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Víctor Barragán acaba de aparcar su profesión de taxista en Lekeitio. M. ARTIME
«El taxista rural va más allá de ser sólo un conductor»

«El taxista rural va más allá de ser sólo un conductor»

Víctor Barragán acaba de aparcar su profesión después de 40 años en los que también ha sido la mano amiga de vecinos de las zonas más alejadas de Lekeitio

Mirari Artime

Viernes, 3 de marzo 2023, 21:00

Para algunos vecinos de los municipios más rurales de Lea Artibai, el taxista resulta vital, y aparte de ser la persona que los conduce hasta su destino, se convierte en la mano amiga o en parte de la familia que vive lejos. Imprescindibles en situaciones de emergencia y en momentos complicados como los de la pandemia, en enclaves como Amoroto, Mendexa e Ispaster también son más que un servicio público.

A diferencia de sus compañeros de ciudad, no cubren decenas de carreras diarias esquivando atascos, sino que recorren muchos kilómetros entre conversaciones más o menos sosegadas que, en algunas ocasiones, incluyen además confesiones que no pueden volver a repetirse al terminar el viaje.

Tratan a la gente por su nombre. Sin ellos hay muchas personas de Lea Artibai que corren el riesgo de quedarse aisladas al vivir dispersadas en caseríos o a varios kilómetros de la parada más cercana del Bizkaibus que llega a cuentagotas. «Una urgencia, alguien que tiene que acompañar en el hospital a un familiar ingresado o acudir a un entierro que está en otro pueblo. Esa es nuestra labor».

Víctor Barragán ha pasado 40 años al volante. Hace menos de un mes que acaba de aparcar de manera definitiva la profesión para la que «te tiene que gustar muchísimo conducir, sino olvídate», indica. Aunque la llegada del transporte público ha dejado atrás los años de bonanza, este taxista de Lekeitio defiende su profesión.

«El que tiene coche o vive con alguien que esté disponible no tiene problema, pero hay otras muchas personas, sobre todo mayores, que, por ejemplo, te dan su tarjeta sanitaria para que les recojas alguna medicina o que les traigas los recados de la pescadería. Vamos más allá de ser un simple conductor, es una función social». 

Al igual que en otros puntos del territorio, para garantizar y organizar el servicio de la manera más eficiente, los usuarios solicitan el auzo-taxi el día anterior. Los ayuntamientos les abonan una cuota mínima y los clientes pagan dos euros por viaje. «Tenemos un calendario, cada mes le toca a uno», explica.

Sin móviles

En total, en la villa turística existen cinco licencias que en invierno también se encargan del transporte escolar y que les ayuda a cuadrar las cuentas. «Antes éramos el único medio de transporte que había para casi todo y teníamos que estar disponibles las 24 horas, y aún sin móvil siempre te localizaban», recuerda. «En los pueblos pequeños cada familia tiene su taxista de confianza», añade el más veterano de un sector que empieza a ver circular por la zona los primeros VTC.

Y con media vida al volante de su taxi, Barragán, tiene infinidad de anécdotas. Entre las que se le han quedado grabadas para siempre está aquella en la que tras un viaje a Pamplona a las cuatro y media de la madrugada recibió una propina de 700 euros. «Tenía una hernia que debía ser operada de urgencia», rememora. «Luego me llegó una multa de 300 euros por saltarme un radar que la clienta se empeñó en pagar, pero no acepté porque aún así y todo, los dos salimos ganando».

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