Pocos pasajeros. El gasolino de Erandio ha visto cómo se ha reducido su actividad con la pandemia.

El coronavirus hunde el gasolino de Erandio

Desde 1903 ·

El déficit del servicio de transporte de viajeros con Barakaldo amenaza con poner fin a 120 años de historia ligados al auge industrial de las dos orillas de la ría

txema izagirre

Lunes, 3 de agosto 2020, 01:30

La ría está cargada de un pasado industrial del que todavía da fe el gasolino que une ambas márgenes entre Erandio y Barakaldo. Pero el transporte acuático más popular del Nervión se va a pique si las ayudas públicas no lo remedian. El bote hace ... aguas por deficitario. Si a finales del siglo XIX vivió una actividad floreciente al calor de una industria ligada a la siderurgia y a los astilleros, ahora toca fondo y suscita reivindicaciones para sacarlo a flote.

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«El oficio de botero se remonta siglos atrás en la ría y en Erandio. Eran personas que realizaban este duro trabajo tanto para transportar gente de una orilla a otra como para llevar enseres, mercancías y demás. Hace dos siglos se usaban embarcaciones a remos. Mi abuelo tenía un botecito y hacía transportes hasta Asua. Aprovechaba la subida de la marea, y la bajada para volver», recuerda José Luis Muñoz Martín. Este vecino rememora los relatos de su «amatxu» sobre aquel «mundo obrero y de pobreza». Su abuelo, Manuel Martín, transportaba mercancías, como madera, carbón, herramientas... «Mientras él remaba o cingaba sorteando arenas y fangos, mi madre le ayudaba a cargar y también le liaba cigarrillos durante el trayecto», explica. Entonces, «Erandio estaba llena de industrias pequeñas».

La actividad fue en auge en el Nervión y el sistema de transporte marítimo se modernizó. «Se empezaban a motorizar las embarcaciones, con motores a vapor primero y de explosión después. Y los remos y las velas pasaron a formar parte de la historia», comenta Muñoz.

El cambio de sistema económico empujó la evolución de la ría hacia un modelo que atendía las necesidades industriales crecientes en los albores del siglo XX. Luego llegaron astilleros y talleres. El trajín de gente hizo preciso instaurar un transporte rápido y eficaz. «Nadie tiene claro en qué año se puso en marcha la primera compañía de transporte de pasajeros entre Erandio, Barakaldo y Sestao». Según apunta Mari Carmen Prada, fue hacia 1903 cuando Bautista de Llona y Amaia de Mitxelena instauraron el servicio. Era una saga que seguía ligada al Nervión, desde el Puerto Viejo de Algorta hasta Erandio. «Mi bisabuelo, Martín de Llona, también fue botero entre Erandio y Barakaldo. Y mis padres crearon el servicio de gasolino que está desapareciendo», relata apenada Amalia Fleurier.

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Entre 1950 y 1980. En los años de esplendor más de 18.000 personas viajaban en el gasolino cada día.

300 usuarios al día

Aunque hubo tiempos mejores. En los años de esplendor, más de 18.000 personas pasaban a diario entre la orilla de Barakaldo y la de Erandio. En horas punta hasta tres embarcaciones a la vez cruzaban la ría para llevar pasajeros. Incluso había una cuarta barcaza de retén.

Los mejores años de actividad fueron entre 1950 y 1980. Entonces, en uno de esos botes iban el patrón y un ayudante, cuando ahora una persona sola se las apaña. Y la empresa contaba con empleados de mantenimiento y administrativos, además de taquilleras. «Llegó a haber hasta 40 personas trabajando», relata Prada.

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Pero aquel esplendor es cosa del pasado. Ahora, apenas 300 personas cruzan de Erandio a Barakaldo cada día. La parada de Sestao hace años que no se utiliza. «Estaba a la altura de las instalaciones del club de remo Kaiku», rememoran desde la agrupación vecinal Auzokideok. Las tres embarcaciones actuales -una de retén- se llaman 'Aúpa', 'Ere' y 'Ane'. En otros tiempos, navegaron con gente a bordo botes bautizados con nombres de barrios o calles erandiotarras: Arriaga, Asua, Obieta o Jado.

A día de hoy, Óscar Suárez lucha por mantener a flote su empresa Boteros del Nervión, y hasta pelea por evitar que sus barcos en marea baja queden atrapados en un fangal maloliente que no se draga desde hace una década. «La Autoridad Portuaria me dijo que dragase yo mismo las dos orillas», relata, lo que le supondría un coste añadido de 40.000 euros que no puede afrontar.

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Números que hacen aguas

El último golpe de gracia al servicio, tras años de zozobra, lo ha dado el coronavirus. «Con el Covid se ha ido todo al garete. Antes con lo que sacaba de la celebración de las despedidas en verano mantenía el servicio de pasaje el resto del año». Pero el virus le ha golpeado de lleno. El confinamiento fue lo peor: «Trabajaba ocho horas y como mucho trasladaba a 15 personas». Traducido a dinero sería facturar 16,5 euros brutos. Por eso decidió mantener los botes -en los que hizo una importante reforma hace tres años- mes y medio en el dique seco. Para ampliar el abanico de posibilidades, el patrón ha empezado a ofertar salidas por la ría al Puente Colgante, al Guggenheim y al Abra.

Con toda esa historia a cuestas, los vecinos de Erandio piden apoyo institucional para mantener vivo «un símbolo del pueblo, una seña de identidad potente. No entenderíamos nuestro frente de ría sin el gasolino», apuntan desde Auzokideok. Su portavoz, Txetxu Aurrekoetxea, reclama que se considere «patrimonio» y que la ayuda llegue de los ayuntamientos de Erandio y Barakaldo. ¿Cómo? Apoyando las salidas culturales.

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El propio responsable del servicio plantea que le patrocinen con publicidad o subvencionen los viajes para saldar deudas. Porque los gasolinos están en perfecto estado, pero los números del servicio hacen aguas por todos lados. «Es hora de dejar las buenas palabras y pasar a la acción», emplazan desde Auzokideok.

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