La lekeitiarra Oihana Garatea repara las redes para el pesquero de la familia. M. Artime

La última redera de Lekeitio

Oihana Garatea es la única representante de un colectivo indispensable para la pesca que celebra su reunión anual en la villa para reclamar un salario digno

Mirari Artime

Viernes, 26 de enero 2024, 16:29

Oihana Garatea tiene 52 años y forma parte de una familia vinculada toda la vida a la mar. Natural de Lekeitio, decidió dejar de lado su carrera audiovisual para subirse al 'Kalamua BI', el pesquero de casa donde cogió el relevo de su madre hace ... más de una década. Pero si la situación sigue como hasta ahora, se convertirá en la última redera de Bizkaia. De momento, es la más joven de todas y en Lekeitio es la única que se dedica a reparar y mantener las nasas de cerco.

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En Bermeo, apenas quedan dos y en Ondarroa están todas jubiladas. Según datos del Gobierno vasco, en 2007, cuando se unieron para ser más visibles, había 80, de las que una veintena trabajaban en los muelles vizcaínos. «No se trata sólo de relevo generacional, sino también de tener unas condiciones económicas dignas», señala. En su opinión que comparte el colectivo al que pertenece, «queda un camino largo por recorrer que esperamos comenzar hoy en la reunión de la asamblea».

Oihana está muy orgullosa de su trabajo, «me llena», asegura, y aunque al principio le costó entender las redes, «ahora es una satisfacción», indica en el almacén donde transcurre su jornada laboral. «Pero, ¿cómo le dices a una joven que aprenda si no sabe cuánto va a ganar?», cuestiona. «La mayoría ni siquiera se plantea que existe esta profesión», sostiene.

«Durante años, los ingresos de las mujeres de la mar han sido complemento del que ganaba el marido, pero eso ha acabado, somos imprescindibles para que el barco salga a faenar, sin redes no hay pesca, y tenemos que lograr que lo reconozcan, eso sí, respetando las características de cada puerto».

600 metros de largo

Por ahora, cobran 14 euros la hora para los barcos de casa y 16 si son de fuera. Son autónomas y por lo tanto si no trabajan no ganan. Están agradecidas de reconocimientos y homenajes, pero reclaman una mayor implicación de todo el sector pesquero del que son parte indispensable. Entre los logros históricos conseguidos destaca el del coeficiente reductor que equipara la protección social de hombres y mujeres de la mar.

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También han logrado ponerse a cubierto y resguardarse de la lluvia, el viento y el sol que las más veteranas han aguantado sin protestar. «Cuando estábamos en el muelle, muchos visitantes nos decían que bien estáis cosiendo al aire libre, como si fuésemos una estampa puesta por el Ayuntamiento», indican las mayores.

Trabajaban en el suelo, sin bancos ni respaldos, con la red enganchada a los dedos de los pies para evitar que se moviese. Hoy en día disponen de bancos, soportes donde atar las mallas y ropa de abrigo para hacer más llevadero el frío que cala hasta los huesos. «Las manos sufren muchísimo, se agrietan, porque muchas veces las redes llegan empapadas, directamente de la mar, y las tenemos que apoyar sobre las rodillas para poderlas reparar cuanto antes», matiza Oihana, que manipula piezas de hasta 600 metros de largo.

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En invierno tiene asegurado el trabajo casi todos los días, renovando y reponiendo. Lo lleva más a su ritmo. En primavera, en cambio, con la llegada de la anchoa, todo cambia. «Tienen otras redes de repuesto, pero si les gusta una y viene rota, hay que arreglarla ya, sin mirar horarios», confiesa Oihana, que no cambiaría su oficio «por nada del mundo» porque al igual que al resto de las compañeras que hoy se reúnen en Lekeitio, lo que le gusta es «armar redes».

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