«Los checos ven muy interesante que tengamos otra cultura»
Itziar Díaz | Ingeniera de calidad en Praga ·
El deseo de ver mundo llevó a esta gasteizarra a la capital checa, donde su día a día es «una aventura que me tiene enamorada»Secciones
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Itziar Díaz | Ingeniera de calidad en Praga ·
El deseo de ver mundo llevó a esta gasteizarra a la capital checa, donde su día a día es «una aventura que me tiene enamorada»laura a. izaguirre
Lunes, 2 de diciembre 2019, 01:53
La República Checa es el primer país extranjero en el que vive Itziar Díaz y todo indica que lo seguirá siendo durante bastante tiempo. Esta gasteizarra de 29 años llevaba varios años trabajando en la empresa Michelín de su Vitoria natal, pero «necesitaba nuevos retos ... ». «Quería viajar, salir, ver mundo. Y ¿por qué no a Centroeuropa?», se preguntó entonces. Praga fue la ciudad elegida. Aunque quizá no fue tan al azar y Honza también influyó en algo. «Mi chico checo», le presenta Itziar.
De eso han pasado ya cuatro años y por el camino esta ingeniera ha realizado un MBA -máster de posgrado-, se ha comprado una casa, se ha prometido, da lecciones de euskera -también impartía clases de aerobic y de kárate hasta el año pasado-, y ha recorrido buena parte del mundo debido a su trabajo como auditora de calidad de máquinas de construcción para la empresa Bobcat. «Adaptarme a cómo se hacen aquí las cosas me ha costado», reconoce.
A ello hay que añadirle que la República Checa no se caracteriza por ser un país en el que sea fácil encontrar a mujeres en puestos tan técnicos como el suyo. Sin embargo, el hecho de que en su día a día las cosas no sean del todo normales «me gusta», advierte. «Absolutamente todo lo que hago, desde ir a comprar el pan hasta viajar por el país, es una aventura y nada es fácil. Es vivir en otro idioma, con otro tipo de gente, en otra cultura... pero ¡no paro de aprender cosas nuevas y eso me tiene enamorada! Todo son retos, y una vez que los superas te sientes fuerte», asegura.
Por ejemplo, algo tan simple como la actitud de un conductor de autobús. «¡Aquí no he tenido la suerte de encontrar a uno que me sonría! La última vez que fui a Euskadi y cogí el autobús desde el aeropuerto al centro de Bilbao el autobusero era fantástico, ¡cantando y todo! Fue algo espectacular para mí», reconoce riendo. Claro que no todo van a ser 'sacrificios'. «No me costó adaptarme a salir a tomar algo con los amigos. Aquí la gente bebe muchísima cerveza, de hecho, el consumo por habitante está muy por encima de Alemania. ¡Y es fácil acostumbrarse a tal cosa!», bromea.
Reconoce que sigue echando de menos, además de a su gente, «la cultura de pintxo-pote nocturno ¡y el mar!». Pero en Praga ya tiene incluso ese lugar preferido en el que de vez en cuando a uno le gusta perderse. Bueno, en realidad son dos. «Me encanta el mirador de Letenske Sady porque es donde mi hermana se prometió. Y también me gusta muchísimo el parque Petrin, ¡es fantástico!», recomienda.
Sin embargo, a pesar de que los checos son personas curiosas, no es extraño encontrarse con quien no conoce de Euskadi ni a los vascos. «Ahora bien, si encuentras a alguien que sí lo sabe, normalmente está enamorado. Aprecian muchísimo que seamos diferentes, que tengamos otra cultura, otro idioma e, incluso, otros instrumentos de música y deportes diferentes. Les parece muy interesante».
Esta vida que comenzó hace cuatro años en la capital checa le ha permitido también trabajar con mucha gente de países tan diferentes como India, Pakistán, China, Corea del Sur, Sudáfrica, Estados Unidos... «Y con el paso del tiempo me he dado cuenta de que los checos y los vascos somos muy parecidos», reconoce la ingeniera alavesa. Admite que es cierta esa apreciación de que en Euskadi se sale mucho a la calle y en Centro europa bastante menos, pero insiste en que hay más semejanzas de las que parece en un primer momento. «Creo que hay diferencias mayores si comparamos a los checos con otras culturas no europeas», destaca.
Itziar también reconoce que su mente se ha abierto un poco más porque antes de salir de Euskadi no se había dado cuenta de todo lo que hay fuera. «La gente, sus situaciones y las dificultades que pasan a su nuestro alrededor... No lo veía, no lo sentía». De ahí que valore de forma especial que esta experiencia checa le haya enseñado «respeto».
«He aprendido a empatizar y a entender que cada persona actúa de forma diferente, pero que esa misma gente tiene también antecedentes muy distintos. Me he dado cuenta de la importancia que tienen la familia y la cultura en cada uno de nosotros y de cómo se llegan a formar una identidad y una personalidad tras haber pasado una infancia dura o difícil. Y he aprendido a no juzgar. A escuchar y a apoyar sí, pero nunca a juzgar», subraya Itziar.
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