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Iñigo Fernández de Lucio y TERRY BASTERRA
BILBAO
Sábado, 1 de enero 2022
El botellón volvió por Nochevieja y con él las aglomeraciones sin ningún tipo de control sanitario. Ni distancia social, ni mascarillas, ni reducción de la interacción social... Tras el espaldarazo judicial a las medidas del Gobierno vasco para combatir la sexta ola, que incluyen ... el cierre de la hostelería a la una de la madrugada -lo que impedía celebrar cotillones-, miles de jóvenes trasladaron por toda Bizkaia la fiesta a las calles para despedir el año y celebrar la entrada de 2022. Sucedió en Bilbao, en Barakaldo, en el entorno del pinar de Azkorri de Getxo y en numerosas localidades del territorio histórico.
Lo que se vio en Nochevieja es el anticipo de lo que le puede esperar a Euskadi hasta que decaigan las restricciones sanitarias el 28 de enero. Una sucesión de aglomeraciones de jóvenes los fines de semana para beber y socializar sin ningún tipo de medida de prevención. La situación no es nueva. Ya se dio el pasado verano. Entonces el Gobierno vasco pidió a los ayuntamientos cerrar por la noche parques, playas y otros espacios públicos para evitar estas concentraciones que favorecen la expansión del virus. Y es que, a la falta de medidas sanitarias, se suma que la mayoría de los que acuden a estos botellones son veinteañeros, el grupo de edad con mayor tasa de contagios en estos momentos. Su incidencia acumulada era el jueves de 5.940 puntos, el doble que la del conjunto de la sociedad vasca.
Los botellones, por lo tanto, pueden volver a convertirse en un peligroso elemento propagador del virus y retrasar la llegada al pico de esta sexta ola, la que más contagios está produciendo de toda la pandemia y que los expertos de Osakidetza confiaban en alcanzar a mediados de este enero. Pero no se puede descargar toda la culpa de un posible empeoramiento de la situación en los jóvenes. Entre las generaciones más veteranas también se incumplen las restricciones. En la tarde del día 31 se sucedieron las concentraciones en las principales zonas de poteo de Bilbao y el consumo de pie, algo que ha prohibido el Gobierno vasco.
La noche del 31 la juventud no hizo más que tomar el testigo de lo que los más mayores habían hecho horas antes. Se cambiaron las copas de cristal por las bolsas de plástico y los 'katxis'. En Bilbao el grueso de las celebraciones tuvo lugar en los céntricos Jardines de Albia. Apenas hora y media después de tomar las uvas, una muchedumbre se concentró en este parque, situado frente al Palacio de Justicia de Bilbao, sede del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, y junto a Sabin Etxea. Precisamente, los magistrados de la sala de lo Contencioso Administrativo habían avalado 12 horas antes las medidas decretadas por el Gabinete Urkullu para contener la expansión de la sexta ola.
No fue el único punto de desmadre en la ciudad. En la calle Licenciado Poza, escenario habitual de botellones multitudinarios, los vecinos volvieron a pasar una madrugada de insomnio. La juventud, ansiosa por recuperar la normalidad previa a la pandemia -el año pasado no se pudo celebrar Nochevieja-, protagonizó unas imágenes que retrotraen a la época anterior a la irrupción del virus en Euskadi.
A esa percepción ayudó el hecho de que la mayoría de asistentes había adquirido entradas para celebrar los cotillones. «Íbamos a salir de todas maneras, hubiese cotillón o no», reconocía un grupo de jóvenes. La noche, veraniega, con temperaturas de hasta 21 grados, también acompañaba. Los presentes montaron la fiesta y bailaron al son de potentes altavoces, algo que ya se vio en las improvisadas fiestas de verano. Se lanzaron, asimismo, múltiples petardos y cohetes, habituales en estas fechas. «Vivir aquí es como estar en fiestas de Bilbao durante 150 días al año como mínimo», aseguran cansados los vecinos. Las cuadrillas orinaron en las fachadas, entraron en los portales y zarandearon los coches que pasaban, muchos de lo cuales tardaron una eternidad en cruzar. La mascarilla, como en Jardines de Albia, brilló por su ausencia.
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En la plaza Unamuno del Casco Viejo y en otros lugares de la ciudad también hubo reuniones, pero en ningún caso fueron del tamaño de la de Jardines de Albia o Pozas.
Varias patrullas de la Policía se dejaron ver por Jardines de Albia, haciendo continuas pasadas. Sin embargo, la aglomeración había adquirido tal dimensión que, según pudo saber este periódico, se optó por no llevar a cabo ninguna actuación para disolverla. Había cientos de personas. Los agentes también atendieron a las víctimas de los múltiples robos que se cometieron. Especialmente, de carteras y móviles.
El alcalde Juan Mari Aburto se refirió este sábado a los hechos sucedidos durante la Nochevieja. «No quiero criminalizar a la juventud de este país, porque todos los fines de semana hay miles de jóvenes que se comportan adecuadamente y no generan ningún problema, pero aquel que entiende que la diversión va a aparejada al ruido, a un consumo excesivo de alcohol, a las molestias, a dejar las calles sucias, les mando un mensaje que es el que venimos trasladando. Nuestro mensaje sigue siendo de firmeza».
Aunque, por lo visto la madrugada de Año Nuevo, este mensaje no cala en una parte importante de los jóvenes. Euskadi afronta un mes en el que se puede dar una sucesión de botellones y aglomeraciones sin medidas sanitarias durante los fines de semana.
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