Cambios de criterio municipal y bidegorris de quita y pon

Cuenta Juan Carlos Sinde, gerente de la comisión gestora, que inicialmente el puente de San Ignacio fue diseñado y ejecutado con un espacio para que discurriese por él un bidegorri, porque el ánimo era potenciar de este modo la movilidad ciclista.

Pero luego llegó la política del Bilbao 30, que supuso la implantación de este límite de velocidad en toda la ciudad. Uno de sus objetivos era pacificar el tráfico en las calles de tal manera que sobre el asfalto pudiesen convivir sin conflictos los coches y las bicis. Es una fórmula recomendada por los expertos en movilidad, ya que de ese modo se normaliza este medio de transporte y en los cruces no se generan los conflictos que sí llegan cuando hay carriles segregados para los ciclistas.

Así que ya no hacía falta bidegorri. El espacio destinado para él en el puente de San Ignacio se pintó de azul y se integró en la zona peatonal. Y el proyecto de urbanización de la punta norte se elaboró también sin espacio segregado para los ciclistas, recuerda Sinde.

Más tarde volvieron a cambiar las cosas. Quizás fue por la presión social que en el Ayuntamiento quisieron bidegorris otra vez. «Ya teníamos las obras empezadas y nos adaptamos», recuerda el gerente de la comisión gestora. Así que se cambió el paso sobre la marcha y ahora el carril para bicis discurre por la avenida Galleteras de un modo muy visible. Y va a desembocar en un puente de San Ignacio donde, eso sí, al cierre de estas líneas seguía sin bidegorri y con una superficie azul, la de la fase anterior.