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Koldo Domínguez
Jueves, 28 de abril 2016, 21:26
Es el hombre fuerte de la Iglesia española, el prelado encargado de plasmar en nuestro país las «nuevas actitudes» planteadas por el papa Francisco. El cardenal Ricardo Blázquez (Villanueva del Campillo, Ávila, 1942) regresa mañana a Bilbao para participar (13.00 horas, Palacio Euskalduna) en ... las jornadas Católicos y Vida Pública.
Esas jornadas se titulan La familia en la encrucijada. ¿Cómo ve la institución de la familia?
En los últimos decenios han tenido lugar cambios importantes. El número de separaciones y divorcios es muy alto y también el de los jóvenes que conviven sin haber recibido el sacramento del matrimonio o haberlo contraído civilmente. A veces en los jóvenes se encuentra una especie de resistencia a lo institucional, a comprometer su vida como esposos. Hay muchos signos de una situación realmente nueva.
Si está en una encrucijada, ¿qué camino debe tomar la familia?
La familia y el matrimonio se encuentran ante desafíos, novedades que nos inquietan desde hace tiempo. En ese sentido, el Sínodo de los obispos de 2014 tuvo precisamente como finalidad principal analizar esa situación.
La conclusión que sacamos los periodistas de ese Sínodo y de la posterior Exhortación Apostólica del Papa es que la Iglesia ha levantado el veto a los divorciados.
Eso es semejante a cuando una persona comienza a leer una novela y quiere enseguida llegar a ver cómo es el desenlace. Antes hay que leer todos los capítulos, degustar la narración, la trama y al final sí, llegar al desenlace. En este caso, el capítulo ocho de la Exhortación Apostólica es el que trata esas cuestiones, pero al ocho le precede el siete y le sigue otro. Y cada uno es muy importante.
¿Pero estábamos equivocados en ese titular?
En esas situaciones donde todavía no hay matrimonio plenamente cristiano pero sí una convivencia previa, y también cuando se ha procedido al divorcio sin la declaración de nulidad y se han contraído nuevas nupcias, en esos escenarios hay tres acciones que el capítulo ocho desarrolla: acompañar a las personas que están en esa situación con comprensión, compasión y misericordia, no con la acusación. La segunda es discernir para conocer exactamente a la persona. Saber cuál ha sido su responsabilidad, cómo viene educando a sus hijos... Y la tercera es la integración en la comunidad cristiana. Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados, continúan formando parte de la comunidad cristiana. Hay que ver cómo pueden ser integrados y ese proceso puede concluir con la opinión del obispo o párroco.
O sea, cada caso es cada caso.
No hay soluciones generales. No se trata de multiplicar hasta el límite la posible casuística, sino de tratar las situaciones con un nuevo aliento. La Iglesia tiene una nueva actitud. Pero no se trata de soluciones superficiales. No es el caso de una persona (divorciada) que quiere comulgar el día de la boda de su hija para salir en la foto. De eso no se trata, en absoluto.
Esperanza para la humanidad
¿Cómo valora los tres años de pontificado de Francisco?
Muy positivamente. Es evidente que cada papa accede al obispado de Roma desde su trayectoria vital. La de Benedicto, por ejemplo, era la de un profesor de Teología y presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y la de Francisco es la de un jesuita culto, bien preparado, que ha ejercido mucho el ministerio de la confesión y la dirección espiritual. Yo doy gracias al Señor por él y por lo que viene haciendo.
Dentro y fuera de la Iglesia.
Me uno a tantas esperanzas que ha suscitado, no sólo en el seno de la Iglesia, sino en toda la humanidad. En estos tres años ya podemos recordar los encuentros que ha propiciado: Palestina e Israel, EE UU y Cuba, y sus encuentros con los refugiados en Lampedusa y Lesbos...
Muchos esperaban de él que fuera un revolucionario.
Yo no utilizaría esa palabra. El Papa hace lo que cree en conciencia, introduciendo novedades en muchas cosas y continuando con la historia de la Iglesia y la tradición.
