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«Si tuviera que destacar algo, sería lo pronto que se empieza a consumir cocaína». Quien habla es Iragartze Garai, psicóloga sanitaria de Etorkintza, fundación vizcaína que desde hace cuatro décadas trabaja en el ámbito de las adicciones. La «normalización y extensión» en los últimos ... años de esta droga, que «es la reina entre los adultos», hace que tenga «menos estigma que otras», que llegue a «más jóvenes, incluso menores de edad», y que crezcan los «comportamientos agresivos».
Lo primero que hay que aclarar es que no se trata, ni mucho menos, del estupefaciente más consumido entre los adolescentes. Cannabis y alcohol lideran el ranking. Pero sí que es cierto, señala la profesional, que, «hasta hace cuatro años, apenas aparecía» este estimulante entre los menores que acuden al programa de deshabituación que ofrece esta entidad, mientras que ahora, en torno a un 5% de los asistentes la consumen de forma más o menos habitual.
«No sé qué es más grave, si que haya menores comprándola o mayores vendiéndosela», cuestiona Garai, que cree que, en la actualidad, las problemáticas de adicciones son «más graves y anteriores en edad» con respecto a los años previos a la pandemia, que «marcó un antes y un después».
Le resulta «sorprendente» que haya gente «con 16 años» que tiene acceso a esta droga. «No sé qué es más grave, si que haya menores de edad comprando cocaína o mayores vendiéndosela», subraya. Es, la describe, «sibilina, se instala en tu vida y, para cuando te das cuenta, ha arrasado con todo». Y esa descripción no es solo una forma de hablar, tiene base científica: «Daña muchísimo el sistema nervioso central». Esto deriva en que el consumo de este estupefaciente «de uso glamuroso» provoque «más trastornos mentales y comportamentales».
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En ese sentido, advierte, «si añades la cocaína a la adolescencia, que ya son impulsivos de por sí, se aceleran los comportamientos agresivos». De ahí que detecte «más violencia intrafamiliar, conductas disruptivas en el entorno familiar y fuera de casa, con todo tipo de pequeños delitos asociados, como hurtos».
Tanto es así que se coordinan con diferentes servicios como «el de Protección a la Infancia de la Diputación, el de Justicia Juvenil, el de Salud Mental... y con psicólogos privados, orientadores escolares...». Ese contacto pretende que «el tratamiento» de deshabituación de los chavales «sea lo más completo posible», una terapia que es además familiar. «Nos centramos en el adolescente, pero también en su entorno, y les acompañamos con distintas herramientas y pautas», explica. Trabajan con aproximadamente un centenar de adolescentes, entre los que los consumos más habituales son de alcohol, tabaco y cannabis, aunque en los últimos años también han crecido los psicofármacos y adicciones relacionadas con los videojuegos y las apuestas.
En Fundación Gizakia, otra de las entidades decanas en Bizkaia en el ámbito de los procesos de desintoxicación, el 2023 no destacó por la atención a menores consumidores de cocaína. «Hace un par de años sí nos llegaban más casos por estimulantes en chavales más jóvenes», matiza Idoia González, responsable del área de adolescentes. Tienen, eso sí, «algún caso» que se da «entre los más mayorcitos», en torno a la mayoría de edad, y «no tanto en la población más joven».
«No sé qué es más grave, si que haya menores de edad comprando cocaína o mayores vendiéndosela»
«Tenemos más jóvenes con autolesiones, con agresividad hacia sí mismos»
«Las drogas no son el origen de la violencia, pero sí un elemento facilitador, están vinculadas»
Sí que reciben a menores que han protagonizado a raíz de los consumos «situaciones de violencia», aunque lo que han detectado es «un mayor número de personas con autolesiones, con agresividad hacia sí mismas». Los estupefacientes más habituales entre los chavales que acuden a este recurso -más de 160- son el alcohol y el cannabis, caso en el que «más de la mitad de los consumidores lo hacen de manera diaria». Y le llama la atención la «normalización» de esta droga por parte de los adolescentes y «de las familias», que «en muchos casos también son consumidoras».
Roberto Pereira, director del centro de intervención en violencia filio-parental Euskarri, en Bilbao, aclara que «no todos los que agreden consumen y no todos los que consumen son agresores». Si bien sí que expone que las drogas son, «sin duda, un elemento facilitador». «Cuanto más aumenta el consumo de drogas, más aumenta la violencia; no está en el origen, pero sí vinculado», sostiene.
El también fundador de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-parental asegura que en el centro atienden a «unas 50 familias al año», a las que ayudan a que «cese la violencia, a modificar lo que funciona mal en las relaciones familiares», algo que no siempre está vinculado a los estupefacientes. Aunque señala que trabajan en «todo lo que sea disfuncional», y el «consumo excesivo de tóxicos lo es», especialmente en una sociedad en la «los jóvenes tienen consumos muy elevados».
Los datos
260 jóvenes acuden a las áreas de adolescentes de las fundaciones Etorkintza y Gizakia.
14,7 es la edad media del inicio del consumo de cocaína en España, según el Ministerio de Sanidad.
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