Mirari Artime
Bolivar
Lunes, 7 de noviembre 2022
Aventura y solidaridad. Gorka Albizu y Josu Astorkia acaban de regresar a sus casas de Munitibar y Bolibar tras recorrer más de 4.500 kilómetros de ruta por el Marruecos más desconocido y menos turístico. Han atravesado pistas de montaña, cauces secos y desierto desde ... Tánger hasta el Atlas para llegar a las dunas de Erg Chebbi. Han superado todo tipo de obstáculos, desafíos y pruebas con la misión de entregar material solidario en las aldeas del desierto.
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El Uniraid, conocido como 'el Dakar de los estudiantes', les ha puesto al límite. Tanto a los dos jóvenes como al «viejo Mercedes» de hace 44 años con el que han competido. De hecho, una de las reglas de la prueba es competir con un vehículo de más de veinte años. «No es un rally ni una carrera de velocidad, es un viaje-aventura donde prima el componente solidario, donde hemos puesto a prueba tanto la resistencia del coche como la nuestra. Y, sobre todo, hemos comprobado lo feliz que puedes hacer con sólo un cuaderno y un lápiz a un niño que no tiene nada», describe Albizu, ingeniero informático. Su compañero en el equipo 'Racingcactus', Josu Astorkia, por su parte, está a punto de terminar Ingeniería Robótica y Electrónica.
Tal y como sucede con numerosos proyectos de ideas geniales, el plan de los dos jóvenes de Lea Artibai se materializó en un garaje. Tomaron prestado el 'Mercedes' de 1978 del padre de Albizu y lo transformaron por completo. «Llevaba unos ocho años parado, pero la chapa estaba en muy buen estado al haber 'dormido' a cubierto. Por dentro, en cambio, tuvimos que invertir mucho tiempo y dinero, casi dos años y un presupuesto que se nos disparó un poco». «Nos vimos obligados a cambiar casi todo; la caja, los frenos, filtros y líquidos. Partíamos de cero en esto de la mecánica y al final también hemos aprendido mucho», detallan.
Durante la aventura «ha respondido muy bien», recalcan. «No podemos quejarnos. Tiene tantos años como los dos juntos», apuntan entre risas.
En su cuaderno de viaje suman más de 4.500 kilómetros de autopista y desierto. «Once días recorriendo unos 400 kilómetros diarios de media en los que nos hemos dejado hasta el tubo de escape», comentan. «Ahora descansa otra vez en el garaje, hasta que volvamos a ponerlo a punto».
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Para cubrir cada jornada, contaban sólo con la ayuda de una brújula que les indicaba las coordenadas, un libro de ruta y su ingenio. «Superar el reto implicaba tanto llegar a la línea de meta como cumplir la faceta solidaria y ha sido una experiencia única», recalcan.
«Nos ha permitido conocernos mejor a nosotros mismos, estrechar lazos, y regresar con momentos que se quedan grabados en la memoria», recuerdan. «Una de las imágenes que más nos impactó fue la de un niño que apareció él sólo, no sabemos de dónde, en la mitad del desierto, sin zapatos, con el calor que hacía, esperando a que pasasen los coches para recoger una camiseta», detalla Albizu.
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«Resultó increíble comprobar la alegría con la que los chavales recibían el material escolar». En total, los participantes en la prueba donaron 160 kilos de material. «120 han sido distribuidos directamente por la organización en seis escuelas, mientras que el resto se entregó a más de un centenar de niños», explicaron.
También se vieron obligados a negociar con los lugareños. «Cambiamos cerveza por gasolina y luego por unas amatistas que trajimos para regalar en casa», confiesan.
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