¿Existe oposición interna a Francisco? ¿Hay bloques en la Iglesia?
Eso es decir demasiado. Comprendo que haya sensibilidades distintas a la hora de enfocar ciertos temas, eso sí existe. Pero no se puede hablar de oposición. Todos reconocemos la autoridad ministerial del Papa, somos obedientes y estamos en comunión con él.
¿Y usted? ¿En qué bloque está?
Yo me siento muy a gusto con este Papa. Igual que me sentí muy a gusto con los anteriores.
A Francisco le gusta más pisar barro que alfombra...
La transparencia nos viene bien a todos, a la Iglesia, a la sociedad y a las autoridades civiles. Seamos francos, abiertos y libres. Eso nos lo repitió el Papa en la primera asamblea. Y también que no intentemos justificar los fallos y los pecados. Hay que recurrir a la franqueza y la sinceridad en la Iglesia. Si hay que decir públicamente he pecado, he cometido un fallo grande, no pasa nada. Nos viene muy bien a todos no intentar defender lo indefendible.
Le iba a preguntar por la pederastia.
También en relación a esos casos, claro. Ya Juan Pablo II creó una comisión importante para analizar las denuncias que había. Y Benedicto aplicó la línea de absolutamente tolerancia cero, que es la misma que sigue Francisco.
¿Cómo recibió la noticia de que el Papa acogía en el Vaticano a tres familias refugiadas en Lesbos?
Con sorpresa, gratitud y gozo. Es bueno que levantemos la voz. Es un signo elocuente. Él fue a Lesbos para llamar la atención de la humanidad ante una situación que no podemos silenciar. Allí hay miles de personas desesperadas y el Papa quiso decirles no estáis solos. No fue un gesto para la galería. Fue humano y cristiano. No para sacarse una foto. El Papa no busca imagen.
¿Y la Iglesia española? ¿Debería hacer algo similar?
Desde el primer momento hemos dicho que estamos dispuestos a colaborar en la acogida de estas personas. Y lo saben las autoridades.
Fracaso de los políticos
¿Qué reflexión saca de los papeles de Panamá?
A mí todo lo que ha salido, pero no sólo ahora, sino desde hace mucho tiempo en relación a la corrupción y las trampas en el pago de impuestos, me produce un sufrimiento grande. ¿Cómo habrán recibido las familias estas noticias, sobre todo en estos años de crisis, en los que todos hemos visto disminuidos los ingresos? Se han apropiado de lo que no es suyo. Hace falta una regeneración moral. No podemos meter la mano en el erario público ni en el bolsillo de nadie.
¿A usted también le han afectado los ajustes?
Todos hemos visto nuestras nóminas disminuidas o cuanto menos no acrecentadas. Es la verdad.
¿Qué ha ocurrido para tener que convocar de nuevo elecciones?
Los resultados de diciembre, inéditos hasta ahora, requerían de un diálogo y capacidad de concertación de las fuerzas políticas muy grandes. Lamento que los responsables de la gestión de nuestro voto no hayan podido llegar a la conformación de un gobierno estable y seguro.
¿Es un fracaso de los políticos?
Algunos dicen que sí, otros que no.
¿Teme una campaña muy dura?
Los insultos no son razones. Tratémonos con respecto. Y ue cada partido ponga sobre la mesa su programa y hablen sobre él. Estamos hartos de insultos y descalificaciones. Así no vamos a ninguna parte. Una cosa es un mitin y otra cosa...
Algunos creen que si las clases de religión, los acuerdos Iglesia-Estado y la financiación entran en el debate político, ganan votos.
A veces me pregunto si todo eso es carnaza para la galería o si realmente son convicciones que pasarían a un proyecto de gobierno. No lo sé. En todo caso, uno se pregunta: ¿tanto daño hacemos a las familias con que, los que quieran, reciban clases de religión? No es un privilegio, es un derecho.
«¿Para qué quiere las armas ETA?»
