Se cuelga de cañerías y señales de tráfico aguantando con los pies suspendidos en el aire y su cuerpo totalmente rígido como si estuviera flotando. Escala farolas y se balancea en barandillas, usando solo la fuerza de sus manos. También cruza los pasos de cebra ... haciendo el pino -si hace falta solo con una mano-, dejando boquiabiertos al resto de viandantes. Piruetas y acrobacias similares a las de un equilibrista de circo pero en plena calle. Neftalí Obiang es un joven de 29 años que impacta por todo Bilbao con sus posturas increíbles gracias a la calistenia urbana. Una disciplina que, además de ayudarle a este joven originario de Guinea Ecuatorial a superarse a sí mismo, tiene en su caso un marcado componente social.
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La calistenia es una combinación de ejercicios de resistencia, giros, planchas, combinaciones, trucos y vuelos espectaculares que se ejecutan a través del propio peso corporal. Se trata de un deporte que está en auge. En muchos municipios se han instalado parques de calistenia -o comunmente llamados 'de barras'- y se puede ver a chavales practicando movimientos básicos como la sentadilla, el abdominal o la flexión o más complejos como la plancha o el 'four level'.
Neftalí se define a sí mismo como «un emprendedor de la calistenia». Él vive en cuerpo y alma para esta disciplina, ya que le ayuda a nivel mental y físico, pero también porque se dedica profesionalmente a ella, enseñándosela a otras personas. A través de la asociación Koop Sf 34, ha puesto en marcha el proyecto Ayeekle Club Street Workout. Entrena a un grupo de chicos de San Francisco con el objetivo de que, a través del deporte, se reduzca el nivel de conflictividad y el desempleo en este barrio multicultural de la capital vizcaína.
Pero antes de haberse labrado un camino profesional a través de lo que afirma ser su «pasión», tuvo que superar muchas piedras en el camino. Nació hace 29 años en Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial. Allí empezó a estudiar Políticas, pero su padre quiso que continuara sus estudios en Bilbao, consciente de que aquí podría obtener mayores oportunidades. Su hermana llevaba varios años viviendo en Portugalete y se mudó a su casa. Sin embargo, un cúmulo de errores en la inscripción hizo que finalmente no le convalidaran la carrera y perdió los papeles. Tuvo que empezar de cero. «Estuve un tiempo con mi hermana pero le dije que tenía que buscar mi propio camino y vine a Bilbao», relata el joven.
Fue durante su estancia en Portugalete cuando supo qué era la calistenia. En su ciudad de origen acudía todos los días a ejercitarse a un parque de barras, pero jamás había oído la palabra. «Yo no sabía lo que era. Iba a correr mis 14 kilómetros al día y a las once de la noche iba a entrenar con las barras. Solo me colgaba en la barra y hacía abdominales, nada más», explica.
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En los aledaños del museo Rialia también hay un espacio al aire libre de estas características y allí comenzó a familiarizarse con el término. Fue en un momento clave de su vida. El más difícil. La calistenia le ayudó para superar la muerte de su padre. «Me ayudó muchísimo porque me dio mucha disciplina. Supe lo que era la disciplina. Son movimientos tan complejos que requieren de mucho tiempo. A veces, te pasan 6 o 9 meses practicando un solo movimiento para que te salga de forma correcta. Es ir cogiendo la sensación que te da tu cuerpo y fortaleciendo ciertos músculos que no te imaginas que existen. Me siento totalmente libre», señala Neftalí.
Hay que ser muy constante, flexible y contar con una buena consistencia física. Neftalí asegura que los estados físicos que tenemos ahora son consecuencia de los hábitos del pasado, desde que somos niños. En Malabo su familia tenía un pozo de 9 metros de profundidad y con 8 años empezó a tirar agua, lo que «me dio la musculatura de la espalda». «Y, además, mi padre tenía un negocio de madera. Allí cargaba grandes bloques de madera que pesaban muchísimo. Le ayudaba todos los días. Iba a la universidad e iba corriendo», recuerda.
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Ahora, es capaz de hacer abdominales sosteniendo a una persona de 60 kilos. También le apasiona correr. Participa en ultramaratones. De hecho, hace dos años completó un reto que consistió en subir al Pagasarri (671 metros) corriendo durante un año natural (365 días).
- ¿Has pensado alguna vez en competir a nivel profesional?
- En Bilbao ni mucho menos soy el mejor pero intento autoexigirme día a día y llegar a lo máximo que puedo. En realidad, nunca he sido muy competitivo. Tengo 29 años, soy realista. Eso requiere una edad. Requiere también tiempo. Yo trato de dedicar mi tiempo a entrenar a personas más que a mí mismo. Es un proyecto en el que estoy volcado y que quiero sacar adelante.
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Neftalí reside actualmente en Irala. Su hermana fue un apoyo fundamental en su llegada a tierras vizcaínas, pero ha sabido labrarse su propio camino. Confiesa que tiene pareja -Itziar- y es «muy feliz». Disfruta al máximo con lo que hace y, por eso, no tiene reparos en hacerlo en plena calle, en el Euskalduna, en el Guggenheim, en Artxanda... Muchas veces acompañado de una buena amiga. La gente se le queda mirando, pero no le importa.
«Haré esto hasta que me muera. El ser humano es un animal. La teoría de nuestros ancestros nos dice que estamos destinados a movernos. La calistenia ayuda mucho a la hora de envejecer. Se ha demostrado que el entrenamiento de fuerza es importantísimo y se lo trato de inculcar a las personas a las que ayudo». Asegura que la calistenia ayuda a prevenir el envejecimiento, ya que es bueno para combatir la osteoporosis y la sarcopenia (afección que se caracteriza por la pérdida de masa, fuerza y funcionamiento de los músculos en los adultos mayores. «Da igual la edad que tengas o si empiezas tarde, puedes llegar a tener una vida saludable plena. He ayudado a gente que no podía sentarse o levantarse sola a hacerlo».
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