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Un paseo por Bilbao es la mejor manera de percibir su pulso. Cómo late la capital de Bizkaia estos tiempos de restricciones forzadas por la pandemia. Con la prohibición de los bilbaínos de viajar a otros municipios o de que vecinos de otros lugares entren ... en la villa, limitación a reuniones de seis personas o, lo que se lleva peor, que hayan cerrado todos los bares y restaurantes al menos el mes de noviembre. La visita revela que, a pesar de todo, el corazón de la ciudad está vivo y bien vivo, que resistiría una y mil pandemias. Los residentes no se arredran y, eso sí, con todas las prevenciones posibles, superan sus miedos y salen a la calle para acudir a supermercados y tiendas mientras esperan con paciencia y resignación recuperar cierto grado de normalidad. «Que menos que un café o una caña en una terraza, comer un buen menú». Esta es la cronología de este sábado.
La mañana empieza tranquila, sin agobios. Como no hay bares abiertos, a las nueve de la mañana la gente que se ve por la calle hace deporte, va al monte o espera la apertura de los supermercados. Pero sin colas. Tranquila. Uno de los primeros que entran al Carrefour de la plaza Zabalburu es Xabi Aparicio al que, a sus 77 años, le gusta tener los deberes hechos a primera hora. «En un rato estoy en casa cocinando y luego a la calle, a buscar un poco de sombra para leer el periódico», asegura.
Es de buen conformar y ha aceptado todos los cambios con optimismo, «hay que mirar siempre hacía delante, para atrás ni para coger impulso». Eso sí, reconoce que antes le gustaba ir de txikiteo al Casco Viejo. «Somos una cuadrilla de 35, no te digo más, y si ves la que hay liada en el grupo de wasap con esto de no poder ir a tomar potes...». Él se ha buscado una buena alternativa. «En cuanto puedo me subo a Kobetas, Arraiz o Arnotegi y allí paso el día tranquilo; un libro en la mochila, unas cervezas fresquitas, un poco de vino, música y a disfrutar; no queda otra, hay que amoldarse a lo que viene».
Álvaro López y Aitana Simón se niegan a no poder hacer planes porque no se pueda salir de Bilbao y los bares y restaurantes estén cerrados. Así que este sábado han salido a la calle «a la aventura, a lo que caiga». Se han adentrado en el Casco Viejo y han comprado algunas cosas para comer y unos cafés que degustaban en las escaleras del Mercado de la Ribera. «Luego vamos a dar un paseo y, aunque probablemente tengamos que comer en casa porque los restaurantes solo preparan cosas para llevar, a la tarde haremos algo de ocio, alguna sesión de escape room o algo así, que sabemos algunos locales que están abiertos», adelantaban. «Somos conscientes a de que con esto de la pandemia aconsejan mucha precaución y hasta no salir de casa, pero no cuesta nada darse una vuelta con cuidado y gastar algo en los comercios de aquí, que lo están pasando mal, ayudarles a hacer algo de caja«, animaba Álvaro.
Con la llegada del mediodía la imagen de Bilbao cambia por completo. Las calles se han llenado de gente, sobre todo en el Casco Viejo. Allí estaba María José López, que aguantaba con paciencia una interminable cola en la pescadería Arrain Bizia. «Traen un pescado fresco, fresco de Galicia que merece la pena esperar lo que haga falta», asegura. Eso sí, hay que estar con mil ojos. «Ayer incluso habían puesto carteles para alertar a los clientes de que tengamos cuidado con los carteristas; yo vi a un señor desolado al que le habían robado».
Dentro del Mercado de la Ribera no entraba casi ni un alfiler. «Voy a tener que salir a ordenar a la gente porque las colas no dejan pasar a los clientes», se quejaba Begoña Dávila de la Charcuteria Xabier. Aunque lo hacía con la boca pequeña mientras atendía un pedido. Enfrente el causante del tumulto era el puesto de la Pescadería Santurtzi, donde Joseba Pérez reconocía que estos días estaban siendo especialmente «moviditos». «Es sábado de noviembre, antes de Navidad, en medio de un semiconfinamiento, y que tengo un género bueno, bonito y barato», bromeaba.
