Costas derribará las últimas construcciones y devolverá la playa de La Arena a los años 70

El plan prevé derribar las casetas de colores (pintadas en azul y burdeos, aunque antaño fueron blancas y rojas) que utilizan los socorristas y los hondartzainas y que han funcionado hasta ahora también como vestuarios y aseos. Además, se picará y eliminará todo el hormigón que colonizó la zona de dunas y que hizo que los coches pudieran llegar prácticamente hasta la misma línea de mareas en los años noventa. En definitiva, se aspira a que la playa de La Arena, al menos en su parte más cercana al mar, regrese en el tiempo a la década de los setenta.

Los servicios se trasladarán a dos nuevos edificios. El primero se ubicará en Zierbena, junto a la zona de restauración, aprovechando algunas instalaciones ya existentes y propiciando la habilitación de un pequeño paseo marítimo, de 133 metros de longitud. El otro se levantará desde cero dentro del término municipal de Muskiz, en la zona peatonal, al lado del helipuerto. Todas estas actuaciones quedan fuera del espacio natural, que no sufrirá daño alguno. Al contrario; toda la remodelación se ha orientado a recuperar el esplendor paisajístico y la biodiversidad. La iniciativa cuenta con un presupuesto de 1,65 millones de euros (sufragados por el Gobierno central) y aún no tiene una fecha concreta para su puesta en marcha, aunque su ejecución se producirá, en todo caso, a corto plazo. Por ahora, se avanza en los despachos. Cuando se autorice la obra, los trabajos saldrán a licitación y se prologarán durante doce meses.

¿Cómo ha cambiado la playa más utilizada de Bizkaia en los últimos sesenta años? La Diputación y el Gobierno vasco atesoran un fondo de fotografías aéreas históricas, que resultan muy ilustrativas de cómo la actividad humana se fue apropiando del terreno, al tiempo que se daba una progresiva destrucción del encanto natural del arenal. Las imágenes se pueden consultar gratis en internet.

La más antigua de ellas, tomada en 1956, muestra una playa prácticamente virgen, con un camino de tierra que conduce al centro de La Arena. Hay una buena cantidad de dunas y vegetación. La situación apenas varía hasta mediados de los setenta, cuando se produce un momento crítico. La memoria del proyecto que ahora se quiere llevar a efecto recoge así la explosión de hormigón que tuvo lugar hace medio siglo: «Debido a la presión de los visitantes durante esa década, se creó una amplia zona de aparcamiento. Toda esta área, muy degradada, fue objeto de una remodelación y se procedió a un ajardinamiento orientado a la creación de un área estancial y de picnic. También la Diputación construyó un acceso a la parte central de la playa, urbanizando el entorno de dos bares y servicios de la playa e instalando un mirador que se adentra en el arenal».

Esta práctica de ladrillo y cemento hizo saltar por los aires la dinámica natural del entorno. Afectó a las dunas y «rompió la continuidad entre la playa intermareal y la seca». Pese a todas estas agresiones urbanísiticas, La Arena sigue siendo un espacio de «alto valor desde el punto de vista ambiental y recreativo», se detalla en la memoria. El nuevo plan quiere potenciar estos valores, algo que se ha hecho en otras playas, como la de la bahía de Plentzia-Gorliz.

En realidad, se persigue el remate de una ambiciosa iniciativa que arrancó hace quince años. Fue entonces cuando se extinguieron las concesiones administrativas de los dos últimos bares y restaurantes que había junto al acceso principal (el Garmendia y la sala de fiestas Itxas Gane) y el Ministerio de Medio Ambiente comenzó su apuesta por la recuperación de la zona. Se procedió, no sin cierta polémica y posterior paso por los juzgados, a la demolición de los establecimientos y a la construcción de un sistema de pasarelas de madera de pino. Con el nuevo proyecto, estos caminos naturalizados y resistentes al salitre seguirán extendiéndose por la playa, en sustitución del pavimento hormigonado, que supone un problema ecológico.

Quizás la actuación más destacada sea el derribo de las casetas que se ubican sobre suelo de Muskiz. Fueron edificadas a finales de los años ochenta. Se trata de tres bloques de planta baja, unidos entre sí por pérgolas de madera, configurando un rectángulo de unos 45 metros de longitud y 8 metros de anchura. Su singular estética, que combina maderas y chapas de llamativos colores, se había convertido en una seña de identidad de la playa. Ahora se prevé su eliminación total y el traslado de los materiales a plantas de reciclaje.

Los servicios se mudarán a otro escenario. El edificio de Muskiz tendrá una forma romboide y dispondrá de una anchura de 9 metros y longitudes de fachadas de entre 10,5 y 19 metros. El nuevo espacio permanecerá abierto parcialmente todo el año, ya que el arenal se limpia durante los doce meses. No obstante, la parte funcional reservada para socorrismo y hondartzainas solo permanecerá operativa durante la temporada de baños (normalmente, entre el 1 de junio y el 30 de septiembre).

15.000es el número de usuarios diarios que llega a registrar la playa de La Arena en verano.

12 meses es el plazo de ejecución del nuevo proyecto, una vez que se adjudiquen las obras. Por ahora, el plan está todavía pendiente de aprobación definitiva.