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El litoral del Abra ha sufrido una intensa degradación. Luis Ángel Gómez
La costa vasca sufre más el ladrillo que la cántabra

La costa vasca sufre más el ladrillo que la cántabra

Con más de una décima parte de sus playas «deterioradas», Euskadi supera al territorio vecino y es ya la cuarta autonomía con mayor grado de edificación en el litoral

Viernes, 27 de julio 2018, 00:38

Que Cataluña, Valencia y Andalucía sean las tres comunidades autónomas con mayor porcentaje de costa urbanizada no sorprende: solo el año pasado 81,8 millones de turistas viajaron a España, la mayoría a la costa, y en especial a estas tres autonomías, tradicionalmente receptoras de este tipo de visitas. Lo que sorprende un poco más es que Euskadi les vaya justo a la zaga: el 12,8% de las playas vascas están degradadas por «superficies artificiales».

Así lo recoge el estudio de Greenpeace 'A toda costa', que ha analizado los diez primeros kilómetros tierra adentro del contorno costero español. Y los datos no son halagüeños: el 80% de los recursos ambientales de los ecosistemas situados en el litoral han empeorado con el ladrillo. Aunque las playas solo son el 0,06% del territorio, más de un tercio están urbanizadas. Y la zona atlántica no se salva.

El norte asiste a «un proceso de mediterraneización», apunta la portavoz de la campaña, Paloma Nuche, y Euskadi está a la cabeza. Supera incluso a Cantabria, que tiene un 12,2% de sus playas urbanizadas. Y eso que es destino vacacional de referencia de vascos. Si los de aquí se mueven allí y no al revés, ¿por que la costa vasca presenta peor aspecto? Se debe principalmente a dos factores. El primero, «y aunque es verdad que Cantabria tiene grandes focos como Laredo o Castro-Urdiales», es el de «la población residente»: 2.194.158 habitantes en Euskadi, frente a los 580.295 del territorio vecino. Si se suma la orografía, plagada de acantilados y con «accesos complicados» a los arenales, la conclusión son «núcleos de población muy abarratados que ejercen mucha presión sobre las playas».

El segundo factor tiene que ver con el espacio protegido: mientras el País Vasco cuenta con 8.000 hectáreas, en Cantabria presumen de hasta 11.000. Son estos espacios, comenta Nuche, «los que realmente han puesto freno a la urbanización desbocada» y no la Ley de Costas, que a juicio de Greenpeace, «ha fracaso en su objetivo».

En Bizkaia, un 57,1% de las playas se encuentran urbanizadas. El ejemplo más claro se extiende desde Santurtzi -que multiplicó sus edificaciones en 'primera línea' en un 50% entre 1987 y 2005- hasta Zierbena, que en 2013 entró en la lista negra de los diez municipios que más habían intervenido en el medio natural, sobre todo con construcciones industriales.

La palma, sin embargo, se la lleva Zarautz, «una de las pocas localidades guipuzcoanas que ha seguido una línea de desarrollo mediterránea», señalan los ecologistas. Su crecimiento ha dejado un paisaje «totalmente colmatado que se disimula en el extremo oriental con el verde del campo de golf». En Gipuzkoa, el 75,8% de la línea de playa está urbanizada. Por comparar, Barcelona y Málaga, las más afectadas, presentan un 83,6%.

La destrucción del ecosistema costero implica perder recursos y pone en riesgo al turismo

Consecuencias

Camping en las marismas de Santoña, Victoria y Joyel, reserva natural. Greenpeace

Los datos

  • Cantabria 12,2% de la línea de playas cántabra está urbanizada. La media española es del 13,1%.

  • Euskadi 12,8% de la superficie costera y playera vasca se encuentra afectada por el ladrillo.

Normativa hecha con regla

Comenta Paloma Nuche que «Euskadi aún tiene la oportunidad de hacer una ordenación», ahora que se mantiene por debajo de la media española, un 13,1%. «La tendencia sigue siendo aumentar la urbanización de forma exponencial». Desde Greenpeace piden «blindar la línea de playa que aún no esté urbanizada» y una nueva Ley de Costas «que realmente sea capaz de p roteger el conjunto de los bienes y servicios» del litoral, «más allá de los cien primeros metros que nos separan del mar». «Que no sea una norma medida con regla, sino que recoja ecosistemas completos».

Las consecuencias de no hacerlo son variadas y ninguna buena. Desde la destrucción de los ecosistemas costeros -«más en un contexto de cambio climático»- hasta la merma de I+D. Sobre todo de la 'I', Investigación, que en gran parte se sirve de estos paisajes. También afectaría a la seguridad alimentaria e, irónicamente, al propio turismo. «Corremos el riesgo de matar a la gallina de los huevos de oro. Si se deterioran las playas, ¿quién va a venir?». Es urgente, añaden, apostar por «un turismo sostenible» y «un modelo de desarrollo económico basado en la explotación de la conservación. Que conservar un ecosistema salga más rentable que destruirlo».

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