«La ría era una cloaca, pero eso se acabó»
Eider Salazar | Depuradora de agentes residuales ·
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Eider Salazar | Depuradora de agentes residuales ·
Eider Salazar recuerda como si fuera ayer aquella ría de su infancia, cuando vivía con sus padres en el Casco Viejo de Bilbao y el hedor se encaramaba a los muelles como una plaga bíblica. «Ese chocolate, ese olor. Era como vivir al lado de ... un colector a cielo abierto, de una cloaca», rememora con repugnancia. Una maldición que le acompañó, incluso, cuando la familia se trasladó a vivir a Getxo, «la playa de Las Arenas cubierta de plásticos y hasta de pollos flotando»; las mareas ahogadas por una lámina de desechos que forraba las orillas. «Era horroroso». Ahora Eider se pasea por la ría a bordo de la lancha de los prácticos, la misma ría donde se organizan concursos de pesca sin muerte y cuyas aguas surcan desde mojarras, platijas y salmonetes hasta lubinas y doradas. «Se ha encontrado hasta un caballito de mar -dice admirada-, el máximo indicador del buen estado del agua». De aquel sumidero infecto, sólo queda el recuerdo. «Aquello se acabó», concluye.
28 años separan ambas imágenes. Es lo que ha necesitado la depuradora de Galindo para desterrar ese escenario de pesadilla, de fondos lodosos y cargados de metales pesados. Eider, de 43 años y vecina de Leioa, es ingeniera industrial y responsable de analizar las diferentes variables del proceso a través del bosque de sensores con que está equipada la planta. Lo suyo no son los matraces ni los mecheros Bunsen. «Analizo tendencias, busco errores e incorporo mejoras para así depurar más y mejor». Allí van a parar las aguas residuales domésticas e industriales de «uno de cada cuatro vascos», no la de los ríos que es competencia de URA.
«El proceso de decantación echó a andar en 1990, aunque hubo que esperar una década para poner en marcha el tratamiento biológico, la auténtica revolución», precisa. El autor de este milagro son las bacterias, un ejército voraz que actúa por miles de millones, irreductibles cuando se les suministra el oxígeno que necesitan. «Hay que tenerlas contentas -explica Eider-, para ellas Galindo es como un balneario». En la EDAR, como se conoce también a las instalaciones que se extienden bajo el perfil rocoso de Sestao, entre paseos de diseño futurista y viaductos que atraviesa el metro, trabajan unas 200 personas de perfiles muy diferentes, desde expertos informáticos hasta técnicos de laboratorio.
«Todo está automatizado. El equivalente moderno a lo que antes era estar a pie de máquina es controlar alarmas y establecer consignas, todo gracias a la información que nos llega a través de sensores». El agua sucia procede del bombeo principal hasta unos tamices, de donde pasa a la decantación primaria. Aquí es donde se eliminan la mayor parte de sólidos. El siguiente paso, el definitivo, es el tratamiento biológico, donde las bacterias trabajan a destajo en enormes piscinas que hierven de actividad. Los clarificadores eliminan el escaso residuo que queda y de allí el agua se vierte al Ballonti, desde donde llegará a la ría y de ahí al mar. Limpia.
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