel también toca el violín pero quiere ser actor.
A usted le preocupa mucho la educación de las nuevas generaciones.
Efectivamente. En Valencia, he impulsado unos cuantos proyectos de cooperación con colegios e institutos de enseñanza media. Aunque no es fácil.
¿A qué se refiere?
La tecnología tiene muchas ventajas pero ha reducido la capacidad de atención. Eso es una realidad. A mí me parece grave. La concentración es un potencial fundamental. Estamos hablando de la base del conocimiento y de la felicidad. Si no eres capaz de disfrutar y captar la realidad con todo su ser... No se puede renunciar a esa facultad.
Algo que desarrolla la música clásica.
Claro que sí. Para disfrutar de la Segunda de Mahler hace falta concentración. No se trata de que sea mejor o peor que las demás. Pero exige concentración. Eso te permite gozar al máximo.
Eso usted lo cultiva con rigor, según las enseñanzas del maestro zen Thich Nhat Hanh.
Así es.
¿Se considera optimista?
Vivimos en una época de incertidumbre y muchos cambios. Y para salir adelante, hace falta lucidez. Concentración. Reflexión. No podemos dejarnos llevar.
¿Ni siquiera escuchando la Novena de Beethoven?
Ni siquiera. También con la Novena hay que poner de nuestra parte. Debemos ser activos.
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