«Me dijo: 'me he cargado a Rebeca y además de la manera más fea'»

Según explicó, trabajaba con Leo de fontanero y además le hacía de chófer, ya que tenía el carné retirado por alcoholemia. Conoció a la pareja al vivir alquilado en una habitación en la misma vivienda que ellos, pero se fue porque no aguantaba «las constantes discusiones entre ellos».

El día de los hechos, 28 de diciembre de 2022, habían quedado a las 9.00 horas para ir a trabajar, pero a las 5.29 horas recibió la primera de una lista de diez llamadas de su jefe. «Le escuché la voz y no estaba bien. Estaba embriagado», relató este martes ante los miembros del jurado. Le reclamaba que acudiera al bar, que regentaba con Rebeca, «a limpiar», una labor que realizaba en ocasiones. Ante tal insistencia, se levantó y fue al barrio de San Francisco. El móvil se le apagó y tuvo que regresar a su casa porque no se sabía el PIN. De regreso, tras buscarle en varios sitios, se cruzó con él en la calle Bailén. «Estaba muy asustado, no sabía qué hacer y me pedía consejo». «Llama a la Policía porque si no lo haré yo», le insistió. Leonel le dio las llaves de la furgoneta para que «me hiciera cargo de ella» y se fue.

Casi al mismo tiempo que él se topaba con una patrulla de la Policía Municipal, Leonel marcaba el 092 y confesaba que había matado a su pareja. Cuando los agentes llegaron al local, subieron la persiana y le pidieron que saliera con las manos en alto. «No articulaba palabra y tenía un semblante cabizbajo», describió uno de los agentes. Después de atravesar la barra, localizaron el cuerpo de la mujer bocarriba, «como si le hubieran rajado, con varios cortes en el vientre y la cara ensangrentada y golpeada». Junto a ella, había «una fregona manchada de sangre y surcos de que habían intentado limpiar. Esa imagen me impactó». Una policía comprobó que no tenía pulso ni respiraba y detuvieron al sospechoso allí mismo.

Este martes también testificó Vicenta, la amiga de Rebeca que estuvo con la pareja la noche de autos en la Taberna Hilargi. La mujer aseguró que no conocía los malos tratos a los que supuestamente Leo sometía a Rebeca, sino que pensaba que «estaba tranquila y vivía feliz». Aquella noche, fue al bar porque su amiga le iba a devolver 20 euros que le debía. A preguntas de las partes, admitió que realizaron un ritual boliviano conocido como «del koa», en el que se quema incienso y se masca hoja de coca.

La mujer presenció la discusión que supuestamente desencadenó el crimen. Bajaron la persiana a las diez y media de la noche, pero Rebeca llamó por teléfono de madrugada a dos clientes para «invitarles a unos cubos de cerveza». Cuando llegaron, celoso, Leo les echó, y rompió el móvil golpeándolo contra la barra. Ella «se encaró con él y le empujó». Después de ese «disgusto entre ellos», la situación se calmó aparentemente, se sentaron y siguieron bebiendo cerveza. La mujer se marchó pasadas las cinco de la madrugada.

Tal como explicaron los instructores de la Ertzaintza, en los vídeos grabados por las cámaras del bar, se aprecia cómo a las 5.20 horas, «Leo le agarra de la cintura, ella le rechaza. Después, la coge de los hombros y la tira al suelo. La arrastra hacia la cocina y ya sólo se ven los pies». Al cabo de una hora, la víctima seguía agonizando. «Las piernas seguían moviéndose, se encogían y estiraban». Leonel se marchó del bar con una bolsa de basura, que nunca se ha sabido qué contenía. Según declaró en la comisaría de la Ertzaintza, donde fue trasladado al encargarse este cuerpo de las diligencias, se fue a casa y se echó a dormir. Tanto en los calabozos como en la habitación se retiraron prendas y calzado del detenido manchadas de sangre.