
Iratxe Astui
Viernes, 9 de septiembre 2022, 21:52
El Arrantzale Eguna de Bermeo no tiene ni edad ni condición social. Buena prueba de ello la dieron ayer al mediodía Patxiko Lauzirika, Iñaki Arenaza y el centenario, Juan Azkarate. «No hay que renunciar a celebrar esta fiesta a pesar de la edad», recomendaban estos tres amigos arrantzales, ya jubilados, que entre ellos suman la friolera de 276 años. «Si la reina de Inglaterra se tomaba su copita de ginebra nosotros no vamos a ser menos», bromearon al alzar su txikito de tinto para brindar «¡por los 'Andramaris'!».
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Los vecinos de la villa marinera no dudaron en echarse a la calle vestidos con la obligada indumentaria de mahón para recuperar por todo lo alto y en toda su esencia el día grande de las fiestas, interrumpidas durante los dos últimos años por la pandemia. «Teníamos muchas ganas de este día», reconocían en una cuadrilla de mujeres ataviadas con adornos coloridos en la cabeza y dispuestas a hacer la bajada desde la Goiko plaza hasta Taraska.
Uno de los actos centrales de la jornada, no obstante, tuvo lugar al mediodía de la mano de la sociedad gastronómica Lamera Gane. Los miembros del txoko, situado en el puerto viejo, recuerdan todos los años en el Arrantzale Eguna «a los bermeotarras que han estado vinculados a profesiones ligadas a la mar, algunas de ellas ya desaparecidas», explicaron.
En esta ocasión, los homenajes recayeron en la figura de Iñaki Bilbao, que desde la temprana edad de 13 años acompañó a su padre en la labor de fabricar los boyarines de palangre, que en Bermeo se conocen por su denominación euskerica de 'tuntuxek'.
Este instrumento, que hoy entra dentro de la colección de utensilios de la etnografía marítima, «era de hojalata y se utilizaba para la pesca de besugo y papardo», señaló Bilbao. Su padre, Ignacio, fue quien le enseñó la profesión, aunque apenas le ocupó «unos cinco años, porque después entró el plástico, el 'pitxiglas' que le decíamos, que relegó a la hojalata».
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Cada embarcación de bajura atesoraba sus propios boyarines, que se distinguían del resto «porque los decorábamos con los colores del barco al que pertenecían», recordó. «Los dibujos eran su distintivo, para poder recuperarlos por si se perdían en la mar», matizó Iñaki.
El Arrantzale Eguna recuperó también el sonido de la sirena de la cofradía vieja de Bermeo, que a Pakita Monasterio, otra vecina del grupo de los agasajados, le terminó emocionando. Su marido, de hecho, fue el último 'portu jagole' o guarda puertos en la villa marinera.
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«En aquellos tiempos había tantos barcos, que él se encargaba de supervisar por las noches que estuvieran bien amarrados, sobre todo durante los días de resaca», rememoró. «Si los cabos de alguna embarcación se soltaban, daba aviso al patrón que correspondía para que los reforzara, pero si la cosa se ponía fea, entonces daba la orden de que sonara la sirena, y todos los marineros bajaban a los muelles».
Tras la celebración del día del Arrantzale Eguna, muchos bermeotarras amanecerán hoy más tarde de lo habitual. El programa festivo tiene en cuenta los excesos motivados por la ocasión, por lo que el tercer día de Andra Mari llegará más pausado y acorde a los ánimos «más bajitos» de fiesta.
El día comenzará con la apertura del parque infantil en las campas de la pérgola. Los juegos estarán destinados a los niños de entre dos y diez años y permanecerán abiertos de 12.30 a 14.30 y de 17.00 a 20.00 horas. El parque de la Lamera acogerá, a partir de las 13.00 horas, la actuación del grupo Gaupasa, mientras que en el recinto de las txosnas se organizará un bingo con música, a las 19.00 horas.
El grupo Play the game Queen hará las delicias de los incondicionales de la desaparecida banda liderada por el cantante y pianista Freddie Mercury, el guitarrista Brian May y el baterista Roger Taylor. El concierto tributo a los londinenses comenzará a las 22.00 horas en el escenario de la Lamera. A media noche actuará Lowe Band.
Junto a la viuda de Luis Renteria, Rosario Gamboa, recibió también ayer su correspondiente pañuelo y placa homenaje. En su caso, por su abuelo Francisco, uno de los cesteros que trabajaron en épocas pasadas en las lonjas de Bermeo. «Se confeccionaban en muchos tamaños y servían para transportar el pescado, pero también para cargar el carbón, los trasmallos...», rememoran durante el acto. «Una vez limpias, muchas madres en Bermeo metían a sus hijos dentro de las cestas para mecerlos y dormirlos», destacaron.
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El joven Galder Benguria acudió a la cita de Lamera Gane en nombre de su bisabuelo, Adrián. «Fue uno de los toneleros del pueblo que se utilizaban, por ejemplo, para el pescado en salazón».
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