«El capitán insistía en que salvara el piano»
Una ría y diez oficios ·
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Una ría y diez oficios ·
Desliza, con la sonrisa torcida, que hubo un tiempo en que Portugalete era un puerto 'pirata' y afirma con un golpe en la mesa que la ría «se lleva en la sangre». Si lo sabrá él. «Mi bisabuelo ya trabajaba con los pilotos lemán que ayudaban a los marinos a salvar la peligrosa barra de arena», la misma que costó tantos naufragios antes de que Churruca construyese el Muelle de Hierro. «Los barcos de rescate salían de aquí mismo», dice señalando La Canilla con un gesto envolvente. «Los amarradores somos los herederos de aquellas chalupas que se hacían a la mar cuando asomaba un buque y le ofrecían sus servicios a cambio de guía y atraque», un trasiego constante que alimentaban los cargamentos de mineral de La Arboleda y Gallarta.
De todo aquello queda «un sentimiento» y Amarradores Puerto de Bilbao, la fusión de nueve empresas familiares que funcionaban en los 90. «Las había en Deusto, en Erandio, en Santurtzi...». ¿A qué se dedican? Asistir a los buques en la maniobra de amarre y desamarre durante su estancia en puerto. «Recogemos las estachas o cabos, ya sea desde el muelle o la lancha. Pero también nos encargamos del relevo de las tripulaciones en los buques que van a pasar tiempo fondeados y de los servicios de aprovisionamiento». Comida, repuestos, colchones..., casi siempre en las refinerías y muelles de grandes líquidos, que son los que tienen por seguridad restricciones de acceso terrestre.
Javier empezó con 14 años a trabajar de amarrador los veranos. «Cuando yo era chaval, y no tenía coche, iba corriendo del Canal de Deusto al muelle donde ahora está el Guggenheim. No podía perder un segundo, pidiendo a gritos que no subieran el Puente de Deusto antes de que pasara yo. ¿Quién iba si no a asistir al barco al otro lado?». Ahora, más de tres décadas después, reflexiona sobre el escenario de sus desvelos. «Aquella era una ría mucho más cercana y ruda, y el trabajo, más físico. Ahora hay más equipos, más medios; antes no usabas casco y teníamos que traer los pantalones de faena de casa, imagínese. Estábamos de guardia las 24 horas del día, los 365 días del año. Cada vez que venía un barco a tu pueblo, tenías que salir tú, que eras el que mejor conocía la zona. ¿Conciliación? Los descansos eran muy escasos y te avisan con dos horas de antelación, eso en el mejor de los casos».
A Javier le tocó asistir al 'Rilos' el 27 de diciembre de 1999. «El barco garreó -el ancla no logra agarrarse al fondo- y encalló frente a la playa de Ereaga. Pedimos a la tripulación, todos cubanos, que cogieran sólo lo esencial. ¡Y no te jode que el capitán empieza a bajar un piano de cola con la grúa! Allí, en medio del temporal, el peor que he visto en Bilbao. Vamos, para matarle». Dos de sus tres hermanos comparten oficio con él, lo mismo que el padre, «que llegó a amarrar barcos frente al Ayuntamiento de Bilbao» (Javier llega ahora hasta Zierbena). O el abuelo, «que hacía su faena de pesca y luego se ofrecía a los barcos cuando atracaban». Todos llevan salitre en las venas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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