Cáritas atiende en Bizkaia a un millar de personas más en apenas un año

«Nuestras dinámicas sociales» generan inclusión, pero también exclusión, que en un momento de altos niveles de bienestar es «invisible» para muchos vizcaínos. Y que hay mucha gente que queda fuera es lo que vienen a decir los números de Cáritas, que el pasado año, un ejercicio en el que parecía que quedaban atrás las consecuencias de las crisis sanitaria, energética y de precios, atendió a 13.090 personas, 1.168 más que en 2022.

La directora de la entidad diocesana, Elena Unzueta, ha puesto el foco este miércoles, en la presentación de la memoria de 2023, en una desigualdad que deja a «personas y familias atrapadas en una red de problemas» que no son exclusivamente económicos, y entre los que «la vivienda es el más acuciante» por ser «estructural». «Es prácticamente imposible para muchas familias acceder a una vivienda digna», ha advertido.

En ese sentido, ha aclarado, que el pasado año conseguir un hogar en alquiler era «un 44% más caro» que arrendar el mismo piso en 2015. De ahí que entre los casi 3,6 millones en ayudas que repartió la entidad, cerca de 380.000 fueran para ayudar a los usuarios de Cáritas a hacer frente a los gastos de vivienda y a programas de rehabilitación, un 57,8% más que en el ejercicio anterior.

Esto va de la mano de los «problemas de empadronamiento», que «dejan fuera de todo tipo de oportunidades» a las personas con más dificultades, especialmente a las que se encuentran «en situación irregular»: suponen en torno a un 49% de las atendidas por la organización. Precisamente, en uno de los aspectos en los que se notó un incremento más reseñable, de un 48,5%, con 924 personas atendidas, es en el servicio jurídico, que intenta ayudar a los usuarios que «tienen bloqueados sus procesos» porque no están regularizados. Según ha señalado Ana Sofi Telletxea, responsable del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, cabe «destacar la gran diversidad cultural» de los usuarios, «procedentes de 98 países».

Por la acogida integral, el primer paso para hacer «una fotografía» de la situación de quienes recurren a la entidad, pasaron 7.032 personas, casi 800 más que en 2022. Y es que, ha subrayado Unzueta, de los 13.090 usuarios del pasado año, «el 45% vinieron por primera vez», lo que refleja que siguen cayendo familias «en la exclusión» y con necesidad grave. Eso lo refleja que, por ejemplo, las ayudas directas para alimentación subsistencia ascendieron a casi 3 millones de euros, un 9,5% más que un año antes.

De las principales cifras se desprende la incidencia que tienen en la pobreza «las brechas de ingresos, de género, digital, de edad (niños y jóvenes) y de origen». Para las familias acompañadas, los ingresos apenas han mejorado y los gastos «se han disparado» y, «las más pobres», destinan «prácticamente todo el presupuesto familiar» a la vivienda (43%) y la alimentación (20%).

Muchos de los usuarios, además, o carecen de empleo o tienen un trabajo «precario», el 44% de los beneficiarios (5.754) viven con hijos que están a su cargo y casi la mitad de ellos (2.591) son hogares monoparentales, la mayoría (72%) encabezados por una mujer. La entidad también impulsó a lo largo del pasado año programas de apoyo al empleo (1.795 personas), de conocimiento del idioma (547), de apoyo socioeducativo (523 niños), de acompañamiento y apoyo a personas mayores (443), de juventud y emancipación (160)...

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