La cabaña ganadera vizcaína pierde 20.000 animales en una década

Los principales sindicatos agrarios y asociaciones especializadas coinciden en pintar de negro el futuro de unas explotaciones -5.822, tanto profesionales como para autoconsumo, un 9,6% menos que en 2013- que tienen cada vez más dificultades para ser rentables. Para hacer una lectura del contexto actual, Iñigo Bilbao, de ENBA, mira a los últimos 30 años, cuando arrancó la «reestructuración del sector». Entonces comenzó a «reducirse el número de explotaciones, pero no el de animales». Lo que está sucediendo en los últimos años ya no es, dice, «una reestructuración, sino que vamos hacia una desaparición».

La cabaña más numerosa en Bizkaia es la ovina (53.329 animales), seguida de la bovina (40.140), según la estadística de la Dirección de Agricultura, Pesca y Política Alimentaria del Gobierno vasco. Han sufrido una caída en diez años del 17% y del 15,2%, respectivamente. El problema, subraya Bilbao, no es tanto que se haya producido un descenso «en la parte más 'hobbista' de autoconsumo» como que «están desapareciendo las explotaciones profesionales», con solo 700 titulares de estos negocios dedicados en exclusiva a esta actividad.

En el caso del vacuno, por ejemplo, las granjas pequeñas, con menos de diez cabezas, se han reducido un 35,6% desde 2013 (hay 56 de leche y 783 de carne). Y si bien las más grandes, con más de 50 animales, no han caído en la misma proporción, sí han sufrido un importante retroceso, de un 18,2% (hay 38 de leche y 186 de carne). «Cuando una explotación desaparece, nadie la coge y, las demás, no aumentan su producción, por lo que no se suple lo que se pierde», afirma el técnico de ENBA.

«El sector está desapareciendo a pasos agigantados», sostiene Alberto Llona, de EHNE. Lo confirma, dice, «la edad media de los titulares de explotación, que es muy alta» y alcanza los 58 años. «Se van jubilando y cerrando» porque nadie coge el testigo. «Es una cuestión preocupante ver explotaciones con mercado, instalaciones buenas, estables y rentables que no tienen relevo», lamenta.

Ya, las incorporaciones «tipo» de hace unos años, «con un joven» que se ponía al frente del negocio familiar, «se dan cada vez menos». Y entrar en la ganadería sin que venga de casa «es muy difícil», porque en algunos sectores como «el vacuno de leche las inversiones que se requieren son enormes». «Es un modelo intensivo en el que dependes mucho de compras del exterior, con márgenes muy ajustados, por lo que hay épocas en las que no se cubren costes», puntualiza Llona.

La explotación de Félix Aras, de la asociación vizcaína de vaca frisona y socio de Kaiku, sí es «rentable». En su granja de Carranza, dedicada a la leche, hay más de 400 vacas. Eso sí, subraya, «somos profesionales, no una explotación familiar, porque esto es una industria en toda regla». Sin embargo, lamenta, les pasará lo mismo que a muchos otros y, «en diez años, cerraremos, porque tampoco tenemos relevo».

Es consciente de que llegar al nivel al que está su granja «es imposible» a día de hoy si se quiere empezar de cero, pero considera que quienes ya viven de esto no están en el peor momento. «Los precios no están disparados como hace dos años, y hay margen, pero depende del nivel de endeudamiento de cada explotación. Si tienes una condena económica importante, ese margen se reduce a mínimos», señala. Por otro lado, expone, está la dependencia del «consumidor». «La tendencia con la leche, por ejemplo, está a la baja, se compra menos», afirma.

También, apunta Llona, «se produce menos». Los «modelos» que están «funcionando bien» y en los hay «más incorporaciones», asegura, son explotaciones «más pequeñas, ligadas a la venta directa, pero son muy pocas». Para Bilbao, sería posible «producir más, pero no tiene sentido que se incremente la capacidad para estar perdiendo dos o tres céntimos por litro».

En su opinión, la situación empeoró «en el momento en el que la gran distribución», las cadenas de supermercados, «adquirió la mayoría de la cuota de venta» y cuando empezaron a «potenciar la marca blanca». «Ponen unas condiciones que destruyen directamente al sector; tienen unos beneficios terribles a costa de alguien», censura.

En ese sentido, ejemplifica con la leche lo que sucede con «muchos productos». «Te compran el litro, por ejemplo, a 70 céntimos. Te dicen que, para vender con tu propia marca, también les tienes que vender para su marca blanca. Las dos te las compran a 70, pero la tuya la venden a 96 y la blanca a 80. El cliente coge la marca blanca, más barata, y cuando ya el 70% del volumen de venta lo tiene la marca blanca, te dicen que tu marca no vende, y como ya tu marca no es un referente, te compran la leche a 65. Y tienes que vender».