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Mirari Artime
Viernes, 15 de septiembre 2023, 18:52
«Nada es comparable con una película en la pantalla grande. Con la imagen y el sonido perfectos. Rodeados de espectadores con los que compartir sensaciones y emociones, críticas y opiniones que se comentan a la salida. Todos los que amamos el cine, lo sabemos». ... Es la filosofía con la que los miembros del colectivo Zinemazaleak de Lekeitio luchan contra viento y marea para mantener abierta la sala Ikusgarri, la única que queda en todo Lea Artibai.
Operan sin fines comerciales. Son como ellos mismos se definen «unos románticos del cine, probablemente, de los últimos que aún quedamos». David Madarieta, Ibon Larreategi, Andoni Vacas y Ane Lardi se encargan todos los fines de semana de que el público tenga la posibilidad de ampliar sus miradas con historias que hablan de otros mundos, con otras miradas, otras vidas y otras sensaciones. Y muchas veces, simplemente, que hagan reír o llorar.
Para poder cumplir ese reto, trabajan de manera voluntaria desde hace una década. Todo comenzó con 'Avatar', de James Cameron. Su lanzamiento aceleró el cambio de proyectores de cinta a digitales. Los que no querían perder la oportunidad de exhibir el exitoso largometraje en 3D tuvieron que apresurarse a actualizar su tecnología.
La empresa Fines Norte que gestionaba la sala de Lekeitio anunció que no podía asumir el coste de la operación y en verano de 2013 decidió apagar la única pantalla que sobrevivía en la localidad y en el resto de la comarca. «Saltaron todas las alarmas», reconocen. «Para nosotros era impensable quedarnos sin cine, nos pusimos nerviosos y de manera espontánea contactamos, teníamos que ponerle una solución».
Enseguida saltaron las dudas. «¿Podríamos conseguir que un grupo de inexpertos unidos llevasen adelante un proyecto al que no se atrevió la empresa Fides Norte?», se cuestionaron. Como solución lanzaron un crowfunding. El resultado fue mejor del esperado. Con el boca a boca y las redes sociales reunieron los 50.000 euros para pagar la factura del nuevo proyector.
En mayo de 2014, Ikusgarri volvía a abrir sus puertas, a subir el telón. La reinauguración superó todas las expectativas; cinco sesiones de 'Ocho apellidos vascos' sin ningún hueco vacío en sus 288 butacas. «Tenemos la gran ventaja de que no buscamos beneficios, aunque tampoco podemos aceptar pérdidas ni deudas», señalan.
En la actualidad, suman 724 socios que abonan cuatro euros el billete, mientras que para el resto cuesta seis. La organización y gestión de la cartelera y de la sala de cine se gestiona de forma común. El Ayuntamiento asume los gastos de mantenimiento y el alquiler del local propiedad de la parroquia.
Llevan diez años luchando. Las alternativas de ocio se han multiplicado, la irrupción masiva de las plataformas para ver películas en dispositivos digitales ha crecido y la atracción que generaba la gran pantalla ha disminuido de manera proporcional. Los datos son innegables.
Antes del estallido de la pandemia, Ikusgarri registraba la afluencia de 20.000 espectadores al año. En la actualidad, no logra superar los 11.300. «Hemos perdido sobre todo a gente mayor que cogió miedo a estar en sitios cerrados, a esos grupos de amigas que quedaban el domingo a la tarde para tomar un café, charlar un rato y venir al cine», detallan.
Para mantenerlo con vida, necesitan de las ayudas públicas con las que también sufragan los espectáculos de pequeño y medio formato que organizan con periodicidad mensual. «No sería nada bueno que cerrásemos, porque también impulsa las relaciones sociales», recalcan. De ahí que buscan ampliar las vías de financiación y seguir sobreviviendo sin recurrir a las palomitas.
«No se permite la entrada de comida porque la normativa municipal lo prohibe, y aunque entendemos que para las salas comerciales representa una fuente de ingresos ineludible, aquí cuando las luces se apagan y la pantalla se llena de vida, te metes de lleno en la historia, la cuenta sólo para tus ojos».
Para mantener esa atracción, la cartelera, ofrece películas para todos los gustos, aunque en Lekeitio, Santiago Segura, es el héroe de la taquilla. A pesar de que la incertidumbre que planea sobre su futuro más cercano, el colectivo Zinema Zaleak apuesta por la magia del cine como uno de sus principales argumentos; «nuestras risas y llantos, bromas y caricias en el silencio, las sorpresas y los deseos, sueños al fin y al cabo que bailan en el aire, pero sólo por la magia del cine».
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