Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Carlos Riera, un joven piloto de la empresa RTS Rotorsun de Águilas, especializada en aplicaciones aéreas en agricultura y tendidos eléctricos, maneja con destreza el helicóptero Bell Jet Ranger III que rocía los pinares vizcaínos. Es el responsable de fumigar nuestros bosques para ... controlar la plaga de la procesionaria, la temible oruga capaz de causar estragos en los árboles, matar mascotas y causar problemas graves en la salud humana, y que este año afecta al 1,85% de la superficie boscosa del territorio, o lo que es lo mismo, a 2.200 hectáreas, según los cálculos de la guardería forestal.
Aun así, el tratamiento aéreo, que se ha realizado por completo a lo largo de este jueves, solo se ha aplicado este año sobre 700, en las zonas de mayor afección detectadas por los funcionarios durante las prospecciones que realizan. Las áreas no prioritarias, las masas de pinos adultos que van a cortarse de forma inminente y las áreas naturales protegidas quedan fuera del alcance del helicóptero. Aun así, este tratamiento se «ha revelado como el más eficaz«, explican los especialistas de la Diputación.
Riera está acompañado por el responsable del servicio de protección del área de Montes, Aitor Omar, además de por otros dos operarios que atienden el vehículo de apoyo y le ayudan en las maniobras de despegue y aterrizaje. También le dan instrucciones por radio. El helicóptero tiene como base una gigantesca campa en Fruiz, desde donde sobrevuela unas 200 hectáreas espolvoreando un producto fitosanitario sobre pinares de Arrieta y Meñaka.
El ruido ensordecedor de sus hélices enseguida se diluye en el horizonte mientras sobrevuela los bosques a unos 90 kilómetros por hora y a unos cinco metros de la copa de los pinos. Ahí, en las ramas, es donde ahora mismo están las pequeñas larvas, que dentro de poco construirán enormes bolsones en las copas.
Una vez acaba en esta zona de Bizkaia, pone rumbo a Orozko, y más tarde a Zalla y Gordexola. El piloto cuenta con un dispositivo GPS que le va indicando las zonas a tratar. El tratamiento sale a unos 50 euros por hectárea.
Los árboles se rocían con un producto que se utiliza en cultivos de agricultura ecológica muy ensayados en el control de plagas en masas forestales, explica Omar. Se esparcen un máximo de 3 litros de por cada cien metros cuadrados de pinar. Se trata de la síntesis de la proteína de la bacteria Bacillus thuringiensis, que habita en el suelo, una alternativa biológica al plaguicida. «En todos los años que llevo aquí, ningún propietario se ha negado a que apliquemos este tratamiento, todo lo contrario», defiende el técnico.
El tratamiento aéreo se aplica ahora, en septiembre, porque es cuando es más efectivo. Además, deben producirse condiciones idóneas: no puede llover, ni soplar el viento, ni hacer más de 25 grados de temperatura. Ahora mismo, las larvas son muy pequeñas y están en las ramas de los árboles. Se comerán las hojas por la noche, ya impregnadas con este producto, y morirán de inmediato.
El nivel de afectación se divide entre el 0 y el 5. En Bizkaia no se han detectado zonas con el mayor nivel de afección. En invierno, la Diputación elimina desde tierra los bolsones en pinos jóvenes, coloca nidos para aves que se comen a las orugas o utiliza cañones termonebulizadores en los pinares menores de 5 años, y en zonas concretas cerca de zonas pobladas, viviendas, colegios, áreas recreativas y explotaciones agrícolas.
Hay más métodos, como «trampas de atracción con feromonas» que evitan que los machos fecunden a las hembras. Y los ayuntamientos han comenzado a utilizar otros métodos, como anillas que colocan en el tronco de los pinos, que las orugas se ven obligadas a rodear hasta que caen en una bolsa. «Podemos decir que la plaga está bajo mínimos», dice Omar. Aun así, estos tratamientos son necesarios, asegura, por «el gran uso recreativo» que se hace de los bosques en nuestra provincia.
Se trata de una especie muy resistente, que se encuentra muy a gusto en nuestra tierra, con temperaturas suaves. Las hembras han depositado cientos de huevos en las ramas de donde han emergido miles de larvas que se comen vorazmente las acículas del pino, lo que puede provocar defoliación y muerte del árbol al no poder producir nutrientes por medio de la fotosíntesis.
Las larvas causan una toxina muy irritante, según la especialista de la UPV y miembro del Colegio de Biólogos de Euskadi Marta Saloña. En un tiempo, más adelante, «se protegerán dentro de bolsones formados por seda en la copa de los árboles. Eso dificulta el acceso de los depredadores que se alimentan de estas orugas», explica. Después, entre febrero y abril, bajarán del árbol y buscarán un lugar para enterrarse y emerger como polillas. Durante esa migración formarán hileras de larvas. Ahí, en esa época, sueltan miles de pelos urticantes, y es cuando más peligrosas son para las mascotas y las personas. Pueden causar irritación de la piel, de los ojos, problemas respiratorios, reacciones alérgicas, inflamaciones...
Aun así, su afección es cada vez menor en el territorio, porque todo «es cíclico». «En los setenta y ochenta, se produjeron defoliaciones severas de esta plaga pero se han venido haciendo diferentes tratamientos, y el aéreo se ha demostrado más eficaz», asegura Omar. El número de hectáreas en las que se aplica el aéreo se ha ido reduciendo con los años. Hace casi diez años, se fumigaban 10.000 hectáreas por el aire. «Ahora, en cambio, nos movemos en niveles de infestacion por debajo de las 4.000 hectáreas», explica Omar. El año pasado, se trataron 2.000 con helicóptero y hoy, 700.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.