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Un repaso superficial a los currículums de los 104 nuevos miembros de la Policía Municipal ya da algunas pistas: hay psicólogas, monitores, colaboradoras de ONG... Gente que hace algo por otra gente. Así que cuando muchos de ellos dicen que lo que les ha ... movido a meterse a agentes -además de la estabilidad laboral, claro- es la vocación de servicio público, parece que cuadra. «Habéis hecho grandes esfuerzos por llegar hasta aquí, y lo habéis conseguido», les dio la bienvenida el alcalde, Juan Mari Aburto.
Este martes, en las instalaciones de Miribilla, tuvo lugar el acto oficial de entrega de las placas a los nuevos agentes que vienen a rejuvenecer la plantilla de la Policía Municipal hasta los 45,15 años. Uno menos que hasta ahora. Como la seguridad es la principal preocupación de la población de Bilbao, el alcalde quiso dejarles muy claro el papel fundamental que van a desempeñar. «En la calle os están esperando como agua de mayo» porque la condición esencial para ejercer la libertad es que la ciudadanía se sienta segura. «Vosotros vais a ser quienes prestaréis ese servicio. La seguridad es primordial, la primera de nuestras prioridades». Y además, condición imprescindible para el «desarrollo económico» de la ciudad.
Aburto incidió en la labor preventiva de los agentes, en el efecto disuasorio de los uniformes («que se vea desde lejos la txapela roja», pidió), y también recordó la vocación de proximidad que tiene el cuerpo y que está recogida en el Pacto por la Seguridad rubricado por todos los partidos municipales. Incluso deseó que la gente en los barrios conozca por su nombre a los policías que desarrollen allí su trabajo. Pero cuidado. No todo es prevención. Y en este momento, el alcalde endureció el tono y el discurso. «La Policía también es un instrumento de coerción, y hay que utilizar ese poder coercitivo cuando alguien tiene malas ideas y quiere llevarlas a cabo. No hay espacios para la impunidad», avisó Aburto, y añadió que se desplegará «toda la contundencia frente al delincuente». Ha de caer sobre él «todo el peso de la ley».
Un mensaje contundente que el alcalde lanzó en un momento muy preciso: cuando la seguridad no sólo se ha situado como la principal preocupación de los bilbaínos, sino que es objeto de debate casi diario por acontecimientos que encienden todas las alarmas, como la violación múltiple en el parque Etxebarria.
Además, el jefe del gobierno local se comprometió a hacer su parte, a «no escatimar esfuerzos» por ofrecer a los agentes todos los medios materiales que requieran para que la guardia urbana de Bilbao sea «la mejor dotada». Y, a su vez, pidió a los agentes que los años no mermen la ilusión que ayer exhibían.
De las 104 personas que recibieron sus placas, y que pertenecen a la XIX Promoción, 21 son mujeres y 83 son hombres. Casi el 90% residen en Bizkaia. Y la media de edad es de 30 años: el más joven tiene joven 22 y el mayor 41. En cuanto a su nivel académico, 16 son licenciados universitarios, 36 han realizado grados, 51 han cursado estudios de FP o Bachillerato superior y uno tiene ESO. Además, esta es la promoción más euskaldun porque 103 agentes acreditan perfil de euskera (PL3 y PL2).
¿Por qué una monitora de deporte, que también ha trabajado en ambulancias, se mete a policía municipal? «Por aportar mi granito de arena a la sociedad. Y por madurez». Raissa Bikarregi, de Lemoa, notó que llegaba el momento de darle a su vida el rumbo definitivo y optó por un trabajo que «te aporta cercanía con el ciudadano, te permite socializar y también ayudar». Ayer la arroparon su ama, su hermano, su cuñada y su sobrina Oksana.
En realidad, antes del acto formal de entrega de placas ya había hecho sus primeras patrullas y por eso ha podido notar que es bien recibida en la calle. «La gente es muy educada, demuestra mucho respeto», asegura. Y espera que siga siendo así en la Aste Nagusia, porque será la prueba de fuego. Pero no tiene temor alguno. «Esta ciudad puede ir mejor, pero ya es muy segura. Todos salimos con muchas ganas».
Durante sus primeros cinco días pateando las calles de Bilbao le ha ocurrido algo curioso. «Mi hermano es bombero y en este poco tiempo que llevo ya he coincidido con él una vez. Fue durante un incendio en San Mamés».
M. P. ya ha puesto su primera multa. «Fue a una moto que había aparcado en una plaza de discapacitados». No le parece que se haya pasado de duro para nada. «Las normas están para cumplirlas. Y bastante desgracia tienen las personas que padecen alguna discapacidad como para que llegue alguien a ponerles las cosas aún más difíciles».
A este joven de 25 años y natural de Sodupe siempre le había llamado vestirse de uniforme porque «mi pueblo está lleno de policías». Lo ha visto siempre. «Es un trabajo que te permite conocer mejor la sociedad, ayudar a la gente y ganarte la vida». Antes trabajó en el sector de la logística, en un almacén. Pero andar por un pabellón, controlar la cadena de suministros y todo eso no era lo que estaba buscando.
Estos últimos días que ha caminado por las calles de Bilbao ha podido confirmar que tomó la decisión adecuada. «Me da la impresión de que la ciudad nos ha recibido con los brazos abiertos; la gente con la que nos hemos tratado durante el poco tiempo que llevamos ha sido súper amable».
Antes de ponerse la txapela roja Miriam Martín era psicóloga. Y lo sigue siendo, claro. «Seguro que voy a tener oportunidad de aplicar mis conocimientos en alguna ocasión», vaticina. En todo caso, será en entornos diferentes a los anteriores. Porque antes era monitora «en una asociación de personas con enfermedad mental». Eso sí, el punto en común entre ambos periodos de su vida es «el servicio público».
En su caso, no ha habido un giro inesperado. «Siempre me había llamado la atención ser policía, pero había primado el ejercicio de la Psicología». Ahora ha llegado el momento de buscar cierta «estabilidad económica». Así que «probé suerte, y a la primera lo conseguí».
Aún a estas alturas de la historia, tarde o temprano hay que preguntar a una mujer cómo afronta su futuro como agente de la ley. ¿No sigue siendo más difícil para ellas? «La sociedad cada vez está más concienciada, hay respeto. Nos tratan igual que a nuestros compañeros. Incluso mejor». ¿Cómo es eso? «Creo que, en ciertas ocasiones, tenemos más capacidad para apaciguar, tranquilizar los ánimos».
Cuando se le pregunta a Iraia si está orgullosa de su tío Alberto, grita que «¡sííí!» y se lanza a su cuello. Hubo bastantes momentos similares ayer tras el acto en el que se entregaron las placas a los nuevos agentes. Uno de ellos es él, Alberto Castro, 36 años, santurtziarra. Hasta ahora estaba de interino «en otras policías locales», y antes había trabajado en hostelería. A partir de este momento le toca «cambiar de aires». ¿Por qué meterse en este jaleo? «Quiero aportar mi granito de arena a la sociedad, hacer cosas por la gente».
Suena muy bien todo eso, pero también es un trabajo delicado. Hay que llevar armas y se tiene el monopolio de la fuerza. «Sí, es una gran responsabilidad, pero también un gran orgullo. Sabemos a lo que venimos».
Tener las cosas así de claras es una ventaja porque, como al resto de sus compañeros, le va a tocar un bautizo de fuego durante la Aste Nagusia. Patrullará por la zona de la plaza de toros, así que le es imposible contener la metáfora evidente: «Hay que saltar al ruedo y coger al toro por los cuernos».
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