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Gorka Ruiz lo vio claro aquella mañana, en medio de una clase del cuarto curso de ingeniería. «Era sobre la resistencia de los materiales. Nos enseñaron un mapa con los mínimos exigibles en cada país para evitar derrumbes en terremotos: 11 centímetros de acero en ... Dinamarca, 9 en España, 5 en Brasil, 2 en Togo». Comprendió que aquellos espesores eran «el precio de la vida en cada uno de esos países». Decidió entonces que no podía ser ingeniero, que no bastaba con evitar los empleos de la industria armamentística, como había decidido un par de cursos antes. Que no quería colaborar con un mercado que vendía barata la seguridad humana en ciertas latitudes. Había que cambiar de vida. Fue así como llegó hasta aquí.
Hoy es el responsable del albergue de EDE Taldea en Olakueta, un recurso que gestionan Suspergintza y Suspertu gracias a la financiación del área de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno vasco. «Una de las claves para ayudar a estas mujeres es que la atención sea muy personal», defiende. «Es también un proyecto muy comunitario, centralizado por EDE taldea, pero donde apoya el Ayuntamiento, voluntarios y Cáritas de Berriz». El responsable destaca la labor de esas dos religiosas mercenarias que bajan a diario desde su convento para dar a estas mujeres clases de español y gramática francesa.Una de las monjas, Tere, cuenta que «a varias tuvimos que enseñarles a escribir».
«Al principio éramos un poco padres con ellas, recordándoles cada cita con el médico o un trámite. Pero queremos que se responsabilicen cada día más», cuenta el responsable de EDE. Que vuelvan a coger el timón de sus vidas tras este paréntesis donde cogen aire y miran adelante.
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