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txema izaguirre | izaskun errazti
Miércoles, 6 de febrero 2019, 00:51
El rorcual común que vino a morir el domingo a la playa de Sopela brinda a los científicos la oportunidad de analizar la cura ... del glaucoma y la regeneración de los nervios ópticos. «Una ballena ha venido a vernos y esperamos que su muerte no sea en vano». Ese era ayer el deseo de la catedrática de biología celular de la EHU/UPV, Elena Vecino, enfrascada en una experiencia científica inédita con el único ojo que le dejaron al gigante de 30 toneladas que apareció varado en el arenal. «Es la primera vez en el mundo que se cultivan neuronas y células gliales de la retina de un cetáceo», asegura.
El análisis puede dar con soluciones para problemas humanos como el glaucoma, que es la primera causa de ceguera en el mundo. El otro ensayo pionero que promueven los científicos de la UPV consiste en descubrir si los cetáceos son capaces de regenerar el nervio óptico, algo que a los peces les pasa, pero a los mamíferos no. Pese a su tamaño, sobre las ballenas se sabe muy poco, pero el punto de partida es atractivo para estos expertos porque son mamíferos que conviven con los peces.
Elena Vecino se congratuló de que «las neuronas» del ojo extraído de forma autorizada al rorcual hayan sobrevivido. «No todas, pero muchas de ellas están vivas hoy». Las tienen en placas con un medio de cultivo. «Les damos de comer y de respirar», explica coloquialmente.
«El ojo de la ballena varada en Sopela nos ha brindado la oportunidad de estudiar las características del ojo de un mamífero que puede vivir a grandes profundidades sometida a grandes presiones. Hemos descubierto con grandísima sorpresa la esclera (parte blanca del ojo) de 4 centímetros de grosor y prácticamente osificada». Estos expertos apuntan que «esto muy posiblemente es una adaptación a las altas presiones».
Desgraciadamente, algún vándalo robó el otro ojo al rorcual, lo que impide analizar eventuales diferencias. Vecino espera publicar las conclusiones del examen en una revista especializada. Pese a que el cetáceo está depositado en Artigas, sus neuronas son una fuente de vida y esperanza. El cuerpo se quedará en ese vertedero controlado para que la naturaleza haga su trabajo, oculto sobre una capa de un residuo bioestabilizado para evitar los malos olores que generará su descomposición y la presencia indeseable de aves carroñeras. La Diputación, que ha invertido 11.737 euros en el traslado del rorcual desde Sopela hasta el depósito bilbaíno, no contempla hacer nada con su esqueleto.
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