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Hacía tiempo que Iñigo Muñoz pensaba en cambiar de piso. Vivía en un primero en Romo sin balcón encima de un supermercado. «Ruidos de camiones, ... tráfico, gente gritando a deshoras...». Encima con un niño de tres años y su pequeño Oihan, que nació el 18 de marzo -cuatro días después de la declaración del estado de alarma-. «El confinamiento fue clave para decidir irnos a vivir a una tranquila urbanización en Leioa», confiesa.
Se sentían enjaulados. «Mi mujer echó en falta como el comer una terraza porque ella vivía antes en una casa adosada con jardín», afirma. Y sus familiares no pudieron venir a casa ni una vez a ver al recién nacido. «Teníamos que aprovechar las visitas al médico para enseñárselo un instante casi de lejos», recuerda.
Contactaron con la inmobiliaria antes de la desescalada y, tras «revisar mucho» sus opciones por internet, se decantaron por un piso de 92 metros cuadrados en el barrio Peruri de Leioa, a pie de monte. Con zonas ajardinadas propias, paseos interiores y hasta piscina comunitaria. «Es el cambio ideal». «Nos lo dieron hace dos semanas y estamos haciendo arreglos para entrar a vivir en octubre», se congratula.
En noviembre confía en hacer lo propio Jon Garaizar, que todavía vive en la calle Autonomía de Bilbao. En una casa sin terraza ni balcón, «a la que nunca le da el sol». «Por mi trabajo viajo mucho y antes no le daba tanta importancia, pero el confinamiento se convirtió en una agonía y yo, que odio las colas, esperaba a que la del supermercado fuese muy larga para bajar».
Tras hacer muchas cuentas, al final se decidió por un inmueble en Santa María de Getxo, «con terraza y su propia urbanización» «Es una inversión importante, pero hemos valorado otras cosas como la mejora de la calidad de vida, porque yo buscaba algo más tranquilo como esto».
A Víctor Jiménez todavía le falta mucho para disfrutar de su nueva casa porque ni siquiera han empezado a construirla. «La tendré en octubre de 2022», calcula. Pero se confiesa encantado y convencido de haber tomado la mejor decisión. «Vivo en Barakaldo, en un piso interior de 58 metros cuadrados y, aunque mi mujer, nuestros tres gatos y yo hemos llevado bastante bien lo del confinamiento, la tensión ha sido muy grande». Encima, con la preocupación añadida de tener dos meses cerrado su centro de masaje. «Ha sido muy duro».
Así que, que no vuelva a pasar y, sobre todo, si hay otra crisis sanitaria, que le dé tiempo a instalarse en su nuevo hogar en una urbanización de Urduliz. «Tendré dos terrazas enormes, un piso de 86 metros, un monte detrás; me cuesta hacerme a la idea del relax con el que viviré en un sitio así», se emociona.
Más peculiar puede parecer la motivación de Unai Amutio, pero también refleja los cambios que traerá el coronavirus. Es viajante farmacéutico y, en el estado de alarma, «he facturado lo de 20 años sin moverme». El futuro, a su juicio, pasa por el teletrabajo y quiere montarse su despacho en casa cuanto antes. Por eso busca «un piso más grande y luminoso, de cuatro habitaciones, pero en el barrio de San Esteban de Etxebarri, donde vivo desde hace diez años, que se está muy bien».
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