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Mirari Artime
Lekeitio
Jueves, 4 de julio 2024, 19:00
Sor María Jesús es la monja de clausura de Bizkaia que más tiempo lleva en un convento: 75 años. Acaba de cumplir 100 y continua residiendo en su convento de siempre, el de las Agustinas Recoletas de Lekeitio, donde asegura haberse sentido completamente realizada «porque seguí mi vocación». Para una de las religiosas más longevas del territorio, «eso sólo lo sabe quién lo siente y lo vive».
Aunque confiesa que le cuesta explicar con exactitud la riqueza interior y la felicidad que le ha supuesto dedicar tres cuartas partes de su existencia a Dios, tiene una memoria lo bastante buena para recordar que sintió «la llamada interior» siendo aún joven.
Era una veinteañera que ayudaba detrás del mostrador de la tienda familiar 'El niño Jesús' que sus padres abrieron en la localidad cuando tomó el camino de ser monja. «Acudía al convento a visitar a mi hermana y cada vez que lo hacía sentía mi vocación crecer más y más firme».
El mundo ha cambiado mucho desde entonces, pero no se arrepiente de su decisión. Es más, la oración, el silencio y el trabajo la han llenado de alegría durante todas esas décadas en las que ha sido testigo, entre otros acontecimientos históricos, de la Guerra Civil y posguerra, el franquismo, la transición, la democracia y hasta media docena de papas al frente de la Iglesia católica.
Este pasado mes de junio, el día 25, celebró un siglo de vida junto a las religiosas que la miman y la cuidan de los achaques propios de la edad y que como regalo le brindaron una misa oficiada por el Obispo de Bilbao, Joseba Segura. «Ahora tiene problemas para moverse y dificultades para escuchar, pero ha tenido una salud de hierro y acepta muy bien, siempre con una sonrisa, sus limitaciones», señala Sor Mari Carmen Garro que la ayuda en los actos de comunidad a los que acude a lo largo del día. «Le encanta sobre todo el coro», añade.
Para celebrar su aniversario, también recibió la visita de sus familiares, una amplia estirpe que hunde sus raíces en 'Montezuri', un caserío situado en las faldas del monte Oiz, en el pequeño enclave de Munitibar donde María del Carmen Mallea convivió nada menos que con trece hermanos. «Hubo algún problema y al poco de nacer me daban casi por muerta; pero el médico del pueblo me salvó y mira, he cumplido un siglo, mi madre falleció a los 94 y otra de mis hermanas a los 90», comenta.
«Muchos no comprenderán mi manera de vivir, pero yo no entiendo otra», explica la religiosa que hasta hace poco tiempo ha estado muy activa e implicada en la vida del convento donde también ha sido priora durante varios trienios.
«Además, Sor María Jesús ha sido durante muchos años la encargada de atender la portería, de recibir a las visitas, hacer los pedidos y las povisiones de las comidas y también de vender al exterior los bordados y la mantelería que elaborábamos para aliviar la economía del convento», matiza Sor Mari Carmen Garro.
«Por eso no me he sentido aislada o ajena al mundo exterior», detalla la religiosa que también le ha tocado salir para acudir temporalmente a su casa familiar para ayudar en el cuidado de los mayores. «Al conversar con la gente y conocer sus problemas, algunos muy serios y graves, intentamos aportar algo de luz, darles apoyo y rezar por ellos», comenta.
En estos momento, en el convento de Lekeitio que llegó a tener una comunidad de 22 religiosas, conviven apenas ocho. Sor María Jesús es muy consciente de la falta de vocaciones de hoy en día, pero lamenta que la sociedad y en especial los jóvenes «no sean capaces de encontrar la felicidad en su interior a pesar de no faltarles nada».
A lo largo de su dilatada vida, nunca ha dudado de su fe ni se ha arrepentido de una trayectoria marcada por el recogimiento y la oración. «Cuando llegan las dificultades, las aceptas porque es voluntad de Dios, que siempre es el eje sobre el que discurre nuestra vida», dice. «Y rezo, por todos, es mi obligación», recalca.
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