
El día que Iturribide parecía un escenario de 'Godzilla'
CALABOR: 40 AÑOS DE SUCESOS EN EL CORREO ·
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CALABOR: 40 AÑOS DE SUCESOS EN EL CORREO ·
El 2 de abril de 1985, varias explosiones de gas hicieron saltar las alcantarillas y prendieron fuego a bares, comercios y casasNormalmente los sucesos resultan fáciles de clasificar. En cuanto llevas unos años dedicándote a esto, empiezas a tener la sensación de que ya lo has visto prácticamente todo y, al acudir a una emergencia, puedes precedir más o menos por dónde van a ir los tiros. Pero también hay jornadas como la del 2 de abril de 1985, cuando me vi en medio de una situación extrañísima y que daba mucho miedo. Es verdad que a aquellas alturas yo era todavía novato, porque solo llevaba cinco años en el oficio, pero en realidad nunca me he vuelto a encontrar en otra parecida a aquella.
Era alrededor del mediodía de un martes y yo andaba patrullando por Bilbao, como de costumbre, cuando me entró la alerta de una explosión en la calle Iturribide. No hará mucha falta que explique qué era lo primero en lo que pensábamos entonces cuando se producía una explosión: fui para el Casco convencido de que los terroristas ya la habían vuelto a liar, pero, nada más bajar del coche, me di cuenta de que aquello era otra cosa, aunque no tenía ni idea de qué. Todo el mundo se escapaba corriendo, gritando, como en una peli de catástrofes, igual que si detrás viniese Godzilla aplastando edificios, o con tanto miedo como si los persiguiese un rebaño de toros. Y, claro, yo avanzaba en sentido contrario, cruzándome con toda la peña aterrorizada, sin saber muy bien qué me esperaba en Iturribide. Fue el típico momento en el que te preguntas adónde vas tú tan decidido, pero no te queda otra que seguir adelante.
Se oían unas explosiones del copón: bum, bum, bum... Llegué a la calle y, en una de estas, se escuchó un petardazo de la hostia y saltó una tapa de alcantarilla justo al lado de donde estaba yo, hasta la altura de mi cabeza. Estaban volando todas las tapas y de los agujeros salían lenguas de fuego y una humareda tremenda. Aquello era un caos, nadie sabía lo que estaba pasando y la gente se descontroló, entró en pánico. Pronto empezaron a arder tiendas, bares, portales... Una chica se quería tirar desde un tercer piso, porque toda la parte de abajo de su bloque estaba en llamas, y tuve que convencerla para que aguantase: «Espera un poco, espera». Por suerte, aguardó sin saltar hasta que llegaron los bomberos y la rescataron. También estuve atendiendo a una señora mayor que estaba sangrando, tirada en el suelo: en un momento así, tienes que olvidarte un rato de sacar fotos para echar una mano.
Había unos 150 metros de calle, entre el número 18 y el 44, que parecían una escena de guerra. Son imágenes que no se ven a menudo, ¡qué pena que en aquellos tiempos todavía no grabase vídeo! Todo destrozado, todo ardiendo, la gente chillando... Iturribide es una calle complicada para el trabajo de los bomberos, porque es estrecha y tiene muchos edificios antiguos, con mucha madera. Recuerdo que iban abriendo las tapas de alcantarilla que no habían volado, porque a esas alturas ya parecía claro que eran explosiones de gas y había que ayudar a que se disipase la bolsa que se hubiese formado allá abajo.
Hubo siete heridos, un bloque entero (el número 42) tuvo que ser evacuado y se calculó que las pérdidas habían ascendido a 420 millones de pesetas, un dineral para aquellos años. El Ayuntamiento echó la culpa a la gasolinera de Begoña, porque decían que se había vertido combustible a la red de saneamiento, pero la empresa de la gasolinera lo negó y dijo que seguramente habría sido «el metano que desprenden las defecaciones». Al final, en 1989, una sentencia repartió responsabilidades entre el propio Ayuntamiento (porque los informes técnicos decían que la red se encontraba en mal estado y que la salida del colector estaba bloqueada), la Fábrica Municipal de Gas y la gasolinera.
Hoy ves las fotos de aquel caos y, a la vez que te sorprendes de la que se montó aquel día, te das cuenta de que estamos en otra época. Podríamos decir que las cosas se han normalizado: la realidad tenía entonces más capacidad de sorprender, daba lugar a historias tan raras como esta. Eran unos tiempos en los que seguía habiendo aún cierto descuido en temas de infraestructuras, de prevención del fuego, de seguridad en general, pero a partir de los 90 ya se fueron estableciendo más controles.
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