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Javier Orduna Mendiola (Bilbao, 1950) entró en el Ayuntamiento de Bilbao en 1981 como ingeniero y se acaba de jubilar. Sí, con 70 años. Y sí, tras casi cuatro décadas asistiendo, y participando, en la reinvención de la ciudad. Puede decirse que quien hasta el ... mes pasado era subdirector de Obras y Servicios ha estado en todo lo que implicaba competencia municipal: en el Mundial del 82, en las inundaciones del 83, en la implantación de la OTA, en la llegada del metro, en la limpieza de la ría... Y, como colofón, en la apertura del canal de Deusto y la inauguración de la Intermodal.
- Empecemos por el final, ¿qué queda por hacer en Bilbao?
- La pirámide poblacional se está invirtiendo. Envejecemos. Así que lo prioritario es la accesibilidad en los barrios altos, acercarlos al centro, mejorar la calidad de vida de sus vecinos. Hablo de elementos electromecánicos: ascensores, rampas, escaleras... Ya se ha hecho mucho.
- Hay 40 elementos mecánicos. ¿Cuántos más hacen falta?
- ¡Todos los que se pueda! Se han implantado en ciertas zonas estratégicas, las que tienen más movimiento. Por ejemplo, donde hay un ambulatorio. Pero la lista casi no tendría fin en barrios como Uretamendi, Uribarri, Santutxu...
- Volvamos la vista atrás. ¿Cuál fue la primera decisión delicada que tuvo que tomar?
- Tras las inundaciones de 1983 comenzó a haber robos, saqueos, porque no había suministro eléctrico. Así que había que restablecer el alumbrado público cuanto antes, y sólo podía hacerse mediante grupos electrógenos. El problema es que había agua y lodo por todos lados. Podía ocurrir cualquier desastre: cortocircuitos, que alguien se electrocutara... Pero decidimos limpiarlo todo y hacerlo. Meter los grupos electrógenos y conectarlos fue mi primera gran decisión.
- Elija un proyecto en el que haya participado por cada década que ha estado en el Ayuntamiento. Primero, los años 80.
- Regular el tráfico en Bilbao, centralizar los semáforos y gestionarlos desde una sala de control. Eso permitió empezar a hacer planes de tráfico a lo largo del día en función de las intensidades. También fue muy importante la implantación de la OTA. Esos dos momentos permitieron dar un salto enorme en la gestión de la circulación en la ciudad.
- ¿Y en lo años 90?
- Abrir la vieja Termibus, en 1996. Entonces teníamos un problema enorme porque los autobuses nos fastidiaban todo Bilbao. Las compañías cogían un local donde la gente compraba el billete y allí esperaba a que llegase el autobús. Había que ordenar eso, centralizarlo en algún sitio. Estuvimos estudiando varias ubicaciones y al final nos decidimos por el campo de Garellano. De todos modos, lo más difícil fue convencer a las empresas de que se vinieran. Y con lo que peor lo pasé fue con la carpa que pusimos durante un año. Cada vez que hacía viento aquello se movía... No he pasado más miedo en mi vida.
- Esa ubicación en Garellano se ha consolidado con la nueva Intermodal.
- Se ha demostrado que es un punto fenomenal para la intermodalidad y que, además, se complementa con la estación de Abando al estar ambas unidas por el metro. He tenido la gran suerte de cerrar el ciclo: hacer la primera Termibus y la última.
- ¿Con qué se queda de la década de los 2000?
- Ahí se hizo todo. Llegó Azkuna, había dinero... Se hicieron muchísimas obras en los barrios, muchos de los cuales estaban fuera de ordenación; la reconstrucción de los muelles a ambos lados de la ría, de La Peña a Elorrieta; se avanzó en las peatonalizaciones. Ese fue un momento clave: pensar la ciudad para el peatón. Hasta entonces se recortaban aceras para dejar más espacio para los coches. Pero nos dimos cuenta de que el coche es insaciable, que por mucha calzada que tengas, te la ocupa. Así que hubo un cambio radical.
- Todo ello coincidió con el florecimiento del efecto Guggenheim, que se consolidó en la última década.
- De esta última etapa me quedo con la apertura del canal de Deusto. Empezamos en 2014 y terminamos en 2019, el doble de lo previsto por un conflicto con la UTE que ejecutaba la obra. Fue una obra enorme, un proyecto estratégico, no sólo porque hidráulicamente favorece que baje el nivel de la ría en ciertas zonas, sino porque es el punto de arranque de una operación urbanística, la de Zorrozaurre, donde se van a llevar a cabo muchísimas actuaciones.
- ¿Es ese el gran proyecto de futuro para la ciudad?
- Para mí, el gran proyecto de futuro es el soterramiento de Abando. Es el que va a unir barrios, el que va a dar una accesibilidad rápida al Ensanche. Zorrozaurre es otra cosa, una zona de oportunidad, una superficie extraordinaria para desarrollar un montón de proyectos.
- ¿Qué asignatura pendiente le queda? ¿Qué le hubiese gustado hacer?
- ¡Es que he hecho de todo! He diseñado plazas como Jado o Campuzano, he sujetado taludes, he trabajado en la ría... Ya está bien.
Orduna nació en Atxuri, fue al colegio García Rivero y desde el patio él y otros chavales veían a Jesús Loroño, el ciclista, ir y venir desde Larrabetzu. Muchísimo ha cambiado aquel Bilbao.
- ¿Cuál ha sido la figura clave para la ciudad en las últimas décadas, sin la que no se entendería el Bilbao de hoy?
- Azkuna, con Sabas, fue el que vino con un equipo muy potente, el que puso en valor a los vecinos a tope, el que trajo dinero e ideas. Pero lo cierto es que todos los alcaldes hicieron lo que pudieron en el momento que les tocó vivir.
- ¿Por qué ha aguantado trabajando hasta los 70 años?
- Mi compromiso era terminar el canal de Deusto y la Intermodal (se abrió en noviembre del año pasado). Tres meses después de inaugurada esta última, cumplí los 70 y me he marchado. Ha sido una cuestión de amor propio y compromiso. Y he disfrutado mucho, vivido momentos irrepetibles gracias a todos los técnicos municipales con los que he trabajado durante estos años.
- ¿No le hubiese gustado meterle mano a la ría?
- Ahora se está haciendo el estudio para ver qué desarrollo se le puede dar, qué actividad puede haber en la lámina de agua y en los márgenes.
- Si llegase una riada como la del 83, ¿ocurriría lo mismo?
- En La Peña no, porque la 'corta' ha protegido al barrio. Pero aguas abajo, sí.
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