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Empezó casi como una ocurrencia hace casi dos meses y ha acabado hoy con una ovación vecinal y petición de bises por parte de un grupo de amigos y espectadores casuales reunidos esta tarde en la plaza de Indautxu. «¿Por qué no cojo mi clarín ... y toco algo?» se dijo para sí Ramón Mandiola. Era el 18 de marzo, acababa de iniciarse el confinamiento y comenzaron a aparecer los artistas de balcón, uno de los efectos más curiosos e insospechados del estado de alarma, los Cantantes, violinistas, guitarristas... que se lanzaron espontáneos a compartir su arte con sus vecinos encerrados. Mandiola es responsable de la banda de clarines, tambores y timbales de la Cofradía de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, abreviando, la de los Escolapios. «Vivo enfrente de la plaza. Hay gente que me conoce y sabe que soy cofrade, y me animaron a tocar el clarín». Aquella tarde, después de los aplausos de las 8 en homenaje de los sanitarios, tocó 'El patio de mi casa'. «Y hasta hoy». Hasta esta misma tarde. Con una actuación final tras los aplausos de las ocho, Ramón se ha despedido de sus vecinos, que han coreado su nombre, han aplaudido a rabiar y hasta le han pedido un bis (que ha interpretado).
«El 19 de marzo me animaron a repetir. Y se convirtió en una costumbre», rememoraba Ramón antes de su última salida musical al balcón. Cuando llegó la Semana Santa «se suspendieron las procesiones. Así que hablé con la junta de mi cofradía para ver si me ponía el hábito en el balcón». No hubo pega. Eso sí, el repertorio se enriqueció con un par de marchas más apropiadas para las fechas. «Tocaba tres temas, dos de Semana Santa y 'El patio de mi casa', que es la que me pedían los vecinos. Esa pieza era el colofón, porque al acabar, un tenor que vive cerca, David Cuesta, comenzaba a cantar». Un cofrade tocando desde su balcón ataviado con su hábito penitencial llamó la atención, lo suficiente como para consolidar la actuación de Mandiola en la agenda diaria de Indautxu. Se acabó la Semana Santa, «volví a vestir de calle y seguí tocando. Y ya me pregunté ¿hasta cuándo?».
«Son 54 días ya», 54 sesiones breves de clarín, que terminan hoy «porque ya empezamos a volver a la normalidad». Para celebrar y poner fin esta curiosa temporada musical, Mandiola hoy no ha actuado solo: lo ha hecho con otros dos clarines y un tambor, «mi hijo, mi sobrino y el jefe de tambores de la banda». La idea inicial era que el grupo fuese más numeroso. «Pero parece que al final en casa no se pueden reunir grupos de 10 personas», según ha aclarado la consejera de Seguridad, Beltrán de Heredia. Ha habido que reducir el aforo de su balcón.
La llegada de la fase 1 «me pareció un buen momento para acabar. Volvemos un poco a la normalidad y la gente ya está más pendiente de salir a la calle». Mandiola habló con el tenor y decidieron poner fin hoy a su improvisado programa musical conjunto. «Los vecinos me decían 'oye, pero acabarás con alguna cosa especial, alguna sorpresa o algo'. Solo se me ocurrió llamar a mis compañeros de banda». Y así el final ha sido a lo grande, tres clarines y un tambor. No tanto como Mandiola deseaba, que «tampoco era cuestión de arriesgarse a una multa», pero sí con un buen golpe de efecto. «Además, como ya se puede salir a la calle, han venido amigos a verme desde la plaza».
En efecto, a pesar de la lluvia, que no invitaba a estar al descubierto, un grupo de conocidos se ha reunido para aplaudir a Ramón y acompañar con palmas 'El patio de mi casa', tema muy celebrado por la audiencia y que se ha presentado con un diálogo entre el cofrade y un vecino de enfrente («¿y qué toca ahora?», ha preguntado Ramón; «¡el patio!», ha respondido su interlocutor, al otro lado de la calle y desde un balcón que daba a la plaza). El remate de este peculiar concierto ha llegado tras el clásico coreo de «beste, bat; beste bat», que ha dado paso a un bis final y a una entusiasta despedida.
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