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Isabel Urrutia
Jueves, 12 de enero 2017, 03:08
El Teatro Arriaga se ha convertido en una caja de sorpresas. No solo apuesta por el amarillo eléctrico (un color de mal fario en el mundillo escénico) para dar lustre a su nueva imagen corporativa y logotipo, sino que encima le está dando suerte ... y ánimos para arrancar con fuerza.
Y es que la era Calixto Bieito, su flamante director artístico, se acaba de inaugurar con una noticia que invita a lanzar cohetes: el año pasado se alcanzaron los 181.299 espectadores, la mejor cifra desde la reapertura del coliseo en 1986.
La herencia de Emilio Sagi (entre enero de 2008 y junio de 2016) y el trabajo posterior del equipo de programación del Arriaga, desde el verano hasta el pasado 31 de diciembre, se cierra de esta manera con todos los honores. Se han superado holgadamente los 128.100 espectadores de 2015 y también se ha batido el récord anterior, los 174.517 de 2010. Este último dato parecía imbatible porque desde 2012 la afluencia de público no había hecho más que menguar y menguar... Hasta ahora. «Hay que achacarlo al tirón de los musicales. Han sido determinantes tanto Mamma mia (31 representaciones durante el verano) como Cabaret (que levantó el telón 37 veces en diciembre y parte de enero)», detalla José Ignacio Malaina, director gerente del Arriaga. También han influido muy positivamente espectáculos como Momix: Momix Forever (7 veladas), El sueño de una noche de verano (8) y El mago Pop: la gran ilusión (10).
«Lo habitual son tres o cuatro funciones de cada producción. A partir de cinco, ya estamos hablando de excepciones». El año pasado se ofrecieron un total de 277 mientras que en 2015 la oferta se había limitado a 206. ¿Qué expectativas hay para el futuro? ¿Se pretende dar la campanada una vez más? ¿Se prevén musicales con gancho? ¿Y platos fuertes como El intérprete XXL, con Asier Etxeandia, que arrasó el año pasado? ¿O montajes similares a Reina Juana que reventó la taquilla gracias a Concha Velasco? Con la programación del Arriaga en mano de enero a junio se constata que no faltan propuestas populares como La Oreja de Van Gogh y obras de teatro de la categoría de La quinta del biberón, en montaje de Lluís Pasqual, y El padre, con Alterio.
La banda heavy euskaldun Su Ta Gar también tiene cabida en la temporada, lo mismo que la Filarmónica de la BBC, bajo la dirección de Juanjo Mena. «Como teatro público, no podemos limitarnos a hacer caja. Nuestro objetivo es ofrecer una programación variada y de calidad, sin perder de vista la faceta didáctica. Hay que ampliar horizontes», recalca Malaina. Con una ocupación media del 68% el año pasado el 61% en 2015 se respira optimismo en las filas de los responsables del Arriaga. Confían en la respuesta del público bilbaíno, que tiene debilidad por montajes como Grease o The hole pero también por el teatro, la danza y la ópera. Ahora bien, lo cierto es que no hay previsto ningún musical para este primer semestre. Se supone que llegarán más adelante lo habitual en la mayoría de los casos para cuadrar los balances.
El Teatro Arriaga acoge este fin de semana Engel in Amerika, la adaptación en alemán de la obra teatral del dramaturgo estadounidense Tony Kushner, que aborda la devastación física y moral de las víctimas del sida en Nueva York en los años 80. Las funciones, que se ofrecerán sobretituladas en euskera y castellano, tienen una duración de cinco horas y media. Se incluirán tres pausas.
Las representaciones comenzarán a las 18.00 horas el sábado y a las 17.00, el domingo. Se trata de una producción estrenada con mucho éxito en el Teatro de Basilea (Suiza), con dirección escénica del australiano Simon Stone. La obra original de Tony Kushner ganó el Pulitzer y cuatro premios Tony en 1993.
Muy probablemente, no se pulverizarán más récords en las próximas temporadas. No está en la cabeza de los gestores ni del equipo de programación del Arriaga añadir más presión a su trabajo con el único fin de superar marcas, ya sea de espectadores o de ingresos. Les basta con evitar el déficit y atenerse al presupuesto de cada año (6.794.000 en 2016 y un 2,5% más para este año, 6.964.000). «Es un incremento que refleja el apoyo a la nueva dirección artística. Así se ha justificado», recuerdan fuentes del teatro bilbaíno.
El aplauso del gran público
Desde hace tiempo afrontan el futuro con las cuentas saneadas, de ahí que puedan permitirse montajes rompedores como Los esclavos felices, ¡Gesualdo! o War Requiem con el toque de Calixto Bieito. Como director de escena, es un profesional que no busca el aplauso del gran público. Y lo mismo hay que decir de Orfeo, de Monteverdi, una producción propia del Arriaga que tendrá la impronta de Barbora Horáková. Es una regidora checa, formada en Múnich, que comparte con Bieito el mismo objetivo. Sacudir al aficionado, no dejar que eche la siesta en la butaca.
El año pasado, el coliseo del Casco Viejo recaudó un total de 4.512.000 euros, mientras que en 2015 no se superaron los 2.609.000 (en términos brutos, es decir, se incluyen todos los espectáculos, a caché y a taquilla). ¿Hacia dónde se inclinará el saldo en 2017? Pase lo que pase, en el Arriaga se sienten tranquilos. No les quita el sueño especular sobre el futuro. Mientras no haya déficit, se dan por satisfechos.
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