Ya dentro de las Siete Calles, el intenso ir y venir de personas era llamativo. Y la presencia de numerosos músicos callejeros daba fe de que veían oportunidad de lograr algunos euros con su arte. Uno de ellos lo daba todo versionando el Txoria Txori de Mikel Laboa en una Plaza de Unamuno atípica, con las persianas de los bares bajadas, pero abarrotada de gente. Y decenas de personas tomando el sol en las escaleras de Mallona que asistían al concierto improvisado.
Muy cerca de allí Maite, trabajadora de un BM, ejercía de portera al supermercado, donde un letrero dejaba bien claro que su aforo máximo estos días es de 30 personas. Eso explicaba la tremenda cola que hacía en la calle. «Como esto tuvimos en marzo, pero hasta dos días no había vuelto a pasar, yo creo que la gente le ha entrado un poco de psicosis», aseguraba.
Pues esa impresión podría dar ver pasar a Ane Martín e Itsaso Sarria cargadas con bolsas llenas de cervezas, vino y cocacolas. «Ya le he dicho a Itsaso que todo para este fin de semana va a ser demasiado; guardaremos algo para el siguiente», bromeaba la primera. Viven de alquiler en un piso compartido con otra persona, «y toca fiesta», resumían. «Una alegría para el cuerpo, que yo soy sanitaria y Ane hostelera en paro forzoso», añadía la segunda. «Si, trabajo en el Bakaikoa de la plaza Unamuno y, la verdad, estamos bastante jodidas porque ni sabemos cundo podremos abrir, si nos van a dar el ERTE, un caos».
En la cercana calle Correos, Ariane y Ana se esmeraban en colocar bien la ropa en la tienda Round para que llame la atención al constante goteo de clientes. «No vendemos como antes de la pandemia, pero la verdad es que estos días en las calles se ve mucha gente y claro, con este día», confesaba Ana.
En Itziar Moda, Amaia Basáñez confirmaba que en los últimos días también entran más clientas al local. Como Araceli Perea, que se probaba coqueta un pantalón. O Laura García de Andoín, que salía del local junto a su amiga Ana Mari Beasoain de Paulorena. A sus 84 años, Laura no tiene ningún temor a salir a la calle. «¿En este plan porque vas a tener miedo?, en las tiendas todo es muy seguro y en la calle la gente se está portando bien; lo que no aguanto es a los que no respetan las normas, se quitan la mascarilla y se juntan en grupos haciendo el indio», subrayaba.
La jornada mantuvo una tónica similar por la tarde y, pasadas las 20.00 horas, todavía había mucha gente en El Arenal y paseando en el Casco Viejo. Xabier Olañeta, hacía balance del sábado y reconocía que había ido bastante bien «para las circunstancias que vivimos». Aunque, en su opinión, la situación sigue siendo «muy complicada. La falta de movilidad nos afecta mucho, pero el comercio de Bilbao no sobrevive solo con los bilbaínos, hace falta que vengan de toda la provincia, de fuera incluso, es necesario más volumen para cuadrar las cuentas».
Eukene y Jon Arbizu estaban especialmente contentos al finalizar la jornada. Regentan la tienda Douglas en el Casco Viejo y respiraban un poco aliviados. «Es que hemos abierto la tienda en octubre, unos días antes de que se volviese a decretar el estado de alarma, y luego ha venido lo de no poder salir de los municipios y, a pesar de todo, hoy hemos tenido bastante gente, no una locura, pero sí para estar satisfechos», han subrayado. El mes del estreno ha sido complicado, «pero las cosas van saliendo y vemos que la gente viene; en cuatro días gastamos todos nuestros bonos denda y, como esto funciona tan bien, nos hemos apuntados a los bonos del ayuntamiento, que ese ponen en marcha el miércoles», ha añadido Eukene.
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