El ahora arzobispo de Valladolid fue entre 1995 y 2010 la máxima autoridad de la Iglesia vizcaína. «Siempre es una satisfacción recordar el tiempo que pasé allí. Me sentí muy bien», confiesa.
¿Cuándo fue la última vez que visitó Bilbao?
El otoño pasado estuve para la celebración de los cien años de don Bittor Garaigordobil, un obispo originario de la diócesis de Vitoria. Pero empezó a nevar y me tuve que venir (a Valladolid) cuanto antes para evitar dificultades en Altube.
Así que no tuvo tiempo de visitar a la Amatxu.
No, me tuve que marchar a toda prisa.
¿Y esta vez irá a la basílica?
Claro, claro, claro... Cómo no. Viví muy cerca de allí e iba muy a menudo. Y siempre me encontraba a personas rezando. Noté que allí latía el corazón, la fe y la vida de Bizkaia. Y recuerdo mucho el canto del Gure aita, con una música tan llena y vibrante, cantado por una basílica de Begoña abarrotada... En ese contexto, el Gure aita me impresionaba.
Aprendió algo de euskera.
Un poquito. El problema es que ya no lo uso. Cuando esté jubilado me gustaría aprender más. Una lengua nos abre un horizonte tremendo en la vida. Recuerdo una vez, cuando yo ya podía celebrar la eucaristía en euskera, que fui a Lekeitio para unas confirmaciones. Al terminar, una señora mayor que se expresaba con dificultad en castellano, me dijo: Le agradezco mucho, señor obispo, el que haya podido rezar con usted el padre nuestro en la lengua en la que me lo enseñó mi madre. A mí eso me conmovió.
Y le gustaba mucho Urkiola, ¿no?
También, pero son tantos rincones tan bellos... Cada vez que podía, cogía el coche y me daba una vuelta para visitar esos lugares.
¿Sigue conduciendo?
Sí. Es que no me fatiga, me relaja. Ir solo en el coche me da mucho de sí: escucho las noticias, pongo música, disfruto del paisaje sin distraerme, rezo el rosario y encuentro soluciones a los problemas. Si Dios quiere, el viernes (por hoy) iré conduciendo a Bilbao.
¿Aún tiene el Volkswagen Golf?
Lo compré en Bilbao un par de meses antes de venirme a Valladolid. Ya está llegando a los 200.000 kilómetros, así que tengo que empezar a pensar en renovarlo.
Entonces...
Lo conduciré hasta Bilbao y si Dios quiere, dormiré en el centro de espiritualidad donde viví casi 15 años. Para mí es una especie de segunda casa, así que me doy por invitado (risas). Luego visitaré a la Amatxu, el seminario y el sábado iré a las jornadas.
¿Y mantiene la Olivetti en la que escribía cuando era obispo?
¡Es una Olympia! y sí, continúo con ella. Uso un poquito el ordenador pero me defiendo menos.
Vuelve a un Bilbao sin el alcalde Azkuna.
Es verdad... Con él siempre tuve una comunicación no sólo fluida para resolver problemas, sino de amistad y aprecio. Le recuerdo muchas veces a Iñaki Azkuna. Y pido por él. Pido al señor que le conceda el premio a sus trabajos.
Sobre lo que ya no tengo que preguntarle es sobre los asesinatos de ETA.
Encontré alivio con la declaración pública de renuncia al ejercicio de la violencia. Fue un alivio grande para muchas personas y para toda la sociedad. Fue positivo. Confío en que el entorno de solemnidad y publicidad que dieron a aquel anuncio signifique para nosotros una mayor seguridad de que no volverán a las andadas. Lo que les preguntaría es: ¿Por qué, si han renunciado a la violencia, no entregan las armas? ¿Para qué las quieren? Si se incorporan a la vida política, ¿por qué no se disuelven como organización? Y siempre recuerdo a las víctimas y quiero estar cerca de ellas. Lo hice entonces y lo hago ahora.
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