«Corrió 15 metros sin ladrar; vino por la espalda y me pegó tres bocados en la pierna»

«Noté sangre en el gemelo». El policía llegó a desenfundar la pistola y se giró. «Tenía al perro a metro y medio ladrando. Parecía que se iba a desencajar». Entonces, gritó: ¡Coge al perro, coge al perro! «Era una mala bestia». Está convencido de que si hubiera saltado o hecho algún gesto brusco, el can le habría vuelto a atacar de frente. El dueño logró contener a su mascota.

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Ainhoa de las Heras

Ante la agresividad que mostraba, los policías municipales no pudieron pasarle el lector de chip y tuvo que hacerlo su amo, que también se llevó algún tarisco en una mano, según esta versión. El propietario contó que él era su tercer dueño. El animal había sufrido malos tratos y había estado encerrado y que por eso se mostraba tan agresivo. El ertzaina acudió a la mutua, donde le prescribieron antibiótico y antiinflamatorio y, después en un ambulatorio, una vacuna para evitar infecciones.

Mientras al agente le esperaban tres días de baja, el perro quedó en manos de su dueño, suelto de nuevo, pese a que se trata de «un peligro en potencia». «Imagínate si le pilla a un niño...», piensa el policía. Se plantea presentar una demanda por lo civil contra el dueño, ya que el Departamento de Seguridad no interviene en los casos como éste que no van por la vía penal.